¿Podemos ser independientes con el auspicio de grupos económicos?
8 de Abril de 2021

¿Podemos ser independientes con el auspicio de grupos económicos?

La periodista chilena Mónica González analiza las preguntas más recientemente recibidas en nuestro Consultorio Ético. Mónica hace equipo con la periodista colombiana Yolanda Ruiz, quien responde a las preguntas a través de un nuevo pódcast que se publica cada dos semanas.
Fotografía: Vladimir Solomyani en Unsplash. Usada bajo licencia Creative Commons.

 

Por: Mónica González, miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo, defensora del lector del periódico El Faro, y fundadora del Centro de Investigación e Información Periodística (CIPER), con sede en Santiago de Chile. 

 

Terminó marzo de 2021. Hemos pasado ya un año viviendo en un túnel que a los ojos de Latinoamérica se hace cada vez más letal y obscuro. Con más de 2 millones 900 mil víctimas del virus en el mundo, y la pobreza que se multiplica impregnando con su huella de violencia nuestras ciudades y pueblos, imposible sustraerse. Y aquí estamos, estirando manos, piernas, brazos, ojos, oídos y todos nuestros sentidos para salir a recoger lo que ocurre allá afuera. Haciendo como se puede, donde se puede y en los formatos posibles el buen periodismo que la emergencia y la crisis múltiple nos imponen.

Lo peor, la sensación de que todo lo que hagamos es poco para la magnitud de la crisis. Lo mejor, el trabajo en equipo: permite descubrir dónde están los grupos multiprofesionales serios que buscan sin reposo la población más vulnerable que necesita una inyección a la vena de ayuda estatal; el equipo que nos revela a los héroes de los servicios de salud que sin tregua mantienen unidades de tratamiento intensivo en pie, salvando vidas. Ese equipo que muestra también dónde están los que sacan provecho de la pandemia, de la vulnerabilidad extrema. Y en el epicentro, aquellos que trafican con las vacunas contra el covid-19. 

Por ello, auscultar los intereses que mueven los hilos ocultos de esta pandemia es un imperativo ético. Así como identificar a quienes buscan silenciar el buen periodismo, cooptarnos, censurarnos, asfixiarnos. Es parte de la esencia y dignidad de esta profesión. Eso fue lo que aprendimos de Gabriel García Márquez. La ética no es una herramienta que el periodista enarbola cuando le acomoda (o conviene). Nos acompaña siempre.

Tomemos la ruta de las consultas. La primera se relaciona directamente con la independencia del trabajo que hace el equipo y el Consejo Rector de la Fundación Gabo; y con lo que se hace en todos nuestros talleres y seminarios y que mantiene viva la mayor red de periodistas de Iberoamérica. 

Los lazos de la Fundación Gabo con los Grupos SURA y Bancolombia

“Leyendo en CIPER Chile una interesante columna sobre los desafíos y dilemas éticos del buen periodismo de Mónica González, como integrante del Consultorio Ético de la Fundación Gabo, vi al final de ésta que existe una alianza entre la Fundación Gabo con los grupos SURA y Bancolombia. Me asalta la duda de la influencia que estos grupos pudieran tener en el ejercicio ético, precisamente, del buen periodismo. Demasiado conocido en el mundo es el poder de los grupos económicos (bancos, aseguradoras, etc.) para influenciar en lo que informan (o desinforman) los medios de comunicación. ¿Qué tanta independencia tendrá entonces Fundación Gabo si tiene una alianza con estos importantes grupos? Sólo soy un ciudadano a quien le interesa mucho el buen periodismo y me surgió esa inquietud. Gracias y que estén muy bien.” 

Una pregunta clave para todos quienes trabajamos en periodismo y sobre todo, en periodismo de investigación. Responderé por lo que sé, por mi experiencia. Conocí y me vinculé a esta fundación desde la periferia hace 16 años. Mi primer taller de periodismo de investigación lo di en 2009 en Panamá y desde entonces no he dejado de dictar talleres, charlas, seminarios, participar y/o liderar equipos de investigación de corrupción y del tráfico ilícito entre la política y el poder económico, además de tener presencia activa en cada uno de los encuentros de periodismo que cada año organiza la fundación, primero en Monterrey (México) y desde 2013 en Medellín (Colombia). 

En todos estos años, nunca he recibido ni un solo “consejo”, “recomendación” o “llamado de atención” por los hechos de corrupción -con nombres de empresas y sus dueños, así como los de gobernantes y políticos corruptos que han recibido prebendas- que he relatado en las varias decenas de eventos organizados por la fundación, así como en mis exposiciones en los festivales anuales. Tampoco supe nunca que alguno de los exponentes o participantes fuera censurado o motivo de una queja por parte de los auspiciadores SURA y Bancolombia. En los eventos en que me topé con sus directivos solo escuché palabras de apoyo para el periodismo investigativo que cada año se premia y que saca a la luz lo peor de la corrupción que ha asolado nuestra tierra. Y la reafirmación de la importancia de que ese periodismo exista y se desarrolle. El periodismo que fiscaliza e interpela al poder político y económico. 

Es importante resaltar que esa actitud de absoluta libertad y respeto por el periodista y su trabajo la observé y la viví estando Gabriel García Márquez vivo y siempre presente entre nosotros, y luego cuando Jaime Abello, la Junta Directiva y el Consejo Rector de la Fundación tomaron el timón para preservar el legado de Gabo.

Esa es la actitud que corresponde de quienes deciden auspiciar y apoyar el inmenso trabajo que realiza esta fundación manteniendo viva la huella que dejara su fundador. Sin lugar a duda SURA y Bancolombia también han ganado prestigio en esta alianza que no tiene nada de espuria. No hay blindaje en este auspicio. Basta ver la nómina de maestros de la Fundación para asumir que nunca ninguno de ellos se dejaría censurar o cambiaría una línea de su trabajo por imposición exógena. Esa es la libertad que se vive en la Fundación Gabo. Y no es un regalo.

¿Por qué? Porque el respeto hay que ganárselo. ¿Cómo? Con rigor y verdad, con trabajo, sin agregar ceros a los robos, ni hechos turbios a los que sí acontecieron; sin agregar muertos, sin inventar torturas ni tener como objetivo botar presidentes, ministros o jefes militares o policiales; sin transar información por dinero. Chequeando diez veces los datos clave; sabiendo que nunca se roban y se hacen propios datos que otros investigan y estando dispuestos a excusarnos cuando nos equivocamos. Sabiendo separar la ficción de la no ficción. Siendo decentes, veraces, dignos. 

Si los trabajos que la Fundación Gabo premia cada año en su Festival (de los más de mil que llegan) no fueran lo mejor del periodismo iberoamericano; si no llevaran el sello de excelencia que les otorga el pasar por tres tamices de jurados idóneos; si algunos de sus autores no hubieran librado no una sino decenas de batallas con autoridades políticas, judiciales y/o económicas que buscaron demostrar que mentían y no lo consiguieron, no tendríamos ningún auspicio, tampoco talleres y menos una red de periodistas que hoy se despliega por toda Iberoamérica con nuevas herramientas para auscultar el poder en nombre de la democracia y la libertad. De todo ello están al tanto tanto SURA como Bancolombia.

Todos los medios necesitan de qué vivir. Durante muchísimo tiempo fue el avisaje el que mandó. Y sí, se cometieron múltiples aberraciones en nombre de la batalla por el dinero de la publicidad. Por ejemplo, jamás investigar y menos denunciar a la mano que te da de comer. Compra de blindaje se le llamaba. Pero ya nada es igual. Nosotros podemos hacernos respetar: construir alianzas en pequeña escala ya no para manipular o esconder delitos o beneficios obscenos, sino ganar nuevas audiencias haciendo buen periodismo.

De ‘hampones’ y gobiernos de turno

Por eso es importante la consulta que nos hace llegar un periodista independiente de Barranquilla (Colombia), Carlos Antonio Herrera Delgáns: “¿Puede tener independencia para informar un periodista de un medio de comunicación cuyo dueño es un emporio económico, afecto al gobierno de turno?”.

A primera vista pareciera difícil. Porque de una u otra manera, y sobre todo en la información económica, si desmenuzas alguna medida del gobierno vas a topar con los intereses de ese grupo financiero. Pero no es imposible. Un requisito previo para que, a pesar de las dificultades, el trabajo fluya, es que el editor esté consciente de los conflictos de interés y no trate de disfrazar la censura con cualquier excusa banal, como es habitual que ocurra. Sincerar en la sala de redacción esos conflictos, las presiones, los peligros, es un buen camino para buscar atajos para el buen periodismo. Para hacernos fuertes y demandar respeto desde una posición profesional.

En esta misma línea argumental cobra valor la pregunta que nos hace un colega argentino que prefiere guardar en reserva su identidad: “¿Desde cuándo la mentira se volvió un instrumento válido para hacer periodismo?”.

La mentira en el periodismo es tan vieja como el hilo negro. Lo único que hoy importa es que, a diferencia de ayer, nos enfrentamos a una máquina de construir mentiras. La construcción de falsas noticias y el aparataje que se utiliza para su difusión tienen como objetivo debilitar al máximo la democracia, las instituciones y la fe pública. De allí la importancia de enfrentar esa verdadera fábrica de falsas noticias con buen periodismo. 

Cuando la democracia cruje, como ocurrió hace poco en Estados Unidos, estamos frente a un peligro cierto que nos exige incluso cuidar el lenguaje. Como lo planteó el 19 de marzo una periodista colombiana: “La periodista Vicky Dávila de la revista Semana entrevistando al precandidato Gustavo Petro le dijo ‘hampón’ dos veces en referencia a su pasado guerrillero. ¿Es esto ético?”.

El término “hampón” es eminentemente despectivo. Si queremos aludir a su pasado guerrillero y a los delitos que cometió, podemos hablar de ello sin necesidad de recurrir a la palabra “hampón”, salvo que queramos descalificarlo sin dejar espacio para la reflexión y la respuesta. Si hubo Acuerdos de Paz en Colombia -que tanto costaron- fue precisamente para poder dibujar un futuro en común. Con ese tipo de descalificaciones, será difícil: atrinchera, divide, acera a dos bandos en pugna.

El fin y los medios

Atingente es la pregunta que plantea Carlos Hernández Vázquez, desde Madrid (España): “Buenos días, Sra. González. Estoy trabajando en un reportaje sobre ‘fake news’ y me gustaría preguntarle: en periodismo, aunque sea para lograr algo que beneficie a todo el mundo, ¿el fin justificaría los medios? Muchas gracias por su atención”.

La consulta de mi colega español me dejó por largo rato reflexionando. Y es que no estamos en tiempos normales. La vida de miles -millones de seres humanos- está en juego y es entonces donde los que tienen mayores privilegios sacan a relucir su poder. Y es ahí donde las normas éticas se relajan. Porque, por ejemplo, muchos podrán decir que es mejor no saber o callar/ocultar cuáles son las cláusulas secretas que firmó un gobierno al negociar con un laboratorio farmacéutico la obtención de las codiciadas dosis de vacunas. Eso es exactamente lo que está ocurriendo en casi todo el mundo en estos precisos momentos. 

¿Y si entre lo que un gobierno entrega, además de suculentas partidas de dinero, están datos personales de gran parte de la población de ese país cuyo destino irá a parar a fines desconocidos? ¿Y si entre lo que se entrega está la posibilidad de hacer ensayos clínicos -muchas veces letales- con parte de la población carcelaria, recluida en sanatorios o viviendo en zonas rurales apartadas de ese país? ¿Y si el gobierno decide entregarle a esa empresa farmacéutica materiales para la fabricación de drogas sintéticas a cambio de vacunas anti covid-19?

No, no es un guión de ciencia ficción. Puede ser por ahora, pero en meses próximos, en un año o dos habrá revelaciones que a todos nos impactarán sobre estas mismas cláusulas. En tiempos en que la vida de las personas está en juego, cuando se ha desatado una verdadera guerra entre países y mafias diversas por obtener la tan ansiada vacuna, la disyuntiva que plantea el colega madrileño es brutal. Pero si soy fiel a mis valores humanistas no debiera perder mi norte: no hagas a nadie lo que no quisieras que te hagan a ti. 

Llego al final. De lo peor de estos meses ha sido la sensación de tener que estar en varios frentes a la vez. Y eso obliga a estar muy atentos, a no bajar la guardia. Eso incluye el cuidado personal y de los que queremos. Sí, escribimos, narramos, filmamos esta bitácora impregnada de miedo: a contagiarse, a que se mueran los que queremos y yo sea la culpable, a equivocarnos, a no encontrar a los que trafican con las vidas de los más vulnerables, a no explicar bien que hay que cuidarse, a no haberte dicho cuánto te quería, a no poder contar cómo será la vida cuando saldremos del túnel. Escribimos la historia venciendo nuestro propio miedo. Nuestra historia. Para que nunca se olvide. Y eso sí es ético.

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Más columnas de Mónica González: 

• El motor ético del buen periodismo en la nueva batalla por la vida

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El Consultorio Ético de la Fundación Gabo es un espacio en línea que desde el 2000 ha brindado orientación a periodistas, reporteros, editores, profesores y estudiantes de periodismo de Iberoamérica sobre los dilemas éticos que día a día se presentan en el ejercicio periodístico. Este servicio ha sido posible gracias a la alianza de la Fundación Gabo con los grupos SURA y Bancolombia, con sus filiales en América Latina. 

 

 

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