San Salvador, El Salvador, 11 al 14 de mayo de 2015
Organizadores: FNPI y El Faro
Introducción
El nombre del taller viene de una cita del maestro: “Buscar, buscar, buscar. Uno de los mayores atractivos de componer una crónica es esa obligación de la mirada extrema".
El taller La mirada extrema fue organizado por la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano –FNPI- y el periódico digital salvadoreño El Faro, en el marco del Foro Centroamericano de Periodismo que lidera ese diario. Durante los cuatro días de trabajo que duró el taller, 15 periodistas provenientes de 10 países buscaron historias locales y las escribieron pensando en las palabras de consejo y acompañamiento de Martín Caparrós.
Durante la semana que duró el taller, paralelamente, San Salvador se convirtió en un centro de discusiones sobre el oficio periodístico y las desigualdades de la región.
“Siempre es raro iniciar” dijo Martín Caparrós, rompiendo el silencio entre los asistentes al taller. Los talleristas, provenientes de Cuba, Argentina, Chile, México, Perú, Colombia, Venezuela, México, España y El Salvador se mostraron dispuestos a discutir sobre el género periodístico y trabajar temas sobre lo que pasa en un país con niveles tan altos de violencia y escribir sobre los derechos de las mujeres, la pobreza, la religión y la vida cotidiana de los salvadoreños.
Palabras clave: periodismo, crónica, narrativa, estilo, tono.
Sobre el maestro
Martín Caparrós es un argentino de dicción casi perfecta. Comenzó su carrera como periodista en 1973 en el diario Noticias. Estudió Historia y en Madrid escribió sus primeras novelas. Hasta 1983 vivió en Europa y obtuvo su licenciatura en Historia. Por su excelencia periodística ha recibido reconocimientos como el Premio Rey de España, el Premio Planeta y el Premio Herralde. Uno de sus libros se llama El Hambre y es una investigación sobre cómo y por qué hay gente que a duras penas vive y muere con hambre en el mundo.
La mirada extrema
¿Qué es la crónica?
Cuando el maestro rompe el silencio del salón diciendo que “siempre es raro iniciar” no miente. El taller de crónica comienza con una especie de ironía: nadie -Caparrós lo admite- sabe muy bien qué es la crónica o por qué la rodea un hálito de prestigio. “Partimos de la base de que no tenemos ni idea de qué estamos hablando. Me parece una base interesante. Pero al mismo tiempo nos entendemos, más o menos”, dice. Para dar una definición cercana, menciona el maestro, se puede decir que la crónica es un intento de contar algo en vez de dar cuenta de ello. Es pasar de la descripción anodina al relato.
Caparrós hace una broma y dice que mientras hace un par de décadas los periodistas tenían en el cajón del escritorio el borrador de una novela, ahora los periodistas tienen el borrador de una crónica. Esta broma le sirve al maestro para explicar el objetivo del taller: “Parece que una crónica fuera un gran cosa, tiene ese raro prestigio. Me interesa que salgan de acá no con la idea de hacer monumentos, sino de apropiarse de ciertas formas de trabajar que están bien desarrolladas en la crónica pero que se pueden usar para escribir treinta líneas sobre ‘x’ o cincuenta sobre la ‘y’”.
Como cronista, el maestro de la FNPI sabe que es reconocido por un estilo muy propio tras más de 42 años dedicado al oficio periodístico. Pero le pide a los talleristas que no se desanimen si sienten que no han encontrado su propio estilo, porque es algo a lo que con el tiempo se llega. Luego, recalca una de sus creencias en cuanto a la escritura: “Escribir es copiar. Está claro que todo lo que uno hace es copiado. Sabemos caminar porque vimos a los demás hacerlo. Todo aprendizaje es un proceso de copia, pero hay procesos de copia explícitos y voluntarios que uno puede hacer. Cuando uno escribe, lo que uno está haciendo es reflejar otras lecturas”.
Esa especie de reflejo más pronto que tarde debe empezar a desdibujarse, a mezclarse con otras disímiles y variadas y llevarnos a un estilo propio. El mérito, explica el maestro, está en creerse que uno sabe hacer las cosas y atreverse a escribir. Ir buscando maneras, ir saqueando formas de contar y después ver cómo van evolucionando hasta convertirse en música propia.
¿Es válido el uso de la opinión y la primera persona en un texto?
En algunas clases de periodismo y en algunas redacciones parece haber un miedo a utilizar la primera persona para contar algo en términos periodísticos. Por eso, el tema de la primera persona es bastante complejo.
Entre los talleristas se forma una discusión sobre cómo se debe opinar en un texto. ¿El periodista puede opinar? La voz más consensuada en el taller es que sí. Se puede opinar siempre y cuando el periodista esté contando algo que solo puede ser visto a través de sus ojos. Y jamás, cuando el periodista solo está buscando competir en el protagonismo con sus fuentes.
“Dejé de trabajar en esas cosas cuando empecé a trabajar con cosas en las que me parecía imprescindible pretender que no tenía opinión”, dice Martín Caparrós, como quien menciona un principio básico para su escritura. Luego da una especie de consejo de subjetividad en medio de un texto: “ Hay una forma de plantear la propia opinión que consiste en tratar de disponer las cosas para que el lector se forme una opinión lo más parecida a la propia.”
Toda nota y todo texto es una opinión. Así lo dice el instructor de mirada extremas. Y es que para él, todo texto está casi siempre escrito en primera persona porque todo texto es el resultado de lo que un sujeto decide que merece la pena de ser contado.
“El trabajo es subjetivo. Hay una persona que está aplicando su saber para decidir qué es lo que vale la pena. Al hacer eso está poniendo en juego su visión del mundo. Es un trabajo subjetivo también cuando se pone en tercera persona o supuestamente transparente, lo que pasa es que ahí se disimula”, dice Caparrós.
Consejos para iniciar un texto:
Durante todo el desarrollo del taller, el maestro dio ideas de qué se puede hacer para que los textos queden mejor escritos.
-Cazar escenas iniciales
Hay una frase famosa de Martín Caparrós que dice que “el cronista es un cazador de inicios”. El maestro se burla de sí mismo y de lo mucho que le repiten esa frase, pero la sostiene. Dice que al andar buscando las historias, es necesario pensar en los principios del texto, buscar qué servirá, qué será tan fuerte para ser un inicio potente: “Cuando estoy trabajando estoy todo el tiempo pensando ¿y cómo lo voy a empezar?, y sale un inicio y me quedo más tranquilo, y de repente aparece otro y si encuentro varios ya estoy contento.”
-Pensar en la importancia del título
Para Caparrós hay que repetirlo cuantas veces sea necesario, el título es lo más importante de un texto. “Sin un buen principio esas dos mil palabras es como si no existieran porque nadie va a leerlas”.
El maestro cuenta que los títulos son la cosa de un texto más fácil de discutir con los demás para dejarlo fijado. También cuenta que con los libros, siempre tiene un problema al titular, y es que piensa en el nombre del libro hasta el final. Excepto por una vez, la vez que inició el proceso de escritura de “Un día en la vida de dios”. Cuenta: “Un día estaba en casa leyendo y se me cruzó una frase “un día en la vida de dios” porque claro, dios no tiene ni vida ni dios, y me quedé pensando y dije cómo podría hacer para hacer un libro que correspondiera a este título”. Y lo hizo.
-El guión de un texto
Cuando a Caparrós le preguntan en el taller cómo hace para estructurar sus textos, el respondió que trabaja con un guión que va cambiando con el tiempo. “Lo primero que hago es como una lista de compras y cosas en las que me gustaría trabajar y cuando empiezo me doy cuenta que hay cosas que no las voy a conseguir y aparecen con cosas nuevas”, dijo.
Ese guión es la muestra de lo que un periodista ya tiene y lo que puede conseguir. Es lo que permite revisar lo que se va solventando a diario y la estrategia para ver por dónde seguir el trabajo. Caparrós hace la comparación del trabajo de un periodista al de un pintor. “Un pintor puede dar un paso atrás y ver su obra completa. Lo más parecido que un periodista tiene a eso es ver su guión”, señala.
-La toma de notas en campo
Después de cuatro décadas en el oficio de periodista, el maestro del taller considera que su método a la hora de tomar notas es un poco peculiar. “Cuando tomo notas o grabo notas no son apuntes para después escribir, ya intento escribir para el texto.”
Así en lugar de escribir: camisa blanca, pantalón negro, cielo gris, Caparrós escribirá cómo es que esas cosas existen en algún sitio. Y eso sirve porque el cómo está impregnado de la lectura que directa que se hace de las cosas. “En el momento en que uno está y ve lo que tiene adelante, la situación te inspira de otra manera. Yo pienso las cosas en términos de frases, otra gente las piensa de otra manera. Lo veo más en frases, habrá otra gente que lo piensa en imágenes”, dice el cronista.
“Como cuando vengo ya tengo una buena cantidad de texto, lo que tengo es que editarlo. Luego hay que suturarlo y coserlo con un tejido conectivo”, explica Caparrós.
-Dar información dentro de un lenguaje narrativo
Hay que recordar la importancia de dar datos, sin temer en romper un lenguaje más literario. El profesor anima a “pensar que en ese momento que uno da datos forman parte de un proceso narrativo”.
Así, para Caparrós, en la mayor parte de los casos parece decisivo que haya datos. “La diferencia entre un cuento y el periodismo es que hay que contar un cuento no solo que sea verdad, como decía Gabriel García Márquez, que sea mecanismo de la gota de agua. Contar situaciones que exceden por mucho la historia que estás contando.”, expresa el maestro.
¿Y cómo se muestra que la situación tan particular que está narrando el periodista logre excederse a sí misma? Con datos. Para abrir el espectro los datos son decisivos y hacen ver que esto no es una cuestión particular sino una parte de muchas historias posibles.
El cronista argentino cuenta cómo tener esta claridad ante la necesidad de los datos, es también una herramienta para hacer bien su trabajo. “El Hambre es el último libro gordo que hice. Pero me pareció que si me quedaba en eso (historias de gente que pasa hambre) me podía quedar en la pornografía de la miseria. La gente lo lee, se emociona y mirá qué buena persona soy que me emociono con eso, chau. La forma de evitar eso era unir a esas historias emotivas fuertes a datos y análisis para que esas historias abrieran la puerta a un intento de comprensión de por qué pasa, quiénes son los culpables”, dice Caparrós.
¿Cómo se encuentra el tono?
“En medio de una frase me pongo a contar las sílabas que tienen las frases, pero si veo que algo no suena como me parece que podría sonar, lo cuento con los dedos y son 12 sílabas y 12 es una amenaza, es como un endecasílabo que sobró, pero son chorradas. Eso es lo que arma la música de un texto. La música es lo que va armando, te va llevando”, con esa anécdota o secreto de escritura, el maestro del taller de crónica, cuenta cómo busca encontrar la música que vive dentro de las palabras de un texto.
El tono es otra cosa, dice. Y pregunta a los 15 periodistas:
-¿Ustedes qué entienden por tono?
-Es algo alto, algo bajo.
-Algo irónico, algo humorístico.
-La actitud que se toma ante algo
Martín responde que el tono es decisivo, que es lo que hace que dos temas sobre lo mismo sean radicalmente distintos, y al igual que con la palabra crónica, construye una definición que no le convence del todo: “Parece que es la actitud con la que entramos al texto, pero yo no he encontrado una manera de definirlo que me satisfaga.” El cronista también menciona que una de las cosas que más contribuyen a formar el tono es el tiempo que uno elige para contar.
¿Cómo se escriben los finales?
Esa es una pregunta que hace Martín Caparrós para luego comentar que le incomodan los finales redondos. “A veces cuando no hay más remedio lo hago, pero trato de desarmar el chan-chán. El chan-chán sería como un final que resume todo lo que viene antes y retoma el principio y le da una vueltita pero son trucos visiblemente tricos”. El maestro recomienda escribir finales pensando en la idea de un final que ponga en cuestión lo que sea leído y bromea: lo de la conclusión suena a que alguien se suba a un banquito y de una moraleja y eso se le deja a las fábulas.
¿Se debe hacer periodismo contra el público?
El maestro lee una lista de los temas más leídos en un medio escrito importante. Entre ellas, una noticia sobre el yogurt bifidu o cuenta con miles de clics y lecturas. Caparrós reflexiona: se solía decir que hacer periodismo es contar algo que alguien no quiere que se sepa y últimamente parece que es contar algo que alguien no quiere saber.
Hacer periodismo contra el público es, entonces, pensar los temas que se quieren trabajar en función de la propia voluntad del reportero. “No pensar en una demanda que o es imaginaria o está establecida por la cantidad”, dice Caparrós y hace hincapié en que el periodismo es una actividad de minorías cuando se habla del total general de una nación. “El primer error es buscar masividad con una actividad que no lo es y el segundo quizás, es no ser capaz de encontrar dentro de esa minoría el sector en el que se quiera comunicar.”
¿Sirve para algo el periodismo?
Martín Caparrós dice que hay que dejar de pensar en los resultados de los trabajos periodísticos, que hay que dejar de pensar en lo que podría o no podría aportar un texto al mundo y trabajar. Escribir. Borrar. Escribir y luego ver qué pasa. Si algo pasa, bien. Si algo no pasa, no se escribía para cambiar el mundo. Se escribía como una necesidad, como una búsqueda de un imposible en el que la mayoría del tiempo no se cree. Caparrós explica, que dejando de lado los cambios que el periodismo puede generar en las sociedades, los usos, pueden ser de otro tipo: “Uno de los privilegios de hacer lo que hago es que haya gente que quiera contarme su vida. El periodismo es una de las mejores experiencias para saber radicalmente del otro”. Y eso, a veces, significa entender al otro.
Crónicas producidas
José Fajardo, periodista español. Escribe para El Mundo, de España.
Su crónica fue sobre un personaje salvadoreño que se dedica institucionalmente a desenterrar cadáveres y buscar los esqueletos de los desaparecidos de El Salvador. El texto juega con los contrastes de un hombre de familia que parece estar fascinado por los símbolos de muerte.
Carolina Gamazo, periodista española. Ha escrito para Prensa Libre y Plaza Pública en Guatemala.
Inicialmente se propuso encontrar una historia para crónica en los juzgados de San Salvador, pero, en el segundo día del taller, descubrió que tenía zika. La fiebre la doblegó por un día pero el virus no le impidió estar presente para la discusión de los textos.
Gustavo Flores, periodista argentino. Escribe periodismo de deportes para El Diario de Hoy.
Escribió sobre el capitán del equipo de basquetbol para personas con movilidad limitada en sillas de ruedas. Su historia es una de tantas de migración y mutilación en las vías del tren viajando por México. A
Efren Lemus, periodista salvadoreño. Escribe para El Faro en El Salvador
Efren tenía conocimiento de una faceta que no se conoció en público de un expresidente salvadoreño ya fallecido. Lemus contó en su crónica cómo vivió sus días en la cárcel un expresidente que en público siempre se comportó soberbio.
Laura Solórzano, venezolana. Prodavinci.
A través de un sitio tan descuidado y viejo como el Zoológico Nacional de El Salvador, Laura hizo una crónica-metáfora sobre el país. Contó las condiciones en que viven los animales en exihibición.
Andro Aguilar, periodista mexicano. Escribe para Reforma en México.
Andro escribió sobre lo que significó el nuevo reordenamiento del centro histórico de San Salvador que desalojó a los vendedores informales de algunas calles. Relató las voces de la calle entre vendedores y abrió espacio para la pregunta: ¿Volverán el centro histórico a tener vida más allá del comercio?
Martín Dzienczarski, periodista argentino. Escribe en La Gaceta de Tucumán
La crónica de Martín fue realizada en torno a “La Cachada Teatro”, un grupo escénico de mujeres vendedoras del mercado de San Salvador, que gracias al proyecto, se presentan ante mujeres de todas las clases sociales.
Tatiana Navarrete, periodista colombiana. Escribe en VerdadAbierta.com
Tatiana realizó un trabajo sobre la memoria histórica en El Salvador y cómo los niños se acercan a ella. Visitó el Museo de la Palabra y la Imagen que recoge las versiones de la guerrilla sobre la guerra y visitó el Museo Militar El Zapato, que le rinde homenaje a militares acusados de masacres durante la guerra. Ahí vio cómo los niños escuchaban dos tipos de historias.
Nelson Rauda, periodista salvadoreño. Escribe para El Faro
Propuso una historia sobre fútbol y niños que se alejan de la violencia en espacios controlados por pandillas gracias al deporte, pero no encontró a los niños. Un día después Martín Caparrós le pidió que lo llevara a los juzgados de El Salvador e hizo su crónica observando cómo observa uno de los mejores cronistas latinoamericanos.
María Laura Ventura, periodista argentina. Escribe para La Nación
María Laura vive en España y cuando viajaba hacia El Salvador, conoció a una mujer que trabaja con realeza europea. Escribió su crónica sobre el viaje en el avión con una niñera de niños ricos que cruza el océano para ver a sus hijos no tan ricos en un país subdesarrollado.
Julia Azul Cordo, periodista argentina residente en Uruguay. Escribe para Semanario Brecha
Julia retrató en su crónica el estado de los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres en EL Salvador. Contó la historia de María Teresa, una mujer condenada a 40 años de cárcel por haber tenido un aborto espontáneo no provocado.
Gaspar Ramírez Carrasco, periodista chileno. Escribe en El Mercurio
La cripta de monseñor Oscar Romero está ubicada en el centro de San Salvador. Es un punto turístico desde antes de que lo nombraran beato. Gaspar hizo una crónica sobre lo que sucede alrededor de la tumba de uno de los símbolos de la guerra civil salvadoreña.
Yoel Suárez, periodista cubano. Escribe el Caimán Barbudo
La figura de Roque Dalton inspiró el texto de Yoel Suárez. En sus palabras recoge testimonios de uno de los hijos del poeta salvadoreño e imágenes de una parte de un país que sigue reclamando que se sepa la verdad sobre el asesinato de Dalton.
Rodrigo Cruz, periodista peruano. Escribe en El Comercio
La crónica que Rodrigo escribió es sobre el Hospital Nacional de la Mujer donde nacen los bebés de mujeres usualmente pobres y sin seguro médico. Logró retratar las situaciones de dos mujeres que dan a luz, una de ellas, ligada a las pandillas.
Arysbell Arismendi Velásquez, periodista venezolana, El Pitazo
En los juzgados de un país como El Salvador siempre hay mucho trabajo. Arysbell se detuvo en una audiencia de sentencia que tenía como imputado a un joven por extorsión. La periodista venezolana cuenta el desarrollo de una audiencia desde el inicio hasta el reencuentro del joven con su madre.