Reproducimos con autorización del autor la entrevista concedida por el maestro Javier Darío Restrepo, director del Consultorio Ético de la FNPI al periodista Alejandro Jiménez, coordinador de opinión en el diario El Sol de México.
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En los tiempos de las fake news los medios de comunicación profesionales y con credibilidad son más que necesarios, independientemente de los formatos de su publicación: periódicos impresos, páginas web, cuentas de redes sociales. “Siempre ha sido y será necesaria la credibilidad en los medios informativos, hasta el punto de que se puede afirmar que un medio sin credibilidad es prescindible”, asegura Javier Darío Restrepo, periodista colombiano de vasta experiencia, especializado en analizar los aspectos éticos de la información.
Sin satanizar a las redes sociales, Restrepo identifica que el poder de lo digital ha ido a la par con el debilitamiento de la credibilidad periodística porque el uso de esta tecnología ha fomentado el inmediatismo y la desaparición de las fuentes; dos factores que conspiran contra la credibilidad.
"El inmediatismo no deja espacio ni tiempo para la confirmación, ni para el análisis de los hechos; la ausencia de fuentes, a su vez, propicia las informaciones caprichosas, subjetivas, y sin apoyo en el hecho real", considera.
Todo esto le parece que son condiciones que se convierten en un reto ético y técnico para el periodista que quiere hacer uso de esta tecnología para aprovechar sus fortalezas y evitar lo que debilita su identidad profesional.
Aun así, no ve que todo esté perdido: “Está comenzando a multiplicarse esa clase de información con valor, como reacción creadora frente a la crisis que lo digital ha traído consigo. Son estimulantes ejemplos eldiario.es, huffingtonpost.eu; mediapart.fr, lasillavacia.com”.
Asegura que se trata de diarios digitales que han descubierto la necesidad, por un lado de 1.- una financiación que no ponga en peligro su independencia y, por tanto, su credibilidad; 2.- una reinvención de la información noticiosa, distinta en todo de la tradicional, convertida en mercancía; y 3.- Una relación nueva con el receptor de la información, que de vertical llega a ser horizontal.
En este proceso percibe que tampoco las audiencias son ya del todo crédulas respecto a informaciones carentes de ética.
"Los lectores en quienes se da el proceso de buscar información, dudar, creer, confiar y ser influidos, no son una mayoría, pero existen. La tendencia general es la de la lectura rápida de titulares, sin preguntas ni análisis; es en esta clase de lectores en donde cunde el engaño. Las prácticas informativas en el mundo digital multiplican esa clase de receptores", afirma Restrepo añadiendo que “en cuanto a los que hacen reflexión y juicios éticos a la prensa, los percibo como una minoría dentro de la minoría”.
Más o menos éticos
Coordinador de uno de los consultorios éticos más respetados de los medios de comunicación latinoamericanos desde la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, Darío Restrepo ve que el dilema de lo correcto y lo incorrecto en la prensa de la región es un debate que por fortuna se sigue dando.
“Desde sus orígenes el periodismo, en el mundo, recibió una impronta mercantil. Informo para vender. Sin embargo en esos remotos orígenes se pueden encontrar testimonios de periodistas que entendían y practicaban el periodismo como agente social. El desarrollo de una conciencia ética de la profesión ha planteado desafíos como el de subordinar lo económico a lo profesional periodístico", asegura el colombiano, para quien “la crisis actual provocada por la emergencia de lo digital, tomada como una oportunidad, ha orientado al periodismo latinoamericano que quiere sobrevivir a revisar los criterios sobre la noticia que de sensacional y comercial, debe llegar a ser influyente e integral. Esta revisión deja atrás la visión elemental y primitiva de lo sensacionalista y da lugar a la aparición de la noticia que estimula la participación del lector transformado en sujeto de la historia”.
Restrepo divide a los profesionales de los medios de manera tajante, pues conoce a los periodistas y directivos de todo el continente. “Hay quienes ejercen el periodismo como una pasión y una misión, por lo que los años les traen consigo una madurez ética en el ejercicio profesional. Si, por el contrario, es una profesión para obtener dinero o fama, se envejece con una costra de cinismo.”
Sobre la enseñanza de la ética en las escuelas de periodismo continentales, asegura: “La información que tengo es que muchas facultades de comunicación- periodismo lo abordan y se acercan incluso al Consultorio Ético de la FNPI como instrumento auxiliar. Lo que es cuestionable es la metodología utilizada, con frecuencia aplicada por profesores que creen que la ética se enseña como una materia cualquiera: matemáticas, inglés, o ciencias. No se trata de dar un conocimiento sino e crear una sensibilidad. Allí está la diferencia y el gran desafío para las universidades.
Autoritarismo y libertad de expresión
Cuestionado sobre cómo la llegada de gobiernos autoritarios a la región, aun en Estados Unidos, ha impactado a los medios de la región, el periodista colombiano considera que en esas condiciones los periodistas y los medios se han resignado y han incurrido o en la indignidad de plegarse, o en la debilidad de silenciarse; otros han visto la oportunidad de afinar las armas del oficio para ponerse al servicio de la sociedad y servir como fiscales y voceros de toda la población.
Sobre si siente amenazada la libertad de expresión en el mundo, refiere que ésta siempre ha estado amenazada porque donde alguien ejerce un poder necesita silenciar o controlar la información.
“Ejercen ese poder: los gobiernos que, quiéranlo o no, sienten la necesidad de controlar la información; esto vale por igual para políticos, empresarios, publicistas, militares, religiosos o intelectuales. Cada uno de ellos, desde su plataforma de poder, ve la libertad de expresión como una amenaza, o como un límite. El propio periodista o empresario de comunicación también quiere valerse de la información para su beneficio; esto lo convierte en un peligro, real o potencial, para la libertad de expresión", sostiene Restrepo.
Y remata: “Hay que recordar que la libertad no la da ni la quita nadie. Cada uno la construye o la destruye. La libertad nunca está ahí, siempre está en construcción. Una persona construye al tiempo su ser ético y su ser libre, no se puede dar lo uno sin lo otro.”