En un año que puso a prueba no solo las democracias en nuestra región, sino también la fortaleza y ética de los medios de comunicación, la Red Ética continuó trabajando incansablemente para alimentar un periodismo más comprometido, crítico y transformador. Desde la Fundación Gabo, reafirmamos nuestro compromiso con una misión clara: promover la ética periodística no como un conjunto de normas deontológicas rígidas, sino como una práctica viva que se adapta a los retos de un oficio en constante evolución.
Este 2024 fue testigo de varios cambios radicales en el ecosistema mediático, que impulsados por fenómenos como la transformación tecnológica de la IA, la cada vez más arraigada polarización política, el inminente giro de las ciudadanías hacia el conservadurismo extremo y el avance de la desinformación, lograron poner al periodismo contra las cuerdas. A pesar de las adversidades, desde nuestra red logramos conectar con audiencias en todo Iberoamérica, generando más de dos millones de impresiones en redes sociales, atrayendo casi a 400.000 lectores y abordando más de 30 temas que atravesaron el oficio desde múltiples aristas.
Sobre estos temas publicamos más de 100 contenidos entre análisis, noticias, entrevistas, recursos prácticos, charlas web, consultorios éticos, blogs y boletines, y cada uno de ellos nos permitió, además, reafirmar que la ética es un eje dinámico que atraviesa nuestras decisiones cotidianas, especialmente en contextos de incertidumbre y crisis, y que se expresa constantemente en la manera en que abordamos el ejercicio periodístico, nuestra relación con las audiencias y el respeto por las comunidades a las que servimos.
Este año también celebramos un logro importante: nuestro primer Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar por nuestro pódcast El diván del periodismo, específicamente con el episodio “Periodismo, secretos y muerte en El Salvador”. Este reconocimiento nos impulsa a seguir construyendo espacios de diálogo que inspiren reflexiones profundas sobre el ejercicio periodístico.
A pesar de los triunfos y los buenos resultados de un año complejo para el periodismo, mientras empezamos a adentrarnos en lo que será el 2025 no podemos más que preguntarnos por los desafíos y las tensiones que reconfigurarán el oficio y el panorama informativo en el nuevo año. Nos preguntamos por la irrupción de fenómenos como los deep fakes, los ataques directos a la libertad de prensa y el avance de los discursos autoritarios que hacen cada día más difícil la tarea del buen periodismo.
Desde la Red Ética nos esforzamos por ofrecer respuestas y cuestionamientos que ayuden a los periodistas de Iberoamérica a enfrentar estos dilemas, poniendo siempre a las audiencias en el centro de nuestras preocupaciones. Este trabajo, sin embargo, no sería posible sin la pausa, sin detenernos a observar con atención el impacto y las consecuencias de los hechos, y sin darle espacio a la reflexión profunda. Por eso, compartimos a continuación algunas reflexiones de este año de análisis colectivo y las llevamos a 2025 como parte de un compromiso renovado por mantener viva la conversación sobre el sentido del periodismo en tiempos complejos.
1. La desinformación como síntoma de nuestra época
La velocidad con la que fluye la información en redes sociales ejerce una gran presión sobre el periodismo, que intenta mantenerse al mismo ritmo para atraer tráfico, con la aspiración de no sacrificar el rigor. Sin embargo, cuando los medios no dedican el tiempo necesario para verificar lo que publican y las audiencias carecen de herramientas críticas para distinguir entre información confiable y narrativas engañosas, el terreno queda abonado para la desinformación. Este año, reflexionamos sobre la necesidad de que los medios replanteen sus modelos para enfrentar este fenómeno. ¿Es posible priorizar la credibilidad por encima de la inmediatez en un sistema económico que premia los clics? Fenómenos como las teorías de conspiración sobre figuras públicas o las historias fraudulentas en redes sociales dejaron en evidencia las grietas en el ecosistema informativo y ante esto, el periodismo ético tiene la oportunidad de posicionarse en 2025 como un contrapeso a la manipulación.
2. Polarización, democracia y autoritarismo
El auge de los discursos extremistas y populistas en años recientes ha puesto al periodismo en un dilema ético constante. Al cubrir a estas figuras, los medios suelen amplificar sus mensajes, convirtiéndose, a menudo sin querer, en herramientas para perpetuar narrativas polarizantes. Cuando el periodismo sucumbe ante la lógica del espectáculo, corre el riesgo de ser cooptado por los mismos actores que deberían ser objeto de su escrutinio crítico. Esto nos lleva a una pregunta urgente: ¿cómo cubrir estos fenómenos sin amplificarlos? ¿Cómo recuperar el rol del periodismo como mediador para las audiencias en lugar de ser un amplificador de las tensiones sociales? La respuesta a estas preguntas puede determinar si los medios serán parte de la solución o parte del problema en una región como América Latina, donde la democracia está cada vez más amenazada.
3. Seguridad para la prensa y lucha contra la impunidad
Este año los ataques contra periodistas y medios dejaron en evidencia la fragilidad de la libertad de prensa en nuestra región. Los crímenes cometidos contra reporteros y el hostigamiento judicial siguen siendo una herramienta eficaz para silenciar voces críticas, mientras que la impunidad perpetúa un ciclo de miedo y autocensura. ¿Cómo pueden los periodistas protegerse cuando la violencia no solo es física, sino también digital y judicial? Más importante aún: ¿cómo puede el oficio preservar su misión de informar cuando el costo personal y profesional de hacerlo se vuelve insoportable? Estas preguntas, aunque incómodas, deben ser enfrentadas colectivamente si queremos construir un periodismo que no sea solo resistente, sino también transformador.
4. La inteligencia artificial y los desafíos éticos
La inteligencia artificial dejó de ser una promesa tecnológica para convertirse en un protagonista clave en la producción y consumo de noticias. Desde los algoritmos que deciden qué historias llegan a las audiencias, hasta el uso de herramientas como ChatGPT en la redacción de contenidos, la IA plantea desafíos éticos que aún no hemos terminado de comprender. Este año, más que nunca, quedó claro que la IA no solo tiene el potencial de facilitar el trabajo periodístico, sino también de distorsionarlo. Entonces ¿cómo asegurarnos de que las decisiones impulsadas por inteligencia artificial sean transparentes y no perpetúen sesgos o desinformación? Y más allá de eso, ¿qué responsabilidad tienen los medios en educar a sus audiencias sobre el impacto de estas tecnologías en su percepción del mundo? Estas preguntas no pueden continuar sin respuestas, o al menos no sin la búsqueda de la misma.
5. Cobertura de viralidad y respeto a la privacidad
La viralidad es un arma de doble filo. Si bien permite que historias antes invisibilizadas llegaran a un público masivo, también abre la puerta a la explotación emocional de las personas involucradas. Este año, casos como el acoso digital a la boxeadora argelina, Imane Khelif, o la situación de violencia intrafamiliar entre el expresidente de Argentina, Alberto Fernández, y su esposa Fabiola Yáñez, que fueron expuestos sin su consentimiento nos hicieron cuestionar dónde trazar la línea entre el interés público y el respeto a la privacidad. ¿Qué implica realmente cubrir lo viral en un contexto donde las audiencias exigen detalles íntimos, pero los periodistas tienen la obligación de proteger a quienes protagonizan estas historias? Estas tensiones nos obligan a replantear no solo nuestra manera de informar, sino también nuestro papel en un ecosistema donde las vidas privadas se han convertido en moneda de cambio para la atención masiva.
6. Influencia de las Big Tech en el acceso a la información
La concentración del poder en manos de corporaciones tecnológicas y figuras como Elon Musk ha transformado el panorama mediático global. Tensiones como la sufrida entre X y Brasil, la pérdida de métricas automáticas o los algoritmos que privilegian la polarización demostraron durante el año que estas empresas no solo regulan qué contenido se distribuye, sino también qué narrativas prevalecen, moldeando el debate público a su conveniencia. El control que ejercen estas grandes corporaciones tecnológicas sobre el flujo de información plantea entonces retos estructurales que afectan tanto a los periodistas como a las audiencias. Esto nos lleva a preguntarnos qué estrategias puede adoptar el periodismo para contrarrestar esta concentración de poder y si es momento de construir alianzas entre medios independientes que desafíen la dependencia de las Big Tech. No son preguntas abstractas sino desafíos concretos que definirán el acceso a información diversa y confiable en los próximos años.
7. Confianza y lealtad de las audiencias
Aunque muchas audiencias consumen contenido periodístico por hábito, lealtad a figuras públicas o afinidades ideológicas, la confianza en los medios sigue siendo baja. Esta paradoja plantea preguntas cruciales sobre cómo los periodistas pueden volver a conectar con sus lectores y construir relaciones basadas en la credibilidad, no solo en la conveniencia. Más allá de formatos o narrativas innovadoras, ¿qué debe cambiar en el ADN del periodismo para volver a ser percibido como una herramienta útil y cercana en la vida cotidiana de las personas? La desconexión entre medios y audiencias no es inevitable, pero requiere un esfuerzo sostenido por reconstruir puentes de confianza.
Mientras miramos hacia 2025, reafirmamos nuestro compromiso para seguir construyendo una red de periodistas en Iberoamérica que pongan la ética como pilar fundamental de su ejercicio diario, y que se adapten a los cambios y desafíos que enfrentamos como sociedad. Porque en un mundo donde la verdad compite con la inmediatez y la confianza en los medios está en crisis, el periodismo tiene una oportunidad única: recuperar su lugar en el debate público.