Relatoría del taller virtual 'Desplazamiento forzado: cómo cubrir el caso centroamericano', con Ginna Morelo y Óscar Martínez
11 de Noviembre de 2020

Relatoría del taller virtual 'Desplazamiento forzado: cómo cubrir el caso centroamericano', con Ginna Morelo y Óscar Martínez

¿Migrantes o refugiados? ¿Cómo protegemos una fuente que huye de la violencia? ¿Existe la posibilidad de una agenda centroamericana? Estas fueron algunas de las cuestiones planteadas en este taller organizado por la Fundación Gabo y Acnur.
Captura del taller virtual, dirigido por Óscar Martínez y Ginna Morelo.
Alberto Pradilla

En 2014 cerca de 64.000 menores no acompañados procedentes de Centroamérica alcanzaron la frontera entre México y Estados Unidos. Pedían ser recibidos alegando que sus casos estaban amparados por la legislación internacional. Cuatro años después, en octubre de 2018, miles de personas procedentes en su mayoría de Honduras, Guatemala y El Salvador (aunque también de Nicaragua) atravesaron México con el objetivo de alcanzar Estados Unidos. Las caravanas fueron otra cara de un éxodo que habitualmente se desarrolla en clandestinidad. Ambos casos son dos ejemplos de un flujo migratorio que no se ha interrumpido en décadas: el tránsito de los centroamericanos hacia Estados Unidos. 

Las características del éxodo se han adaptado a los tiempos: desde cientos de personas subidas a lomos de La Bestia, el tren que recorre México de sur a norte, hasta familias cruzando a pie el río Suchiate, que separa México de Guatemala, para ser repelidos por la Guardia Nacional. El flujo cambia, pero no se detiene. Actualmente existe una multiplicidad de razones: desde quien deja su hogar para buscar una vida mejor al norte del Río Bravo hasta quien huye con lo puesto por amenaza de pandillas como el Barrio 18 y Mara Salvatrucha (MS-13), grupos criminales que operan en Guatemala, Honduras, El Salvador, sur de México y Estados Unidos. Los factores que explican la huida son múltiples y no excluyentes. 

El taller virtual 'Desplazamiento forzado: cómo cubrir el caso centroamericano', impartido por los reporteros Ginna Morelo y Óscar Martínez, y organizado por la Fundación Gabo y Acnur, abordó junto a 12 periodistas de América Latina diversos aspectos de la cobertura de la migración y la búsqueda de refugio en Centroamérica. El debate saltó desde lo más básico, las razones que llevan a huir a los centroamericanos, hasta cuestiones más específicas sobre cómo desarrollar nuestro trabajo: cuidado de fuentes, técnicas narrativas, la necesidad de buscar una agenda centroamericana o qué temas están todavía pendientes en una cobertura que no se detiene. 

¿De qué huyen los centroamericanos? ¿Son refugiados o migrantes?

En los años 80 del siglo XX, miles de centroamericanos huyeron a causa de las guerras que asolaron Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Entonces era fácil reconocerlos como refugiados y así eran tratados por México y Estados Unidos. La situación cambia con la llegada de la paz a los diferentes países. En un contexto de debilidad estatal y deportaciones desde Estados Unidos cobran fuerza las pandillas Barrio 18 y Mara Salvatrucha (MS-13) y la violencia se desata. Honduras, Guatemala y El Salvador se convierten en tres de los países más violentos del mundo y miles de personas se ven obligadas a huir nuevamente. La mayoría lo hace, en primer lugar, dentro de su propio país. Luego, al dar por imposible su supervivencia por la facilidad del agente persecutor de detectarlo nuevamente, optan por Estados Unidos.

Según cifras de Acnur, el Triángulo Norte de Centroamérica registra al menos 790.000 personas desplazadas, entre los que se contabilizan refugiados y solicitantes de asilo. A ellas se les suman los más de 100.000 nicaragüenses que pidieron protección tras las protestas y la represión desatada a principios de 2018. 

“Es impresionante, es una pequeña subregión y nadie pensaría que es uno de los focos de desplazamiento”, explicó Giovanni Bassu, representante de Acnur para Centroamérica. Cuatro países centroamericanos (Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua) están en la lista de los diez que más solicitudes de asilo generaron durante el pasado año.

Muchas de estas personas, guatemaltecos, hondureños, salvadoreños o nicaragüenses que se vieron obligadas a abandonar sus casas trataron de alcanzar Estados Unidos. Sin embargo, los datos de Acnur reflejan que 535.0000 de ellos se quedaron en la región o en México.  

En Centroamérica hay dos casos diferenciados que explican el desplazamiento forzoso. Por un lado, la violencia en el Triángulo Norte de Centroamérica. Por otro, la represión desatada en Nicaragua tras las protestas de abril de 2018. Estos segundos cabrían mejor 

La definición de refugiado viene marcada por la convención de Ginebra de 1951 y la declaración de Cartagena, de 1984, que amplía el concepto. Según este último tratado, se considera refugiado a “toda persona que vea amenazada su vida, seguridad y libertad como resultado de violencia generalizada, ocupación o agresión extranjera, conflictos internos, violaciones masivas a los derechos humanos y otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden público, en su país de origen o residencia habitual”.

Según esta definición, los centroamericanos que huyen deberían tener garantizado su derecho a la protección internacional. Sin embargo, no siempre es así. La aplicación de estos tratados depende de los Estados y, en muchos casos, de quién esté en el poder en cada momento. A pesar de cargar con historias terribles a sus espaldas, son las propias personas que huyen las que tienen que pelear en una corte de justicia estadounidense su derecho a la protección internacional. 

“Existe una diferencia entre migrar y huir”, explicó Óscar Martínez. Hacía referencia al momento de hacer las maletas, más planificado para quien marcha por motivos económicos, y atropellado y urgente para quien busca salvar la vida. 

En este contexto, es relevante la clasificación de “Emergencia Humanitaria Compleja” realizada por Ginna Morelo, quien la define como “un tipo de crisis humanitaria causada por la combinación de múltiples factores políticos, económicos y socioculturales que impacta gravemente todas las formas de vida y ámbitos de la sociedad”.

Entre sus factores:

  • Debilitamiento, quiebre o fragmentación del Estado
  • Fortalecimiento de la economía informal bajo la articulación de redes clandestinas.
  • Conflictos civiles con implicaciones internacionales.
  • Hambrunas y epidemias.
  • Aumento de la pobreza.
  • Migraciones forzosas causadas por la necesidad de ayuda o por persecuciones políticas, religiosas o étnicas. 

¿Qué evitar antes de empezar la cobertura?

En opinión de Óscar Martínez, la cobertura sobre desplazamiento forzado en Centroamérica se ha centrado más en cuestiones coyunturales que en sus dinámicas estructurales. Además, plantea varios retos a la hora de abordar nuestro trabajo.

1. Evitar la vocación lacrimógena

No se trata de no tener una prosa eficaz, sino de evitar un relato de buenos y malos, con víctimas absolutas y victimarios absolutos. No simplificar sino complejizar. Huir de la historia de la mujer que está llorando en la vía del tren sin decir quién es, qué le llevó allí y qué explica su contexto.

2. Evitar el periodismo de paracaidismo

Para comprender es imprescindible un trabajo previo. Y esto se consigue a través de horas de conversaciones, lecturas, investigación de escritorio. Porque, de lo contrario, uno puede llegar a un lugar y no saber dónde se encuentra, jugando toda su cobertura a la posibilidad de que algo ocurra. Hay que entender la “razón expulsora”. No se puede resolver todo con una respuesta de brocha gorda como “huyen de las pandillas” sin comprender que la violencia de cada pandilla puede ser diferente dependiendo del lugar. O que una víctima puede ser a su vez victimario. 

3. Evitar el ombliguismo

No se puede hablar únicamente de mis refugiados, de mi contexto nacional. Estamos ante un fenómeno transnacional. Por ejemplo, es imposible comprender la tragedia desde México sin haber visitado Centroamérica. En este punto, no se puede olvidar que Centroamérica no es solo expulsor, sino también receptor. Y que quienes llegan desde otras partes del mundo a esta pequeña subregión reciben el mismo maltrato que luego los centroamericanos recibirán cuando se ponen en ruta. 

“Estamos ante movimientos altamente crecientes, que están cambiando el mapa y nos están haciendo preguntarnos cosas”, afirma Ginna Morelo. La reportera colombiana recuerda que “estamos frente a un desafío mayor que contar el drama de quien se va. Estamos frente a escenarios que transforman los territorios en el ahora y en el presente. Y esto nos obliga a plantear distintas narrativas”.

Tres fenómenos que combatir: el odio, el miedo y el egoísmo compasivo.

¿Qué queremos contar?

¿Por qué queremos contar la historia de un sicario? Explica Óscar Martínez que en muchas ocasiones se ha encontrado con periodistas que le cuentan que han contactado con una persona que se dedica a matar gente. Y que él les pregunta: ¿qué es lo que quieres contar? La respuesta es fundamental. Porque si no, corren el riesgo de quedarse en la anécdota. 

“Han dado con un qué, pero no con un por qué. Cuando nos enfrentamos con iconos es muy fácil que el qué nos deslumbre y el por qué se nos olvide. Por eso estamos llenos de escenas con muy poco sentido”, explica.

Hay una cuestión clave. Debemos saber qué es lo que queremos contar y sus porqués para no caer en la enumeración y el vicio de simplificar las cosas. 

Un ejercicio básico antes de ponernos en marcha: elaborar nuestra tesis. Qué es lo que queremos contar. Una idea que nos hemos formulado con lecturas, estudio, debates, conversaciones. Luego, en el terreno, será el momento de refutar lo que traíamos pensado de casa. Primero, una hipótesis sólida. Después, corroborarla. 

“El proceso es importante para contar historias que tengan sentido, el periodismo es la ejecución de un plan”, explica Martínez. 

A la hora de prepararnos para el reporteo: no nos vayamos de safari. No hagamos una petición de lista de la compra sin entender cuál es el terreno al que vamos a desplazarnos y qué es lo que vamos a encontrarnos, como plantea, en un texto en Altaïr, el antropólogo Juan Martínez. 

Una vez que sabes qué quieres contar y por qué es el momento de establecer las escenas. Ese será el momento en el que veas si algunas de las partes que estás planteando son un despropósito. “La intelectualización descarta escenas. Si hay escenas que no tienen que ver con el objetivo, son prescindibles”, dice. 

Intelectualizar es saber qué es lo que estamos buscando y por qué. 

En el momento de sentarnos a escribir, Óscar Martínez nos lanza cuatro avisos.

  1. Tener cuidado con las hipérboles. No convirtamos nuestros párrafos en un video lacrimógeno de Facebook. 
  2. Cuidado con saturar con escenas extraordinarias. En historias de desplazamiento y violencia es lógico encontrarnos con escenas violentas. Pero es imprescindible introducir también momentos de cotidianeidad. Los periodistas no creamos marcianos. La gente real juega a las cartas, se hace bromas. Debemos reflejar lo cotidiano, como en este reportaje fotográfico de Donna de Cesare sobre los barrios en los que tienen presencia las pandillas. 
  3. Tratar de no entregar a los lectores cosas que ya saben.
  4. Revisar la primera persona. Si no es imprescindible, si no tiene un sentido, eliminémosla. 

Para que el proceso sea completo Ginna Morelo nos hace una recomendación ineludible: volver. Volver a los lugares y a las personas, un periodismo de ida y vuelta que, de algún modo, imite el tránsito de los migrantes, que también es de ida y vuelta. 

Cuidemos a las fuentes: antídotos no aptos para periodistas despiadados

“Podemos dificultar la vida de las personas o ponerlas en riesgo”, explica Óscar Martínez. Hablamos de personas que huyen, que vienen de contextos muy violentos, que están en peligro o que han dejado a su familia en el peligro del que escapan.

Plantea el reportero dos casos prácticos: el de una televisión que internacional que entrevista a unos pandilleros en San Salvador y termina poniendo en riesgo la vida del fixer y de los mismos entrevistados. Otro, el de un periodista que escribe sobre un alcalde de Honduras y pone una diana sobre otro alcalde completamente distinto por elaborar una descripción que se parecía demasiado al segundo, a quien jamás conoció en persona. 

Lo que escribimos tiene consecuencias y para evitar poner en riesgo a nuestras fuentes (o a nosotros mismos), es imprescindible entender el contexto.

También hay otra opción, en opinión de Martínez: no tener compasión, que te importe más la nota que la fuente, que te encuentres cavilando cómo publicar lo que alguien te dijo explícitamente que no hicieras. Si te ves en ese caso, “eres alguien despiadado, malintencionado y puedes terminar matando a alguien”. 

Para no poner en riesgo a nuestras fuentes, los reporteros Óscar Martínez y Ginna Morelo sugieren cinco claves.

1. Permanecer

“Permanecer es un antídoto para proteger a las fuentes y no cometer errores”, dice Martínez. Permanecer es una forma gentil de obtener honestidad. Solo si permaneces puedes construir una premisa honesta. La permanencia te ofrece sus frutos poco a poco, es el antídoto para entender a las fuentes, para no meterlas en problemas. Otro problema es que generalmente no hay recursos para permanecer. Pero eso corresponde a la sección de quejas habituales de los reporteros.

2. Ser honestos

Al ser honesto el reportero explica su propósito y le permite romper barreras de desconfianza. La honestidad es lo que permite construir relaciones de confianza con las fuentes. Es en ese momento en el que la persona sabe que puede confiar en ti cuando comienza una relación sólida. 

3. Decir “no” es siempre una opción

No contar y no poner el nombre de la fuente es siempre una opción. Incluso cuando ella insiste en que no hay problema, la decisión sigue siendo del periodista. 

4. Conocer la legislación

Cuando alguien nos comparte su historia es importante saber que no podrán usarla en su contra. Si una persona que está presa te hace una revelación, pero luego puede que se construya un caso en su contra, debes conocer la legislación. 

5. Respetar a las fuentes y su contexto

Este antídoto resume una forma de actuar fundamental: trata a las fuentes con respeto, con honestidad, sin mentiras, comprendiendo sus circunstancias. 

Recordemos que los migrantes afrontan diversos problemas asociados a su tránsito como la xenofobia, los problemas de planificación financiera, la dificultad de adaptación-integración y el acceso a la salud o la posibilidad de contagio de enfermedades. 

Construyendo una agenda centroamericana

“La coyuntura moldea las agendas”, dice Ginna Morelo, y esto nos obliga a ser más creativos. A veces miramos hacia el desplazamiento forzoso ante una denuncia, una fecha conmemorativa o un éxodo, pero no se mantiene la cobertura de forma sostenida. 

Ante estas dificultades, la reportera plantea la construcción de una agenda centroamericana. Para ello, planea unas claves:

  • Ver en clave de derechos humanos: migrantes y refugiados los tienen. ¿Cuáles son los derechos humanos violentados? ¿Cuáles son los colectivos más vulnerables?
  • Dar una mirada atrás. Revisar los episodios históricos de las migraciones del país donde vives y formular nuevas preguntas. Buscar campos que no se están trabajando ahora. 
  • Si la migración es un derecho y no un delito, ¿cómo evitar caer en los temas que estigmatizan y vulneran los derechos de migrantes y refugiados? Fundamental es el lenguaje. No caer en la victimización. No es sencillo, cuando hablamos de algo reiterativo. 
  • Preguntarse de qué delito pueden ser víctimas los refugiados.
  • Juntarse con expertos para estudiar

Propone Morelo la posibilidad de poner en marcha proyectos colaborativos a nivel centroamericano. Y recuerda trabajos que se han realizado en la región como Venezuela a la fuga o Migrantes de otro mundo, ejemplos de coberturas desarrolladas entre medios de diversos países que permitieron publicar trabajos con una profundidad que un solo equipo habría tenido grandes dificultades para llevar a cabo.

En el trabajo de construcción de agenda, unas pautas:

  • Salir de las redes sociales para ir con los migrantes a vivir sus necesidades. Así podrás reformular las preguntas sobre los servicios a los que tienen derecho.
  • Evitar caer en el infierno de lo igual al relatar sus historias.
  • Crear redes de periodistas que estén haciendo estas coberturas.
  • Estudiar las narraciones de los migrantes, de los académicos, de la sociedad receptora, para construir un relato con múltiples miradas.
  • Cuando te asumas listo, pensar en la necesidad de contar

Tareas pendientes

Antes de terminar, un repaso a lo que, para Óscar Martínez, son asuntos pendientes en la cobertura de los desplazamientos forzosos en Centroamérica.

Uno es el olvido de los actores políticos, de las personas que toman decisiones en despachos que afectan a la vida de aquellos que están en tránsito. “Esto pasa porque las fuentes de terreno son tan potentes y sus historias tan desgarradoras que parece que no necesitamos nada más”, dice el reportero. En su opinión, la disociación entre el terreno y los despachos es un error. Por ejemplo: la decisión del gobierno mexicano, tras las caravanas, de que los centroamericanos “vuelvan a migrar forma discreta, fugaz y anónima”. Esa manera genera violaciones, secuestros, asaltos, crimen organizado masifica. 

La ausencia de documentos es otra de las carencias. “Son temas altamente políticos, donde la corrupción es campante y los documentos son oro puro. Los documentos sirven para hacer verosímil el relato de una persona. Pueden ser denuncia antes de huir, una foto de la casa que le quemaron, la carta que escribió a mano para decir que se iba o un documento oficial. Documentos son piezas raras, pero son perlas cuando los encontramos”, explica. 

Por último, Martínez reconoce que se “cubrimos poco el desplazamiento interno en Centroamérica”. Salvo excepciones como el flujo de nicaragüenses hacia Costa Rica, hay pocos reportajes que narren los movimientos tanto al interior de los países como de un país de Centroamérica al otro. 

Sobre Ginna Morelo (Colombia)

Reportera de asombro inacabado y editora. Reciente ganadora del Premio Gabo 2018 por su trabajo Venezuela a la fuga. Es autora y coautora de seis libros y manuales sobre conflicto, memoria, narrativas de paz y medio ambiente. Cofundadora de Consejo de Redacción, la organización que promueve el periodismo de investigación en Colombia. Ganó el Premio Ortega y Gasset en 2016, en 2018 fue elegida la Periodista del Año por el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar y recientemente obtuvo el Premio a la Excelencia Periodística de la SIP. Tiene una amplísima experiencia como ponente e instructora en diversos eventos periodísticos en el mundo. Ha sido tallerista, maestra de talleres nacionales e internacionales de la Fundación Gabo. 

Óscar Martínez  (El Salvador)

Fue coordinador del proyecto En el camino y miembro fundador del proyecto Sala Negra, de El Faro, dedicado a periodismo de profundidad en migración, violencia y crimen organizado. Es autor del libro de crónicas Los migrantes que no importan. Es autor de A History of Violence, coautor del libro Crónicas negras, desde una región que no cuenta. En 2008 recibió en México el Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez. Es premio Nacional de Derechos Humanos por la Universidad José Simeón Cañas y ganador del Maria Moors Cabot y premio internacional a la libertad de Prensa otorgado por el CPJ ambos en 2016.

Sobre el taller virtual ‘Refugiados y migrantes: ¿cómo cubrir el caso centroamericano?’

Fue organizado por la Fundación Gabo y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) para 12 periodistas de América Latina y tuvo lugar entre el 5 y el 16 de octubre. El taller estuvo dirigido por la periodista colombiana Ginna Morelo y el periodista salvadoreño Óscar Martínez.

 

 

 

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