A propósito de la publicación de una investigación en el diario El Espectador, donde se cuestionan logros científicos del inventor colombiano Raúl Cuero, invitamos a la periodista científica colombiana Ángela Posada Swafford a compartir sus reflexiones en la Red Ética Segura de la FNPI.
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Este incidente lo que ha hecho es poner de relieve (eso espero) las consecuencias de la falta de un periodismo científico solido en Colombia. El periodismo científico está entre los más difíciles. No cualquiera puede cubrir un desfile de modas, o los avatares de la política, o las emociones deportivas un día y al siguiente tratar de entender aspectos de la bioquímica, o la astrofísica, o la genética, o el cambio climático que le permitan no solo hacer las preguntas adecuadas a un experto, sino buscar la historia detrás de la historia.
Para cubrir el trabajo del Dr. Cuero hay que comenzar por entender qué es, cómo funciona, qué adelantos ha habido y qué dificultades existen en el sensacional campo de la biología sintética. Hay que tener nociones de evolución, genética, química, biología molecular, desarrollo. Hay que saber cuál es la historia de la biogénesis. Hay que saber en qué publicaciones indexadas buscar información relevante al tema. Hay que saber dónde buscar fuentes alternas que hayan trabajado en los mismos temas. Y tener una lista de esas fuentes. Y usarla.
Por otro lado, el caso ha puesto sobre el tapete la importancia de tener un “escuadrón” de periodistas bien entrenados, dedicados a la ciencia, que los medios de comunicación masivos en el país, escritos, radiales y televisivos harían bien en cultivar y promover. Y que harían bien nuestros medios de comunicación en dedicarles espacios fijos y más amplios a las notas de ciencia, que además, bien tratadas, son apasionantes. Es el caso del huevo y la gallina: yo puedo entrenar a muchos periodistas en el cubrimiento de la ciencia, y sé que los hay muy interesados, pero si no tengo el apoyo de los medios dispuestos a darles un escenario más visible, más fijo y más amplio, no voy a lograr nada.
Entonces aquí también el problema está en los editores, los “perros guardianes” de la información noticiosa radial escrita y televisada, que deben estar entre los primeros en reconocer la importancia de estos temas, y darles a sus reporteros la oportunidad de proponerlos. Es cosa de trabajar en equipo y no señalarse con el dedo: el editor necesita buen contenido. Y el redactor o reportero necesita el apoyo. Ese es el sistema de “feedback” que yo he empleado desde hace años con mis editoras y editores en los múltiples medios en los que colaboro en Colombia y el exterior y puedo atestiguar que funciona. No puedo hallar una relación profesional más satisfactoria y productiva de que he logrado con todos ellos. Pero es un respeto que se gana a punta de profesionalismo. Entonces volvemos al cuento del huevo y la gallina.
Finalmente, y aprovechando esta coyuntura, hago un llamado a nuestros medios de comunicación y a nuestras instituciones universitarias y centros de investigaciones para que consideren poner en práctica una serie de talleres de periodismo científico a fondo. Cátedras de varios días, semanas, o meses, incluso, donde se puedan formar los futuros periodistas científicos del país. Mejor aún: ¿por qué no una serie de diplomados en periodismo científico? ¿O cursos fijos en nuestras varias y excelentísimas universidades? ¿No es esa, además, la mejor manera de sacar a relucir las investigaciones de nuestros profesores? Y a los editores de los medios: ¿No es esta la forma de lograr contenido interesante y relevante y local, que sirva al lector y a la vez balancee el contenido editorial/radial/televisivo, y quién sabe, quizás hasta compita con la columna de chismes o la ultima novela?
En suma, la divulgación de la ciencia tiene varias patas: periodistas, editores, medios de comunicación, científicos, universidades. Y todas ellas deben desplegarse a la vez, como la vela solar de un satélite, para que la mesa no se desplome.