Introducción
Cuando uno escucha las palabras periodismo de investigación se vienen a la cabeza imágenes de papeles y documentos secretos que revelarán las tramas más ocultas de algún caso de corrupción o de espionaje. Pero parece algo alejado del periodismo de todos los días, como un reducto de la información reservada para unos pocos, cuando en realidad hacer periodismo de investigación es apenas un método de trabajo. No importa el tema que uno elija, cualquier historia puede ser materia prima para hacer periodismo de investigación, ya que, en los ojos de Jon Lee Anderson, se trata de llegar hasta el último detalle de lo que se escribe.
La principal inquietud de los participantes del taller era obtener herramientas para construir historias, principalmente aquellas que les permitiera descubrir cómo investigar mejor los temas. En su gran mayoría, y esto fue destacado por Anderson, las propuestas buscaban descubrir temas de una fuerte índole social. “Es una riqueza ver que encontraron historias tan ricas y que encuentran 15 o 20 piezas que son las que no se han contado en Panamá”, dice Anderson.
Durante tres días, 18 periodistas descubrieron con el maestro norteamericano una nueva forma de acercarse a sus historias, una nueva manera de presentarla ante el público con un mayor impacto. También debatieron un tema que preocupa a todos: hacia dónde va el periodismo. Llegaron a la conclusión de que sea cual sea el formato, las crónicas bien contadas y con sustento y rigurosidad seguirán siendo lo que la gente quiera leer. No solo los 140 caracteres de un “tuitazo”.
Palabras clave: periodismo, investigación, crónica, reportaje
“¿Por qué estás en esto?” Durante el primer día de trabajo, Anderson y los talleristas pusieron sobre la mesa temas sensibles de su profesión. Se respondieron una de las preguntas más complejas: ¿Por qué estás en esto? Y el sinfín de cuestiones que surgen en un momento donde, según Anderson, “tenemos que plantearnos qué estamos haciendo como periodistas”. Su diagnóstico fue cruel. “¿Cómo salir de esa ratonera y hacerlo bien cuando uno sabe que por falta de recursos o por falta de rigor o inclusive de audiencia, lo estamos haciendo de manera muy superficial. ¿Cómo incidimos? El periodista sí cambia las cosas”.
Las menciones a Donald Trump y las consultas sobre cómo hacer periodismo bajo su administración fueron permanentes. Anderson les mostró que esa es su mayor preocupación hoy en día y que “los medios están en guerra contra Trump”. “Estamos ante un Donald Trump que orina todos los días sobre la profesión. ¿Cómo hacemos para que la profesión perdure por sobre un presidente que impone la agenda diaria mundial con un ‘tuitazo’? Los esfuerzos visibles en los grandes medios son hacer periodismo de investigación, como aquí se hizo con los Panama Papers”.
Los talleristas desde el primer momento se interesaron por saber cómo hizo muchos de sus reportajes, cómo construyó sus historias y cómo recopiló toda la información que luego convirtió en reportajes. “Me llaman cronista en América Latina, suena como los frailes que acompañaron a los conquistadores. Sí, creo que es adecuada, pero también es válido que uno es investigador. El periodismo ha de ser investigativo, si no, no es periodismo”.
La lucha por la elección de la cobertura de temas que hacen los medios, el futuro de la prensa escrita sobre papel y los casos de corrupción en Panamá -sobretodo durante el gobierno del presidente Ricardo Martinelli-, el amiguísimo entre los dueños de medios y los políticos que frenan la investigación de ciertos temas, ocuparon también parte de la charla del primer día. Esto último le preocupa a Anderson, pero les envío un mensaje a no flaquear. “Tienes que crear nuevos elementos, si no llegas a través del diario, la radio, la plataforma o la tele, tienes que inventar la forma de que llegues. El periodismo puede ser actuado, hablado, pero la cuestión es contar las verdades y encontrar la forma de ser escuchado”.
En varios de los talleristas se vio la preocupación por verse en situaciones donde no pueden investigar sobre determinados temas por orden de la dirección de su medio. Anderson además les recordó su experiencia en países centroamericanos donde la guerrilla atenta permanentemente contra los periodistas y su trabajo. Aún en ese contexto difícil siguieron haciendo periodismo por el convencimiento de un bien mayor y que sin él la situación sería aún peor. “Tenemos que seguir haciéndolo aunque nos sigan matando”.
“Las historias que nunca se contaron”
“Yo sé que hay razones por las que no se han contado estas historias en Panamá. Disimulemos que estas limitantes no funcionan y pensemos cuáles son las historias que el periodismo no ha dicho”. Anderson se llevó una grata sorpresa con las historias que presentaron los talleristas, algunas ya en fase de producción y otras en la etapa de planificación. Corrupción vinculada al gobierno y Odebretch, la afectación a la salud de los químicos que se usan en el cultivo de la caña de azúcar, un alcalde comprando tierras de forma irregular, el perfil de Frank Gehry, el negocio de la muerte, cómo funciona el país de los abogados, y el financiamiento de los grupos religiosos fueron algunos de los temas en que trabajaron.
Sobre esa base, Anderson dio consejos prácticos para enfrentar la inmensidad de las historias y la sensación de que es inabarcable para un periodista al momento de iniciar la investigación. “Hacer un organigrama de las escenas, esos momentos multisensoriales, no es solo una entrevista” y “la obsesión por saberlo todo y querer saber más, buscar datos, preguntar, preguntar y preguntar más”.
También cómo abordar a los personajes que aparecen en la historia. A través de relatar cómo elaboró sus reportajes en la Venezuela de Chávez, la Cuba de Fidel o recientemente con una pieza sobre los líderes de las FARC, Anderson les mostró que “en el terreno hay que entregarse a lo que surja, uno no pone las condiciones”.
Y que una vez esté el material “la clave está en cómo presentarlo al lector” porque “hay que entretenerlo”. “Hay que usar mañas en el buen sentido” y “cómo arrancas es fundamental por eso deben ser creativos sin ficcionalizar”.
“Un reportaje tiene que ser para que la sociedad tome cartas en el asunto”
La mirada y la experiencia de Anderson les brindó a los talleristas conocimiento y las herramientas que buscaban para poder desarrollar sus crónicas. La segunda jornada consistió en tomar las propuestas de cada tallerista y trabajar las estrategias desde allí. Su recorrido por el mundo y el no ponerse barreras para lo que quiere hacer fueron inspiradores. Como en el caso de la tallerista Leila Nilipour, que escribe sobre la afectación de salud en las comunidades de la Costa Pacífica del interior de Panamá por el cultivo de caña de azúcar. Anderson le mostró que no alcanzaba con los casos específicos de la localidad sino que para que sea realmente completo fuera al pasado a ver si no haba personas con la misma enfermedad en Brasil o Cuba, lugares donde llegó la caña de azúcar hace cientos de años.
Además de cómo enriquecer un reportaje con más información, Anderson también hizo énfasis en el texto y por eso controló que se animaran a escribir diferente. “La voz, mi voz, es el resultado de tantos años probando cosas nuevas” y varios se animaron a, por ejemplo, comenzar su reportaje con el relato de una historia personal en lugar de la definición del tema.
El lado humano, las historias de vida, las penas y alegrías puestas en una persona de carne y hueso son lo que, según Anderson, dan mayor cercanía al público con la historia y desde allí se pueden sentir identificadas para pedir que determinada situación cambie. No es lo mismo contar cuántas personas están afectadas por los agroquímicos que se usan para el cultivo de la caña de azúcar que conocer las historias de vida de esos trabajadores y cómo viven con la enfermedad, cómo los afecta en su familia. Por eso, para Anderson, “un reportaje tiene que ser para que la sociedad tome cartas en el asunto”.
El tercer día estuvo dedicado a que los talleristas trabajaran el desarrollo de sus historias y así tener un comienzo en la jornada del viernes. Anderson volvió a insistir en la necesidad de atraer al lector y que el único tiro que tiene un reportaje es el arranque, entender que no tienen que ser cosas contrapuestas los datos puros y duros con las historias de vida y les propone ver sus trabajos como escenas.
Conclusiones
Los cuatro días de taller con el maestro Anderson dejaron las bases para que se siga desarrollando el periodismo de investigación en Panamá. Las herramientas dadas, si son aplicadas, permitirán que los trabajos lleguen al fondo de los problemas sociales y a desarrollar más investigación en torno a los gobiernos y sus negocios. Lo esencial es que quedó instalada la idea de que “todo periodismo debe ser de investigación, si no, no es periodismo”.
Y también Anderson logró transmitir, en la medida de las posibilidades que brindan períodos de trabajo tan cortos y con grupos numerosos, una manera diferente de escribir y presentar los reportajes. La clave está en contar una historia, en mostrar a través de vivencias el tema que se está relatando, los detalles que atrapan al lector y que lo llevarán a seguir leyendo en una era donde la “política del tuitazo” quiere ganarle terreno al periodismo.
Sobre el maestro
Jon Lee Anderson ha recorrido el mundo detrás de los conflictos que han marcado la historia en las últimas décadas. Cuando pocos miraban a Latinoamérica, puso los ojos en Ernesto “Ché” Guevara y escribió su biografía “Una vida revolucionaria”. La lista de perfiles se completa con Fidel Castro, Gabriel García Márquez, Augusto Pinochet, Charles Taylor, Iyad Allawi, el rey Juan Carlos, Saddam Hussein y Hugo Chávez.
Escribió otros libros que recogen sus trabajos por el mundo. “Inside the League” (1986) sobre la Liga Mundial Anticomunista financiada por Estados Unidos y sus vínculos con la formación con los escuadrones de la muerte en América Latina, “Zonas de guerra” (1987) que recopila testimonios de cinco guerras, “Guerrillas” (1992) sobre las guerrillas en El Salvador, Sahara Occidental, Gaza, Afganistán y Birmania, “La tumba del león” (2002) con su experiencia en la guerra de Afganistán, “La caída de Bagdad” (2004) sobre la guerra en Irak, “El dictador, los demonios y otras crónicas” (2009), una recopilación de sus crónicas, y “La herencia colonial y otras maldiciones” (2012) con crónicas suyas en África. Sus reportajes se han publicado en Financial Times, Le Monde, The Guardian, El País, las revistas Time, Gatopardo, Etiqueta Negra, SoHo, Malpensante y en The New Yorker, donde continúa escribiendo a sus 60 años.
Participantes: Leila Nilipour, Eliana Morales, José Arcia, Víctor Mojica, Adela Coriat, Marlene Testa, Ana Pinilla, Irlanda Sotillo, José Iván Ramos, Margot López, Errol Caballero, José González, Katiuska Hernández, Getzalette Reyes, Xavier Ucar, Maruja Royer, y Amalia Aguilar.