Develar la industria de las noticias falsas: un imperativo ético

Develar la industria de las noticias falsas: un imperativo ético

Mónica González, directora del CIPER y nueva integrante del grupo de maestros que responden en nuestro Consultorio Ético, debuta como bloguera de la Red Ética con esta reflexión sobre el problema de la desinformación.
Fotografía: rawpixel en Unsplash | Usada bajo licencia Creative Commons.
Mónica González

Mónica González hace parte del nuevo equipo de maestros que junto a Javier Darío Restrepo ahora responden a las preguntas enviadas a nuestro Consultorio Ético. Si tienes un dilema de ética periodística, puedes hacer tus preguntas aquí. 

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Tres palabras para describir el clima que se vive hoy en gran parte de nuestro continente: impunidad, desconfianza y esperanza.  Cuando la corrupción y la violencia quedan impunes, erosionando las instituciones democráticas y la confianza de los ciudadanos es que entramos nosotros a la cancha: los periodistas.

Porque ante la sucesión de episodios de corrupción y violencia que quedan en gran parte impunes, el buen periodismo emerge como una herramienta que puede identificar nichos donde se instala el robo de fondos públicos, el crimen organizado  y también a sus responsables.  Un periodismo ético y veraz que se esfuerza por mostrar el origen y los efectos de los problemas que enfrentamos.

Por eso, el poder corrupto ha identificado al buen periodismo como su enemigo. Necesitan anularnos, que los ciudadanos también desconfíen de nosotros. Y para ello, usan todas las estrategias. Una de ellas: las noticias falsas.

La irrupción de “Cambridge Analytica” nos ha mostrado la potencia del arsenal bélico que hoy puede desatar la industria de noticias falsas. Al conocer su rol en las victorias de Donald Trump en Estados Unidos y en la campaña del Brexit en Inglaterra (ver El País del 27 de marzo pasado), algo sabemos ahora de cómo funciona esa máquina.

Enfrentamos una industria de la mentira. Alimenta odios y miedos de los ciudadanos en base a mentiras disfrazadas de noticias.  Identificar al poder que financia ese negocio es una prioridad.

Lo que el poder corrupto busca es minar nuestra capacidad de hurgar en los recovecos del poder, de recoger testimonios y documentos que develen abuso y corrupción. Quieren aniquilar nuestra capacidad de interpelar al poder político, económico, social y también religioso. Como el de la Iglesia Católica, que hoy enfrenta una avalancha de abusos sexuales cometidos por años ante el silencio y complicidad de muchos. También de periodistas.

Ese periodismo se vuelve una herramienta indispensable de los ciudadanos  para saber y entender lo que está ocurriendo en su país. Sin ese periodismo, los ciudadanos quedan más solos y vulnerables a la manipulación de los corruptos. Su desconfianza crece al mismo ritmo que sus miedos.

Miedo. Al inmigrante, al que piensa distinto, a la falta de protección. Miedo, una palabra clave que está detrás de la industria de las noticias falsas. Un miedo que corroe la esencia de la democracia.

Contra la corrupción, ética

Frente a esta amenaza, los periodistas debemos desplegar nuestras mejores armas. Y la ética debe llevar nuestra marca de fábrica.

La ética que hoy se nos pide es cotidiana. Está presente al calibrar la veracidad de la información y los testimonios que recogemos, cuál es el objetivo de quién nos devela un delito cometido por otros. Si de lo que se trata es crear confianza y patear miedos es importante que los ciudadanos sepan, por ejemplo, cómo y quién negoció el precio de las tarifas eléctricas que pagamos; por qué los precios de los medicamentos suben y suben mientras los laboratorios incrementan sus ganancias o la verdad del patrimonio de los jueces que una y otra vez dejan impunes al crimen organizado o a los protagonistas de millonarios fraudes.

Ética es la que nos debiera mantener alertas para no caer en la trampa de un testimonio que nos abre el camino fácil de un escándalo mediático que sirve para tapar el robo de millones que se hace en la oscuridad. Alertas también a que los periodistas de mi equipo no reciban noticias hechas en empresas de comunicación corporativa a cambio de dinero. Ética es también es el motor que nos impulsa a estudiar para entender por dónde transita el circuito del poder real y que permanece en la sombra, por identificar la trampa que se anida en las leyes y que daña a la comunidad.

Hacer respetar el secreto profesional sean cuales sean las presiones del poder, como lo ha hecho Gustavo Gorriti en Perú al develar la corrupción del Poder Judicial en su país, es un imperativo ético. Cuidar las fuentes, las personas y no tener contemplaciones con periodistas que trabajan para el negocio de la mentira, es otro imperativo ético de nuestros días. Como lo hacen periodistas en Nicaragua que buscan cada día identificar el origen de las bandas de paramilitares que asesinan en las calles.

Apostar por la democracia es hacer un esfuerzo diario por mejorar la calidad de la información que entregamos a los ciudadanos. Una tarea que hoy se hace en equipo y que busca también alimentar la esperanza.

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Las opiniones expresadas en nuestra sección de blogs reflejan el punto de vista de los autores invitados, y no representan la posición de la FNPI y los patrocinadores de este proyecto respecto a los temas aquí abordados.

 

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