Las dos caras de la “crónica selfi” en tiempos de crisis 
3 de Octubre de 2022

Las dos caras de la “crónica selfi” en tiempos de crisis 

Mónica González escribe sobre el uso y abuso de la primera persona en el periodismo, un recurso que puede estar al servicio de la historia y de las narrativas que salvan vidas, al denunciar los hechos que hacen crujir la democracia, pero que también se puede convertir en una herramienta innecesaria para el buen periodismo.

Por: Mónica González, miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo, defensora del lector del periódico El Faro y fundadora del Centro de Investigación e Información Periodística (CIPER), con sede en Santiago de Chile.

A fines de agosto pasado la Fundación Gabo dio a conocer El Hormiguero, radiografía inédita a uno de los fenómenos que está provocando cambios de alto impacto en el acceso a la información, en los medios de comunicación tradicionales, en la forma de hacer periodismo y en las audiencias de América Latina. La irrupción de 1.521 medios nativos digitales identificados en 12 países -Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Perú y Venezuela- es el registro de una exhaustiva investigación liderada por el periodista y académico colombiano Germán Rey, miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. 

Este fenómeno ha cambiado la oferta informativa y el desafío ético del periodismo en la región. Porque mientras asistimos a una férrea arremetida autoritaria o claramente dictatorial de algunos regímenes en Latinoamérica, el buen periodismo no ha bajado los brazos y ha sorteado censura, acoso y corrupción para informar veraz y oportunamente a los ciudadanos. Dos condiciones del acceso a la información pública para que el periodismo cumpla su función de fiscalizar al poder. 

En países como Cuba, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Venezuela, sus gobiernos han identificado al periodismo independiente como el enemigo a asfixiar o claramente a eliminar, provocando en algunos de ellos situaciones extremas. No es casualidad entonces que El Hormiguero registre en 2021, precisamente en tres de esos países, el mayor surgimiento de nuevos medios digitales. 

Pero esa ofensiva contra el buen periodismo no se ha limitado a esos países. La democracia cruje, su remezón traspasa fronteras y las amenazas contra la libertad de expresión se multiplican en otros países en donde el acceso de los ciudadanos a la buena y oportuna información está siendo permanentemente obstaculizada por autoridades corruptas y el crimen organizado que buscan imponer la opacidad -o el silencio- para sus actos y transacciones.

De esa realidad se desprende otro de los datos que revela la investigación de El Hormiguero y que muestra la respuesta de los periodistas: poco menos de la mitad (48%) de los nuevos medios nativos digitales latinoamericanos han sido creados en los últimos cinco años, y un 23% entre uno y tres años. A pesar de su corta vida, muchos de estos nuevos medios se han convertido en sus respectivos países o comunidades en referentes de periodismo de calidad y alto impacto. 

Quizás una de las aristas que más destaca en estos nuevos medios digitales y su vigorosa oferta informativa es cómo desmenuzan la ruta de la muerte que asola a algunos países de Latinoamérica. En México, con el seguimiento que hacen periodistas avezados a familiares que hoy recorren rutas recónditas de ese país rastreando bajo tierra, en cuarteles y casas abandonadas por el narcotráfico. Basta leer esta crónica del medio digital Animal Político para entender la magnitud del drama de miles de familias que deben asumir la búsqueda de sus desaparecidos 

Aún resuena la cifra de 100 mil desaparecidos (desde 2006) en México que arrojó una investigación de otro de esos nuevos medios digitales convertidos en referente de calidad y veracidad: Quinto Elemento Lab

Otro tanto hacen periodistas en Nicaragua para develar la represión desatada por la dupla en el poder (Ortega- Murillo) y las duras condiciones en las que mantiene en prisión a periodistas y figuras de oposición. En ambos casos es una carrera contra la muerte. Y el buen periodismo va a la cabeza.

O en El Salvador, donde el presidente Bukele intenta violentar el Estado de Derecho postulándose a una reelección que la ley no le permitía, lanzando una cruzada contra las pandillas mientras pacta con ellas tras bambalinas o interviniendo la composición del Poder Judicial. Y todo ello cuando en paralelo arremete contra el buen periodismo e inicia un ataque frontal contra el diario digital El Faro a cuyos directivos y periodistas acusa de lavado de dinero y complicidad con las pandillas que asolan su país. 

En todos estos medios destacan el coraje, uso de herramientas de investigación y trabajo en equipo para hurgar y develar negocios y transacciones ocultas entre el poder económico y el político; las nuevas narrativas de los conflictos sociales y abusos de poder, diversos métodos y combinación de formatos para visibilizar a colectivos discriminados por décadas y combatir la discriminación. Y también emerge la preocupación por darle espacio a la interacción con las audiencias.

Un telón de fondo es casi similar para estos más de mil quinientos medios digitales y los periodistas y profesionales que en ellos trabajan: enfrentar simultáneamente la censura y acoso, la crisis derivada de una pandemia global y la crisis económica que sigue acrecentando sus tenazas. Como bien lo revela El Hormiguero, “más que nunca los nativos digitales han escenificado la importancia que tiene lo económico en la calidad de sus medios”. 

Factor indispensable de la calidad es la credibilidad. Un bien escaso pues la ira de los ciudadanos en muchos de nuestros países contra la elites y políticos también alcanza al periodismo. Y con razón. Muchos medios han dejado de salir a terreno a buscar las historias, sus orígenes y efectos; así como han obviado nombres y rostros de la represión y/o corrupción, haciéndose cómplices de la impunidad. 

El desafío ético en este punto no es solo aplicar rigor, evitar la complicidad con el poder oculto y el silencio y sortear la censura. También es entender que la calidad y credibilidad de nuestras historias dependerá de qué protagonistas harán el hilo conductor de nuestras historias, el foco que permitirá dimensionar el nicho específico de sus orígenes y efectos para provocar impacto y, por cierto, de cómo narremos y qué imágenes o videos escojamos, entre otros factores. 

Es aquí donde nos encontramos con un ingrediente de la oferta periodística cada vez más frecuente: el abuso de la primera persona en la crónica o el reportaje y/o relato en prensa escrita, televisión y radio. 

El engaño de la objetividad

Martín Caparrós es uno de los más importantes cronistas de América Latina. Integrante del Consejo Rector de la Fundación Gabo, sus talleres sobre libros periodísticos han marcado a decenas de buenos periodistas. Y en ellos muchas veces ha defendido el uso de la primera persona, al igual que la elección de la palabra precisa. Al finalizar hace pocos días su tarea como jurado de una de las categorías del Premio Gabo 2022, dice: 

—Yo siempre defendí el uso de la primera persona en la crónica, que no tiene siquiera obligatoriamente que ser una primera persona gramatical, pero sí que se vea alguien que mira y cuenta. Básicamente la defendí porque me parecía que se oponía a eso que hicieron durante mucho tiempo todos los grandes diarios y medios de prensa: pretender que no había nadie que contara. Por lo tanto, vendamos el viejo mito de la objetividad. ¡Cómo si pudiera haber objetividad!.

Caparrós es enfático al describir el engaño de la “pretendida objetividad”:  

—Siempre hay un sujeto que cuenta. El sujeto puede manifestarse o no, pero cuando no se manifiesta y pretende que no existe, nos están engañando. Nada puede ser contado si no hay alguien que cuenta, y nuestro trabajo es justamente ser ese sujeto y elegir qué es lo que vale la pena ser contado o no. Y no es engañar a nadie; ese es nuestro trabajo: discernir qué vale la pena contar. El uso de la primera persona lo hace manifiesto y muestra, por lo tanto, que eso que se cuenta allí no es la verdad por excelencia, sino una mirada entre las tantas posibles sobre aquello que se está contando. Deja abierto un espacio de intervención, de reflexión. Todo esto para decir que yo siempre estuve muy a favor del uso de la primera persona como un gesto político que atacaba esa hegemonía de los grandes medios. Y también atacaba esa manera de engañar a quien lee pretendiendo que es una crónica objetiva. 

Haciendo un punto aparte importante, Caparrós acota:

—Al mismo tiempo, siempre he dicho que uno de los peores errores que puede cometer un cronista es confundir el escribir en primera persona con escribir sobre la primera persona. Y últimamente está lleno de gente que escribe sobre la primera persona: escribe sobre sí mismo. Está lleno de gente a la que me dan ganas de decirle: “no te pongas por delante de lo que me estás contando; lo que me importa es lo que me estás contando, no lo que a ti te pasa en medio de todo eso”. 

En su conclusión, el autor de El Hambre, uno de sus libros que ha sido recibido con premios en España e Italia y ha tenido repercusión en muchos países, cita a otro cronista: Juan Villoro, autor mexicano ganador del Reconocimiento a la Excelencia Periodística del Premio Gabo2022

—Efectivamente hay una tendencia al abuso del yo, lo que mi amigo Juan Villoro, el gran bautizador, llamó “la crónica selfi”. ¿Viste que en la selfi lo primero que se ve es el tipo que hizo la foto y detrás está todo lo demás? Esta “crónica selfi” lo primero que te muestra es a sí mismo y después, casi por casualidad, aquello que yo debiera contarte. Me parece un mal de estos tiempos del que deberíamos cuidarnos. 

¿Narcisismo o cercanía con las audiencias?

Una vez que hemos escuchado la voz de Martín Caparrós dejemos que la experiencia en la profundidad y costuras del periodismo del líder de la investigación El Hormiguero, Germán Rey, nos hable de lo que recogió sobre el uso del yo en los nuevos medios digitales nativos:

—Uno de los temas que he encontrado en la exploración de los medios nativos digitales en América Latina es otra comprensión del yo, de lo subjetivo, en las nuevas prácticas periodísticas. Esta comprensión se diferencia del distanciamiento que se tenía en el periodismo anterior, basado en la organización y contextualización de los hechos, que marcaban la pauta de las noticias, el sentido de los acontecimientos. Ahora hay una implicación mayor de la subjetividad, lo que para algunos puede significar una exageración de la presencia individual, o inclusive, una forma criticable de narcisismo.

Germán Rey resalta el cambio en relación con las audiencias: 

—Las grandes incidencias de otros tiempos ahora toman una proporción menor, pero quizás más efectiva: se trata de tener influencias acotadas, efectos más pequeños pero reales en diferentes comunidades. Posiblemente las variaciones del yo en el periodismo están relacionadas con el abandono de las audiencias vistas como población-objetivo, como target, para transformarlas en grupos más cercanos, comunidades más localizables geográficamente o en la red. Y en ese acercamiento, el yo se manifiesta de manera más directa y menos temerosa.

Y concluye con una apreciación que nos debiera hacer reflexionar:  

—Todo ello ha sido posiblemente aumentado por la transformación que han traído las tecnologías al periodismo de nuestros días, aunque no solo por ello. Ahora es mayor la autonomía de los periodistas para producir información y distribuirla, y más grande su escepticismo frente a valores tradicionales del periodismo que están siendo puestos en cuestión, como la objetividad e imparcialidad. 

Y si de medios digitales hablamos nada mejor que buscar la voz del fundador del primer diario digital de América Latina hace 24 años: El Faro de El Salvador (se fundó el 25 de abril de 1998). El destacado periodista Carlos Dada ha estado a la cabeza de un diario que ha develado los casos de corrupción más importantes de gobiernos de posiciones antagónicas, hasta llegar a Nayib Bukele y su arremetida autoritaria contra la democracia y los medios independientes. También es el autor de la principal investigación sobre el asesinato de un ícono en el continente en la defensa de los derechos de los más vulnerables: monseñor Óscar Arnulfo Romero. La reconstrucción que hizo Dada del día en que lo mataron (23 de marzo de 1980) después de su homilía en la que clamó «¡Cese la represión!», es una pieza periodística de culto. Aquí va su opinión sobre el abuso del uso del yo:

—La primera persona elimina al narrador anónimo y omnipresente. Se sincera con el lector y le dice yo vi, yo conversé, yo escuché. Yo soy tus ojos y soy tus piernas en este camino. Te llevo por donde anduve. La condición necesaria de la primera persona en el buen periodismo es que sea útil en función de la historia. Lo contrario, cuando la historia se pone en función del yo, es una estafa.

Contar lo que viene: cómo cruje la democracia

Pareciera que cuando la democracia cruje y las instituciones se ven sobrepasadas es cuando el periodismo saca sus mejores capacidades y virtudes. En situaciones extremas, como las que vive Venezuela, en donde la realidad deja poco espacio a la imaginación, es interesante constatar el poco uso de la primera persona en los mejores trabajos que resultaron finalistas de la XII Edición del Premio IPYS Venezuela

Lo que viene en América Latina impone rigor, buscar cómo sea la información que nos ocultan y escamotean y una narrativa de excelencia. Una ética clave, pues la falta de información puede significar la pérdida de vidas. La carencia de datos confiables y que sean provistos a tiempo para informar a la población, impide no solo proteger a los ciudadanos sino también investigar y fiscalizar a los poderes que operan frente a diversas emergencias. Como lo describe otro medio digital, el Centro de Periodismo Investigativo (CPI) de Puerto Rico: “el desgobierno durante y después del paso del huracán Fiona demuestra que sin transparencia gubernamental, carecemos de herramientas para que la ciudadanía enfrente las consecuencias de un desastre natural, que se exacerba por la incompetencia política. Puerto Rico sigue sin acceso a la información ante los desastres”.

En el camino de la democracia que cruje en América, un hito especial lo constituye la elección de la Cámara de Representantes y una parte del Senado de Estados Unidos, el próximo 8 de noviembre. Está por verse si Donald Trump y su grupo en el Partido Republicano logran tomar el control del Congreso estadounidense. 

Para entonces es probable que no haya concluido uno de los juicios relevantes del último tiempo en ese país: a Stewart Rhodes, fundador del grupo extremista de ultraderecha Oath Keepers y a cuatro de sus integrantes, todos acusados de conspiración sediciosa. Uno de los más graves delitos contra la democracia estadounidense que se cometió el 6 de enero de 2021 cuando el grupo protagonizó un asalto al Capitolio para impedir por la fuerza la transmisión del poder a quien había ganado las elecciones: Joe Biden. El hasta ese momento presidente Donald Trump se negó a dejar la Casa Blanca y acusó fraude en las elecciones. Este 27 de septiembre se inició la selección del jurado para un juicio que hará historia.

El buen periodismo tiene trabajo y grandes desafíos por delante. El uso y abuso de la primera persona tendrán un rol en esas narrativas de lo realmente importante. De lo que los ciudadanos necesitamos saber para poder decidir y actuar.

 

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