El pasado 20 de noviembre, la venezolana Luz Mely Reyes, cofundadora del portal de noticias Efecto Cocuyo, recibió en Nueva York el Premio a la Libertad de Prensa que entrega el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés).
El CPJ reconoció a Reyes y otras cuatro mujeres periodistas por su defensa de la libertad de prensa, la lucha contra el acoso, hostigamiento e incluso la prisión por defender los derechos humanos y denunciar irregularidades gubernamentales en sus países.
Reyes, quien en octubre recibió el Premio Gabriel García Márquez de Periodismo 2018 en la categoría Cobertura, participará el próximo 5 de diciembre en la charla ‘Los retos de la cobertura de la migración venezolana’, junto con los colombianos Ginna Morelo, editora de la Unidad de Datos de El Tiempo; Rodrigo Pardo, director de editorial de la Revista Semana; y Estefanía Colmenares, subdirectora de La Opinión de Cúcuta.
En esta actividad abierta al público, que tendrá lugar en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá a partir de las 3:00 p.m., hablarán sobre los desafíos éticos que se afrontan de cara a narrar las causas y consecuencias del proceso migratorio de Venezuela.
La charla hace parte de la tarde del Programa de ética periodística, que se realiza en el marco del XVI Encuentro de directores y editores de medios y organizaciones de periodismo de Colombia, organizado por la FNPI - Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano en alianza con Bancolombia y SURA.
Luz Mely Reyes fue la primera mujer en convertirse en editora jefe de un periódico nacional de Venezuela, al asumir en 2012 el cargo en Diario 2001. El año siguiente, la Fiscalía General de Venezuela investigó al periódico, alegando una supuesta publicación de información falsa y solicitando que Reyes revelara sus fuentes.
Tras este episodio, Reyes cofundó, a través de una campaña de crowdfunding, el sitio independiente Efecto Cocuyo, junto con las periodistas Laura Weffer y Josefina Ruggiero. Reyes lideró a un equipo de periodistas de este portal que, en colaboración con un grupo de colegas de El Tiempo (Colombia) coordinado por Ginna Morelo, recibió el Premio Gabo 2018 - categoría Cobertura por ‘Venezuela a la fuga’, un trabajo que logró reflejar el aspecto más humano de la crisis migratoria de Venezuela y contar historias que van mucho más allá de las estadísticas.
En esta entrevista con Red Ética, Reyes habla acerca los retos para ejercer el periodismo —independiente y de cualquier índole— en Venezuela, y sobre cómo se puede cubrir con ética y rigor el éxodo venezolano.
¿Cómo era la situación de la libertad de prensa en Venezuela en 2015, cuando nació Efecto Cocuyo, y cómo la compara con lo que sucede en 2018, durante este proceso de desmantelamiento de la prensa libre en el país?
En 2015 la libertad de prensa ya estaba gravemente deteriorada. Años atrás, en 2007, habían cerrado Radio Caracas Televisión, les habían quitado las concesiones a más de 35 emisoras de radio con el supuesto lema de la ‘democratización’, para darle espacio a más gente en las emisoras radiales y acabar con un supuesto monopolio.
También habíamos sufrido los ataques de los círculos bolivarianos a distintos periodistas. A raíz del golpe de 2002 hubo muchísima confrontación con los dueños de medios de comunicación y el Gobierno, y ya la situación estaba muy, muy deteriorada.
A eso se sumó que entre 2013 y 2014 empezaron a comprar medios impresos, que eran la última ventana que había de periodismo independiente. Compraron los dos grandes medios impresos en venezuela y los medios regionales comenzaron a ser comprados por gobiernos locales.
En 2014 yo era directora de un medio que se llama Diario 2001. Tenía dos años en el cargo y dije: “En cualquier momento vienen por este medio”, y si yo quería seguir haciendo el periodismo que quiero, tenía que buscar la manera de abrirme paso.
En general se comenzaba a respirar un clima de muchísima presión con ataques muy directos por parte, en este caso, de Maduro. Incluso en el caso mío pidió cárcel por un titular que no le gustó y nos abrió una investigación la fiscal Luisa Ortega por presunta conspiración. Ya ese era un estilo que había impuesto Chávez antes, de atacar a los medios, a los periodistas. Yo había recibido varios ataques de Chávez en su momento, pero Chávez nunca había pedido cárcel para un periodista, lo cual sí hizo Maduro.
Por ahí ya se veía el talante con el que Maduro pretendía manejarse en los medios: con grupos de gente que compraba los medios, sin que supiéramos quiénes eran esos grupos, y cambiaban la línea editorial. Es como si le hubieran lanzado una granada fragmentaria a las grandes redacciones.
¿A qué movidas ha recurrido el periodismo independiente venezolano para seguir informando con veracidad e independencia?
El periodismo independiente de Venezuela se ha refugiado en el espectro digital. Todavía sigue habiendo espacio allí. Además hay algunos medios independientes, algunas voces que quedan en radios independientes: Radio Fe y Alegría que me encanta porque tiene una vocación comunitaria y está en casi todo el país. En televisión no hay ninguna. Realmente no hay espacios de crítica real en la televisión.
Entonces, lo que hemos hecho muchos periodistas es acudir a la creación de medios, como en el caso de nosotros con Efecto Cocuyo. Lo hizo también Armando.info. En otros casos hay otros medios digitales que, si bien tienen algún soporte empresarial o de alguna ONG, los periodistas que lo lideran tienen una alta influencia en la línea editorial .
¿Qué clase de ataques ha sufrido Efecto Cocuyo para impedir su ejercicio periodístico?
La difamación y aquello que llamamos psicoterror. Difamación por parte de funcionarios, de cuentas públicas. Incluso del presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, que nos saca constantemente en su programa de televisión, insultándonos.
Luego, los ataques en protestas de oposición que sufrimos en 2017. Llegaron a rodear a nuestros reporteros, pidiéndoles identificación, diciendo que eran infiltrados. Incluso a mí también me pidieron identificación.
Recientemente tuve un caso fuerte de acoso por parte del Gobierno. Al publicar en Twitter una información bastante fuerte a la que yo había tenido acceso, el SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional) empezó a manejar la posibilidad de detenerme para revelar la fuente.
¿Cuál es el periodismo qué cree usted que debe hacerse en Venezuela?
El periodismo que se debe hacer en Venezuela es en parte el que estamos haciendo. Es un periodismo independiente porque muchos no tenemos que recurrir a todas las conversaciones y transacciones que se hacen en una redacción tradicional, donde tienes que pasar a convencer a un editor, y luego el editor tiene que convencer al jefe, y luego el jefe tiene que convencer a una instancia corporativa. En este caso somos muy libres de hacer las cosas.
Sin embargo, por supuesto, adolecemos de la estructura industrial periodística en sí misma, porque, bueno, la industria periodística en Venezuela está en jaque. El periodismo libre en Venezuela es una especie en extinción. Si bien muchos periodistas estamos haciendo periodismo, hay mucha gente que se tuvo que ir del país, muchos equipos de periodistas que fueron desmantelados prácticamente porque en los equipos de investigación cada uno se fue para otro lado. Muchos de los que trabajamos en una sola redacción ahora estamos en distintos medios.
La fuerza periodística y esa inteligencia colectiva que se crea para tener acceso a distintas fuentes e informaciones, eso se está perdiendo como también se pierde la correa de transmisión de la práctica periodística, que es lo que pasaba en una redacción tradicional.
¿Qué rol debe jugar el periodismo colombiano para que el mundo logre un mayor entendimiento de lo que sucede en Venezuela?
El periodismo colombiano en sí mismo yo sé que es un reto, pero lo primero que yo sugeriría es explorar no solo en las historias, sino evitar caer en los estereotipos, porque es un proceso que Colombia no había vivido como país receptor, y que Venezuela nunca había vivido la experiencia de ser país de migrantes.
Incluso, debemos evitar caer en estereotipos positivos que generen un efecto halo sobre quiénes somos o por que estamos migrando. La migración venezolana se está convirtiendo en un proceso muy complejo porque no solamente se han ido del país académicos, intelectuales y un sector muy bien formado, sino que están emigrando personas de los sectores pobres y además con una diferencia cultural muy fuerte, que es que, nos guste o no, la cultura venezolana de Gobierno es de una política paternalista. Se espera que el Estado tenga una serie de responsabilidades con los ciudadanos, y el ciudadano a su vez no está tan formado en algunos casos para reconocer cuáles son las responsabilidades frente a la sociedad y frente al Estado.
Es muy fácil caer en estereotipos como “estos venezolanos que vienen aquí están esperando que les den todo” o “nos quitan los empleos”; o en casos que me parecen terribles vinculen a las venezolanas con la industria de la prostitución y que, en vez de ver cómo esas venezolanas pueden ser víctimas de trata, las vinculan con otro tipo de situación.
Primero hay que comprender el proceso venezolano para contar las historias y explicar por qué están pasando estas cosas en Venezuela y cómo esto afecta a Colombia.
¿Qué mensaje les entregaría a los periodistas que han decidido no abandonar Venezuela para que sigan buscando la verdad?
Irse del país es una decisión de vida que no critico ni cuestiono porque ya sabemos la situación en Venezuela cómo es y todo ser humano tiene derecho a buscar una vida mejor.
Traigo a colación algo que me dijo una persona en el extranjero: si todos los periodistas se van, ¿quiénes contarán las historias? Yo creo que eso es el reto que tienen muchos periodistas, como muchos en el equipo de nosotros y otros periodistas que han decidido quedarse; incluso algunos que han estudiado fuera del país y han regresado a Venezuela para hacer la carrera de periodistas.
Creo que lo importante es comprender que en un ambiente hostil no solamente buscamos la verdad, sino que nos tenemos que proteger de distintas maneras: protegernos del riesgo físico, de sufrir algún tipo de agresión, y protegernos del riesgo emocional.
Por otro lado, en esa búsqueda de la verdad también tenemos que estar muy conscientes de nuestros sesgos: vivir la crisis en Venezuela como la estamos viviendo todos —incluidos los periodistas— también afecta cómo nos aproximamos a la cobertura de procesos.
Eso tiene sus ventajas y creo que una de ellas es que nos hace ser más empáticos a la hora de buscar las historias; la desventaja que tiene es que también estamos envueltos en la crisis: también sufrimos la falta de medicamentos, también vemos cómo nuestros familiares y nosotros mismos nos vemos obligados a hacer colas, a no tener transporte público para ir al trabajo, a protegernos de la inseguridad. Estamos dentro, no como extraños, sino como participantes de todo este proceso.
Sobre el Programa de Ética Periodística
Este evento hace parte del Programa Ética Periodística desarrollado por la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano -FNPI-, en alianza con Bancolombia y SURA. El programa busca abrir espacios de reflexión y debate, así como proponer referentes sobre los cambiantes desafíos éticos que enfrentan los periodistas en un contexto de profundas transformaciones de la práctica, el negocio y la función social del periodismo.
Bancolombia y SURA creen en el periodismo ético, responsable e independiente, que contribuye a construir una sociedad mejor informada, más incluyente y democrática. Por eso son aliados de la FNPI en el reconocimiento y la promoción de buenas prácticas que permitan, desde la ética, fortalecer un oficio vital para el desarrollo sostenible de América Latina.