Aunque no existe ninguna evidencia científica sobre una relación sistémica entre las migraciones y una amenaza a la salud pública, la crisis mundial por el COVID–19 le dio un nuevo vigor a narrativas políticas y mediáticas que apuntan contra los migrantes como supuestos agentes de un empeoramiento de la debacle sanitaria y económica. En plena pandemia, los discursos discriminatorios contra los migrantes se montan sobre juicios preexistentes, que ahora se ven exacerbados por el temor generalizado al virus. Viejos mitos se solapan con otros nuevos, como la falsa idea de que los migrantes saturan los sistemas de salud de los países de destino.
¿Cómo podemos abordar los procesos migratorios desde el periodismo en ese contexto de pandemia y xenofobia amplificada? En el taller virtual ‘Cobertura de la migración y su vínculo con el desarrollo sostenible’, organizado por la Fundación Gabo y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y dirigido por la periodista venezolana Luz Mely Reyes,18 periodistas sudamericanos trabajaron durante dos semanas sobre algunas nociones indispensables para contar historias de migrantes en tiempos de coronavirus. A continuación,algunos de los conceptos fundamentales que los especialistas de la OIM compartieron durante el taller.
Los migrantes son más vulnerables al COVID–19
Aunque las poblaciones migrantes suelen ser jóvenes, diversas y saludables, y aunque en muchos casos los migrantes gozan de mejor salud que las comunidades de acogida, las condiciones que rodean a los procesos migratorios vuelven vulnerables a los migrantes frente al impacto del COVID–19. “Los migrantes enfrentan la misma amenaza por el virus que las sociedades de acogida, pero en muchos casos encuentran dificultades adicionales y específicas debido a sus circunstancias de vida”, dijo Aleksandar Arnikov, especialista regional en Migración y Salud para las Américas de la OIM. El acceso limitado a los servicios de salud, la vivienda en sitios superpoblados, las condiciones precarias de viaje y de integración, los empleos precarios y con licencias por enfermedad limitadas o directamente inexistentes son algunos de los problemas particulares que enfrentan los migrantes, y que no deberían soslayarse en las coberturas.
El acceso a la salud es un derecho humano
A la hora de reportear sobre el impacto de la pandemia en las vidas de los migrantes, hay que tener presente que la salud es un derecho reconocido en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en otros instrumentos jurídicos internacionales. No es posible cubrir migraciones sin un enfoque de DD.HH. “El goce de los más altos estándares en salud es uno de los derechos fundamentales de cada ser humano”, reza la Constitución de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y define a la buena salud en un sentido holístico que contempla no sólo la ausencia de afecciones o enfermedades, sino también el bienestar físico, mental y social. En el taller, Arnikov destacó que lograr una cobertura sanitaria universal que incluya a los migrantes está entre los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU. “Con la meta de ‘no dejar a nadie atrás’ y de construir sociedades más integradas e inclusivas, los gobiernos y agentes humanitarios deben atender las necesidades de salud de los migrantes para que reciban los servicios sanitarios que necesitan sin enfrentar deudas financieras”, subrayó el experto de la OIM.
Los migrantes hacen trabajos esenciales
Contra las narrativas que señalan a los migrantes como un presunto agravante de la crisis sanitaria, el periodismo tiene la oportunidad de contar historias sobre un amplio abanico de sectores esenciales de la economía que no frenaron durante la pandemia y en los que las poblaciones migrantes tienen una fuerte inserción como mano de obra. En los momentos más duros del confinamiento, muchas sociedades de acogida se valieron del trabajo de los migrantes, que quedaron en la primera línea frente al virus y más expuestos al contagio. Desde trabajadores de la salud hasta repartidores a domicilio, millones de migrantes le pusieron el cuerpo a la pandemia. “Sería interesante que esta crisis visibilizara la necesidad de una migración segura y responsable –dijo Roberto Gil Cancel Comas, especialista en Movilidad Laboral y Desarrollo Humano de la Oficina Regional de la OIM para América del Sur–. Muchos sectores esenciales no funcionan sin los trabajadores migrantes, lo cual ya es percibido por países que ofrecen facilidades para la regularización laboral. Ojalá esa sea la línea predominante pospandemia”.
Las restricciones fronterizas pueden ser contraproducentes
Si antes de la pandemia ya se registraban tendencias hacia el endurecimiento de las políticas migratorias en ciertas regiones, la crisis por el COVID–19 potenció las políticas fronterizas restrictivas. Frente a esa situación, las coberturas periodísticas deberían contemplar no sólo el impacto sanitario de las restricciones sino también sus efectos sobre los procesos migratorios, que en ocasiones pueden resultar negativos. “La gran inmovilización de flujos humanos a nivel global que provocó la pandemia redujo drásticamente los volúmenes de migraciones en términos cuantitativos –observó Ezequiel Texidó, oficial de Políticas y Enlace de la Oficina Regional de la OIM para América del Sur–. Sin embargo, los flujos no se frenaron por completo, sino que las trabas a la movilidad también desataron un cambio de tendencia cualitativo hacia mayores situaciones de migración irregular, sobre todo en ‘puntos ciegos’ de las fronteras terrestres”.
La pandemia también produce retornos
Tal como mencionó en el taller la maestra Luz Mely Reyes, directora y cofundadora del medio digital Efecto Cocuyo, “la migración siempre es una historia de ida y vuelta”. La crisis por el COVID–19 produjo un fenómeno migratorio particular, al que no se ha prestado suficiente atención desde el periodismo: miles de migrantes que estaban asentados en países de destino decidieron regresar a sus países de origen para estar cerca de sus familias y afectos, y/o en busca de seguridad económica en momentos de incertidumbre y desconcierto mundial. Reyes dio como ejemplo el caso de muchas migrantes jóvenes venezolanas que trabajaban como empleadas domésticas en el extranjero y que se quedaron sin empleo, por lo que volvieron a Venezuela. Según la OIM, contra los pronósticos previos de los especialistas, durante la pandemia no sólo creció la cantidad de retornos sino también las cifras de remesas: ante la crisis, los emigrados están asistiendo más intensamente que nunca a sus familias.