“Sin ser experto en futurología puedo afirmar que sobrevendrán nuevos y portentosos cambios para los cuales no estaremos preparados”, afirmaba Pablo Vildósola, periodista y docente chileno al examinar los desafíos actuales para el periodismo.
A su vez Charles Eisendrath, que fue directivo del Times y ahora directivo de programas de periodismo de la universidad de Michigan advierte: “a los que piensan qué vamos a hacer dentro de 20 años, les diría que se mantengan concentrados en lo que son”.
Sí, se nos vienen, han comenzado a llegar grandes cambios y para hacerles frente hay que comenzar por aclarar una vez más: qué somos como profesionales, que es el punto de partida para una actitud ética.
Los grandes cambios en la sociedad para la que trabajamos y en las tecnologías con que trabajamos, no deben alterar nuestra identidad. Por eso es un provechoso y estimulante ejercicio el que ustedes me han invitado a hacer. Dentro de ese proceso de reinvención constante del periodismo lo ético interviene como alma y como guía, de modo que su dinámica propia, la que estimula la búsqueda de la excelencia, mantenga y optimice la reinvención del periodismo.
Es lo que me propongo estudiar con ustedes al destacar la presencia de lo ético en las distintas formas de reinvención del periodismo.
Hace dos mil quinientos años escribió Tucídides: “en cuanto a las luchas acaecidas durante la guerra (la del Peloponeso) he creído comentar, no relatarlas a partir de la primera información, ni como me parecía, sino que escribí sobre lo que yo presencié o cuando otros me informaban, he investigado caso por caso”. Mejor no lo habría podido decir un manual de estilo de nuestro tiempo, ni lo podría esperar un periodista del futuro, cuando la reinvención del periodismo estará dictada por la información caudalosa e instantánea que proveerá una tecnología como o superior a la digital.
Advertía el director del diario El País de España, Jesús Ceberio: “nuestro futuro, el de los diarios que nacieron hace dos siglos, dependerá de que seamos capaces de cumplir con el compromiso de suministrar a los ciudadanos una información veraz, para que ellos puedan ejercer su soberanía”.
Cualquier clase de reinvención debe obedecer a ese propósito. Y así sucederá con todos los hallazgos de la tecnología en que se fundan las renovaciones del periodismo, como sucede con las facilidades para acceder a más informaciones. Ocurrirá, por ejemplo, que en vez de lidiar con la escasez de informaciones, el periodista tiene y tendrá que habérselas con el torrente de informaciones que fluye de las numerosas fuentes de información. Lo que la tecnología multiplica, al periodista le toca encauzarlo y ponerlo al servicio de las personas. Son verdaderos pasos de reinvención destacar de entre el torrente informativo lo importante, para liberarlo de lo trivial y desechable; hacer entender los hechos, interpretarlos y activar el potencial pedagógico de esos hechos; o su reclamo de participación para la conciencia de los receptores.
Postverdad
La noticia siempre va a ser lo fundamental de un periódico. Lo que puede hacer un periódico es concentrarse cada vez más en el análisis, en la interpretación, en la información en profundidad, que está detrás de las noticias. “Hay evidencia de que esta cobertura en profundidad y de interpretación, es lo que quieren los lectores”, escribía Simon Kelner, editor en jefe de The Independent, de Gran Bretaña.
Para este exitoso periodista inglés y para los que, como él, hacen la proyección al futuro de la profesión, esta de la multiplicación de las fuentes de información y de las informaciones es solo una parte de los retos que plantea la constante reinvención del periodismo. Hay otro reto, que se enlaza con este: el que representa la postverdad.
Como ustedes saben, con esta palabra los autores del diccionario de Oxford, señalaron una característica de la fisonomía espiritual de 2016. Es un modelo de publicidad que no distingue lo verdadero de lo falso, definió la directora de The Guardian de Londres, Katharine Viner. Así como el corrupto no distingue lo correcto de lo incorrecto, en la era de la postverdad está desapareciendo la línea que separa lo verdadero de lo falso.
Y a esto se llega cuando los hechos pierden autoridad, que es lo que sucede cuando se aceptan los hechos alternativos. Tiene el carácter de ejemplo de este fenómeno la polémica iniciada por la oficina de prensa de la Casa Blanca sobre el número de asistentes a la ceremonia de posesión de Trump, que la prensa del nuevo presidente pretendía, con tozudez, mostrar como superior al número de asistentes que había asistido a la posesión del presidente Obama. Cuando un periodista de la NBC entrevistó sobre el tema a Kellyanne Conway, jefa de la campaña. Ella, ante la evidencia de las fotografías, afirmó impávida: “solamente estamos ofreciendo hechos alternativos”. El periodista replicó llamando a las cosas por su nombre: “los hechos alternativos, señora, no son hechos, son falsedades”.
El hecho explica la situación de la postverdad: bajo su influjo los hechos dejaron de ser el fundamento de la verdad. Los hechos se escogen y se muestran de acuerdo con las conveniencias y sentimientos de cada quien.
El periodista funda sus informaciones en hechos y su orgullo se justifica en el hallazgo, comprobación y difusión de los hechos porque sabe que en el hecho está la verdad. Negar o manipular el hecho es atentar contra la verdad, que es la razón de ser de la profesión periodística.
Sin embargo, conspira contra la autonomía e inviolabilidad de la verdad de los hechos, la artimaña de los hechos alternativos, lo mismo que las verdades incompletas de la publicidad o el uso mañoso de la tecnología digital. “En la era digital es más fácil que nunca, publicar información falsa, que se comparte rápidamente y se toma como verdadera” advirtió la ya citada Katharine Viner.
De esta tecnología se valen los que, como noticias o versiones de lo que está sucediendo, presentan una gran imagen y tres líneas al pie, que pretenden ser la versión de los hechos, aunque obviamente no aparecen ni el contexto, ni los antecedentes ni las proyecciones ni versiones distintas a la de la fuente única. Esta práctica de la información instantánea y comprimida, está creando una generación de usuarios dispuestos a aceptar que el conocimiento de la realidad es eso y, por tanto, resignados a ser ciegos ante el hecho integral. Para ellos un hecho es lo que la vista y el oído perciben en un mínimo de tiempo.
La reinvención del periodismo
La verdad, así recortada y deformada por el uso de la tecnología, por los intereses del poder, por las exigencias del negocio, es lo que el periodista de hoy debe recuperar, defender y difundir, y es desde el interior de esa crisis donde el periodismo y el periodista deben reinventarse.
Sucede esto: una real reinvención se da cuando el periodista es consciente de que hoy la lucha no es para el hallazgo de una información escasa. Hoy la información es sobreabundante y se obtiene con un esfuerzo mínimo, menor que en el pasado.
Puesto que la misión del periodista es hacer que la información llegue intacta a la conciencia de los receptores a pesar de los factores que conspiran contra la verdad de los hechos, cada vez tendrá que reinventarse y, a una tecnología que facilita difundir hechos sin fuentes, opondrá la búsqueda y confrontación rigurosa de las fuentes; y a la presentación superficial de los hechos opondrá la investigación rigurosa, mediante el uso de la tecnología digital que ha permitido el periodismo de datos.
Esta reinvención a partir de la crisis, está convirtiendo el oficio de informar sobre lo actual en una exigente tarea en que el periodista no se limita a contar lo que pasó. Además, debe explicar el hecho y sus circunstancias, interpretar su sentido, dos actividades de la inteligencia que van más allá del solo ver y oír los acontecimientos.
Es una reinvención que transformará lo que antes era un servicio para curiosos y pasivos en información, para inteligentes y sujetos activos de la historia. Le cedo la palabra al periodista inglés Simon Kelmer, editor jefe de The Independent, de Gran Bretaña, quien en una conferencia sobre los retos del periodismo afirmó: “la noticia siempre será lo fundamental en un periódico, pero en vez de primicias hay que presentar visiones completas; lo que puede hacer un periódico es ayudar al lector a entender la noticia, lo que puede hacer es el análisis, la interpretación, los comentarios que informan en profundidad cuanto está detrás de la noticia. Hay evidencia de que la cobertura en profundidad y la interpretación, es lo que quieren los lectores”. Es el periodismo que se reinventa, a partir de sus obstáculos.
Independencia
Uno de esos obstáculos es el de la financiación de los medios. El esquema actual de la financiación con publicidad, con patrocinios o con subsidios gubernamentales o de empresas, con el advenimiento de lo digital ha puesto en evidencia que no es un esquema sano porque deteriora la credibilidad de medios y de periodistas.
Los receptores de información cada vez son más exigentes en materia de independencia de los medios que utilizan. Esto hasta el punto de que no basta que los medios o los periodistas sean independientes, hay que parecerlo. Hay que admitirlo: cada vez es más sospechosa la relación que crean un patrocinio o una pauta publicitaria. En la conciencia del público se ha acentuado la convicción de que quien tiene el poder político, económico, militar o religioso, tiene también el control de la información. Y ese control tiene que ver con lo económico. Quien paga, informa.
Esta es una crisis que con timidez se está afrontando, pero que cualquier periodista conoce; a pesar de esto aún no tiene la importancia que merece el tema de la otra estructura financiera posible para los medios. Como la edad de las señoras, la financiación de los medios es un tema rodeado de misterio. Quizás ha sido la crisis económica de los medios en el mundo lo que está contribuyendo a la desaparición de ese misterio.
Lo decía con toda su autoridad Dominique Wolton, el director del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia. Después de una vida dedicada al estudio de la comunicación, hay que creerle cuando dice: “los periodistas no pueden tener la confianza del público si no se quedan a medio camino entre los dirigentes y el resto de la sociedad. Su poder y legitimidad no se refuerzan si se les ve al lado del poder político o del poder económico”. Y la verdad es que la pauta publicitaria hace ver al periodista como aliado o favorecido del poder económico. La misma lógica tiene la relación del periodista con el poder gubernamental cuando él o su medio reciben pauta o favores.
Enunciado el problema, está planteada la posibilidad de reinventar el periodismo. Un experto brasileño, conocedor como pocos de las relaciones entre lo digital y el periodismo, Rosental Calmon Alves, es hoy director del Centro Knight para el Periodismo en las Américas de la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos. Suya es esta apreciación: “el periódico se está moviendo de ser un producto a ser un servicio. Las empresas periodísticas que no entiendan esto y piensen que el periódico ‘is a business as usual’, no van a sobrevivir”.
La crisis actual, baja en la publicidad, baja en la circulación de periódicos y de productos periodísticos, cierre de periódicos, despido de periodistas, les está abriendo los ojos a medios y periodistas hasta hacerles ver que solo sobrevivirán los que se reinventen y, en este caso, la reinvención comienza por la estructura financiera. Y si no es con publicidad o con patrocinios, ¿cómo se podrá sostener la prensa?
Su experiencia al frente de uno de los diarios más influyentes del mundo, Le Monde de París, le permite decir a Jean-Marie Colombani que “los anunciantes son una presión permanente; es mejor apoyarse en los ingresos que vienen de la circulación o de la difusión. Los anunciantes inteligentes saben que el peso de sus mensajes depende de la credibilidad del diario y que un diario que se pone de rodillas ante un anunciante pierde su crédito y el mensaje del anunciante también se pierde”.
Todo esto lo discutieron con Edwy Plenel los periodistas que habían sido despedidos de Le Monde. Plenel, ex subdirector del diario, se unió a los periodistas cesantes para estudiar la situación y buscar una solución. De sus deliberaciones resultó que debía revisarse la estructura financiera de los medios. La estructura deteriora cada vez más la credibilidad de los diarios. Nadie cree a quien recibe dinero de los mismos a quienes debe fiscalizar en nombre de la sociedad.
Llegaron por fin a la conclusión de que el único dinero limpio para periódicos y periodistas, porque no compromete su credibilidad, es el de los suscriptores. A partir de ese momento el diario digital Mediapart con sus tres ediciones diarias, se reinventó.
Entendió este grupo de periodistas que si querían tener el apoyo de los suscriptores deberían renovar radicalmente los contenidos y llegar a un producto periodístico de tal calidad que nadie se lo quisiera perder. Y lo están logrando. Mi último dato es que van por los 150.000 suscriptores: son y parecen independientes, es la primera razón de ese éxito. Sus contenidos son de tal calidad que el suscriptor paga con gusto, y han renovado la relación con los lectores que ya no es la habitual, en vertical, sino en horizontal, de modo que cualquier lector se siente parte del periódico. Lo cual es toda una reinvención.
Reinventando la relación con la sociedad
También se está reinventando esa relación entre el periodismo y la sociedad. Esta reinvención tiene como gran estimulante el valor ético de la responsabilidad social. En la mencionada reunión de directores de diarios convocada por Clarín, de Buenos Aires, estuvo Alberto Ibargüen, director del Miami Herald y del Nuevo Herald, quien contó a los asistentes que en el cubrimiento de cuatro huracanes que el año anterior habían azotado a Florida, dispusieron de decenas de reporteros y de fotógrafos que, a su vez, disponían de lo más avanzado en tecnología digital y que, con estos medios hicieron un buen cubrimiento. Pero se preguntó: ¿y qué es lo que estuvo mal en este panorama? No se les había ocurrido pedirle a la gente que participaran en la información con sus celulares. “No pensamos en nuestros lectores como participantes en el hecho de contar la noticia”.
¿Qué sucedió ahí? ¿Acaso esos celos profesionales que hacen ver al reportero ciudadano como un intruso en un campo que mentalmente hemos creado y encerrado como un coto exclusivo e inviolable? Parte de la reinvención del periodismo pasa por la eliminación de esas fronteras y la apertura natural para concluir que, como diría Rob Curley, citado por Ibargüen: “el periodismo ha sido un monólogo durante tanto tiempo que ahora es el momento perfecto para que se convierta en diálogo con los lectores. Queremos que los electores piensen en esto como su periódico, y no nuestro periódico”.
Sin embargo hay un equilibrio en esta presencia del receptor que no se puede romper. Lo rompe el interés comercial cuando aconseja darle al receptor lo que él quiere y no lo que necesita. Contaba Abraham Santibáñez la reinvención del medio chileno, Últimas Noticias que “cambió profundamente su esquema que se ayudaba para conocer los preferencias del público en el número de visitantes que tenía cada una de sus notas periodísticas en internet”. En efecto, reinventarse no es renunciar a la iniciativa y al criterio del periodista y del medio para detectar las informaciones que resultan de mayor utilidad para el bien público, y no las que responden a su curiosidad. Agrega Santibáñez: “el periodismo no es solo el canalizador de informaciones al servicio de los intereses de cada persona, sino que tiene que ver con la sociedad en su conjunto”.
Hay una reinvención del periodismo cuando abandona el interés personal y empresarial y se pone al servicio de toda la sociedad; propósito en el que la tecnología digital aporta herramientas efectivas y poderosas.
Pero más que con la tecnología se reinventa la profesión con nuevas actitudes. Anotaba Ricardo Kirschbaum, editor de Clarín, de Buenos Aires, “ningún jefe de redacción se enorgullece de periodistas obedientes, sino por periodistas informados que generan ideas, agenda y que si deben cuestionar lo hacen con razonamientos que tienen sustento. El valor de la pluralidad es el que constituye redacciones de mejor calidad”. (Kirschbaum 72) La reinvención pasa por una redacción en la que la autoritaria línea vertical cae en beneficio de una línea horizontal de las relaciones entre periodistas y de estos con los receptores de la información.
Ibargüen, a quien de nuevo cito, agrega un nuevo factor de reinvención fundada en la renovada relación con los lectores y con la sociedad: “estamos en un punto muy interesante de experimentación donde los ganadores van a ser aquellos que entiende que la relación con el lector ha cambiado y que el objetivo de nuestros contenidos es comunicar más y meramente difundir información”. (Ibargüen 127)
Dar más y más noticias es el ideal de un esquema caduco por cuanto ha sido contaminado por lo comercial y cerrado a dimensiones nuevas como esta del periodismo que, al comunicar, está abierto al interés de la comunidad y a sus aportes. El periodismo se reinventa cuando aprovecha sus tareas e informaciones para impulsar y orientar la participación de su audiencia, e informa para motivar.
Conclusión
Me parece encontrar al cabo de este recorrido que la reinvención del periodismo se ha hecho y tendrá que hacerse alrededor de la palabra. Así ha sucedido a través del tiempo del humano que dibujaba en las paredes de su caverna, hasta el que se vale de emojis en su tableta; es una historia del desarrollo de la palabra humana, que se reinventa una y otra vez. Los que nos valemos de la palabra como nuestro fundamental instrumento de trabajo sabemos bien que toda la tecnología de las comunicaciones y todos nuestros esfuerzos de renovación se han centrado en la palabra. Sea la palabra discurso, la palabra gesto, la palabra texto, o la palabra imagen, la palabra está en el centro y como soporte de nuestra actividad. Nadie escribe ahora, como en los comienzos, nadie habla hoy igual que en los primeros balbuceos; hay una evolución imparable que se mantiene en proceso a lo largo de la vida y que permite observar la reinvención constante de una persona. Sucede un fenómeno paralelo a la evolución de las tecnologías. Escribía Philippe Breton, del Laboratorio Culturas y Sociedades de Europa, que “los recientes inventos en el mundo de las comunicaciones no deben hacernos olvidar que se sitúan en un largo proceso de innovación cuya sede es la palabra” (Breton, 16)
De ese proceso quiero destacar que la palabra fue tomada como alternativa a la violencia a pesar de que el gruñido, el monosílabo, el adjetivo o el agravio y la calumnia fueron y siguen siendo violentos; pero por su propia naturaleza la palabra conserva lo mejor y más digno de los humanos. Llega de la mano del razonamiento para atemperar pasiones y dejar hablar a la inteligencia. Las sociedades en las ágoras y parlamentos buscan el sometimiento de los feroces mediante el imperio de la palabra. El citado Breton lo explica: “ese proceso de civilización implica que se instaure un control estricto de las emociones y correlativamente, un nuevo papel para la palabra, ella misma objeto de pacificación”. (Breton 27) Es, pues, la palabra el lugar donde el periodismo se reinventa; son sus lógicas las que subordinan el poder de las tecnologías.
Esto me lleva a una última consideración que hago desde la experiencia de colegas de todo el continente que al proponer sus dilemas éticos y sus perplejidades ante los cambios vertiginosos que los rodean, siempre encontraron que el fortalecimiento de su identidad profesional, o sea ese apoyo en la esencia de lo profesional, ha sido su mayor fuerza y orientación. Lo dijo a su modo el citado Breton: “cuanto más usamos internet, por ejemplo, más nuestra mente debe mantenerse fija en el horizonte de las finalidades”. Así reinventar esta profesión será inevitable, pero seguro.
Lo más vistoso de esta reinvención es lo que las nuevas tecnologías puedan ofrecer. Lo sustancial y de fondo será el uso que haga el periodista de esa tecnología. Así, la reinvención que impulsa lo digital, supone un periodista con una clara y activa identidad profesional.
Es cierto, la tecnología le ha dado al periodista más poder, y donde hay poder debe haber una responsabilidad ética profesional. Esa vocación a la excelencia, que es la esencia de lo ético, es el principio y sustento de todas las reinvenciones de esta profesión que nunca termina de reinventarse.
Así como el periódico diario, o el noticiero cada día tienen que reinventarse, como si fuera su destino renacer en cada edición o emisión, esta profesión nuestra nos obliga a permanecer en construcción, porque la vocación ética a la excelencia exige ese estado de permanente reinvención. Es nuestro reto y nuestra gloria profesional.
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JDR. Guadalajara, México. 2/12/2017.