El debate parece nunca tener fin: ¿El periodismo es un oficio o una profesión? ¿El periodismo es igual a la comunicación social? ¿Cualquier persona puede ejercer de periodista? El mismo Gabriel García Márquez (QEPD) lo anunció en su célebre discurso, El mejor oficio del mundo, durante la reunión anual de la Sociedad Interamericana de Prensa en 1996: “La creación posterior de las escuelas de periodismo fue una reacción escolástica contra el hecho cumplido de que el oficio carecía de respaldo académico. Ahora ya no son solo para la prensa escrita sino para todos los medios inventados y por inventar. Pero en su expansión se llevaron de calle hasta el nombre humilde que tuvo el oficio desde sus orígenes en el siglo XV, y ahora no se llama periodismo sino Ciencias de la Comunicación o Comunicación Social. El resultado, en general, no es alentador. Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y en especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica”.
Otro que no ha estado nunca de acuerdo con este “matrimonio” es el periodista Daniel Samper Pizano, cuando, en un video chat en el marco del Hay Festival de Cartagena 2012, dijo: “Tengo la idea de que lo que siempre llamamos periodismo, en un momento dado se resolvió subirlo de estatus y ponerle corbata, entonces se llamó Comunicación Social. Pero en aras de una discusión razonable, es evidente que hay otra serie de carreras como la publicidad y las relaciones públicas que podrían considerarse Comunicación Social y, por tanto, serían hermanas del periodismo”.
Lo concreto es que, en 1998, el magistrado Carlos Gaviria Díaz (QEPD) argumentó que “los privilegios y aún los deberes éticos y jurídicos que al periodista incumben, derivan del ejercicio de su actividad y no del hecho contingente de poseer o no una tarjeta expedida por una agencia oficial”. Mediante esa sentencia (C-087 de 1998), la Corte Constitucional declaró la inexequibilidad de la Ley 51 de 1975, que reglamentaba el ejercicio del periodismo creando la tarjeta profesional. Desde entonces, ningún medio de comunicación del país exige una tarjeta que acredite o certifique conocimientos para contratar a sus periodistas. Ahora en las salas de redacción hay cada vez menos comunicadores sociales y más graduados de otras profesiones. Muchos creen que esta circunstancia le ha hecho bien al ejercicio periodístico.
Pero la discusión ahora va un poco más allá. El senador Richard Aguilar Villa radicó un proyecto de ley que busca, una vez más, recuperar la condición profesional de la carrera periodística y de comunicación organizacional, con la que además pretende crear un Consejo Profesional del Comunicador Social – Periodista y Organizacional adscrito al Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones. “El objetivo es volver a expedir la tarjeta profesional para los comunicadores que hayan estudiado en una universidad”, dijo el congresista en algunos medios. De igual forma, aclaró que no se coartará la libertad de expresión, sino que se buscarán mayores incentivos y beneficios académicos.
Alberto Martínez Monterrosa es el presidente de la Asociación Colombiana de Facultades y Programas Universitarios en Comunicación (AFACOM), una asociación académica que está constituida por las Facultades o Departamentos oficialmente autorizados por el Estado Colombiano, para ofrecer enseñanza en el campo universitario en las áreas de Comunicación e Información. Él tiene una visión diferente de esta problemática, además, plantea una serie de críticas al proyecto de ley que hace tránsito en el Congreso.
El próximo 17 de septiembre se realizará la audiencia pública para debatir el proyecto de ley que busca reconocer la profesión de Comunicación Social – Periodista y Organizacional. El senador ponente de esta iniciativa invitó a AFACOM a este evento. ¿Qué posición tienen ustedes sobre el proyecto?
Este proyecto no fue consultado con las facultades de comunicación. Nos conminaron a hablar sobre el tema, después de que el proyecto fue aprobado en primer debate. No obstante, personalmente estuve buscando al anterior proponente de la ley, que era el hermano del actual senador, para que escuchara unas observaciones que teníamos sobre la manera, inclusive, como estaba redactada la ley.
Entonces fue una ley que se concibió de espaldas a las facultades de comunicación, y aquí quiero decir que los debates sobre la profesión del comunicador social, y particularmente del periodista, han sido debates secuestrados históricamente por opinadores de escritorio, por legisladores que fueron periodistas y por dignatarios de estado que tenían la noción que les daba su conocimiento sobre la Constitución Política de Colombia.
Ese es un tema frente al cual la Asociación se está levantando en este momento, estamos de pie porque no queremos que el debate sobre el futuro de la profesión, y por, sobre todo, de la formación, siga estando en manos que no son las pertinentes. Este debate tiene que darse de frente a las facultades de comunicación, porque son los escenarios donde, justamente, se están debatiendo, articulando, proyectando las realidades de la formación.
¿Qué reparos encontraron ustedes en AFACOM al proyecto de ley?
El proyecto de ley que presentaron al Congreso para reglamentar la profesión del comunicador social y periodista – comunicador organizacional, tiene varios problemas. El primero de ellos es que deja por fuera otros saberes comunicacionales que deberían entrarse a reglamentar también, lo cual complejiza justamente el alcance de la reglamentación. Lo que nosotros en la Asociación hemos estudiado es que desde la comunicación social se pueden ejercer alrededor de treinta oficios, y aquí estamos legislando solo para dos.
Lo segundo, el proyecto de ley legisla sobre la comunicación organizacional con fundamentos del artículo 20 de la Constitución Nacional, que como sabemos, tiene que ver más con la información y el periodismo, que con la comunicación organizacional; entonces, por ejemplo, le endilga al comunicador organizacional confidencialidad sobre la fuente, que es un atributo de la relación periodista – fuente, pero no de la relación comunicador organizacional – gerente de la compañía que representa.
Entonces, la ley tiene problemas de redacción, además del que ya dije anteriormente de la exclusión de otros saberes comunicacionales, tiene problemas en la fundamentación constitucional y jurídica, y, por ende, en el tema de principios, porque está legislando sobre la comunicación organizacional, a partir de elementos conceptuales del periodismo. Eso tiene, definitivamente, que corregirse.
La otra inquietud que hemos recogido en el seno de la Asociación es el tema de una legislación sobre la comunicación organizacional que, al final, termine reglamentando lo que no debería reglamentarse, en relación con comunicadores organizacionales autodidactas, no formados en universidades, que podrían estar ejerciendo el oficio o queriendo ejercerlo. Entonces no queremos más informalidad en la comunicación, y creo que la legislación podría entrar a reglamentar aquellos que no se formaron en las escuelas.
Hay un elemento importante que es una comisión o ente de regulación sobre el cual vamos a presentar una propuesta contundente en la audiencia del 17 de septiembre, cuando se supone que van a escucharse diferentes actores antes de seguir con el trámite de la ley. Ahí vamos a decir que las facultades de comunicación tienen la potestad de la formación, y no se puede delegar a nadie, ni siquiera al medio o al mercado; y que cualquier vigilancia, supervisión u otorgamiento de acreditaciones, debe contar con la intervención de las escuelas de formación, si bien pueden aparecer otros actores, claro está.
Luego de veinte años sin el requisito de la tarjeta profesional para comunicadores y periodistas, ¿qué balance hace del nivel del periodismo en Colombia?
Veinte años después de eliminada la tarjeta profesional del periodista, yo sí quiero, en nombre de la Asociación, y particularmente en el mío propio, decir que ha sido un balance lamentable para la profesión, porque al final, lo que hacía la tarjeta profesional del periodista era democratizar el acceso de los periodistas a las fuentes de información. Hoy, quien acredita a los periodistas son los medios de comunicación, y tenemos medios de comunicación de primera y de quinta categoría, desde las perspectivas de las fuentes, por supuesto. Tenemos medios de comunicación de familias poderosas, y de familias que no se destacan tanto. Desde esa forma, el acceso a la información lo tienen los periodistas de las grandes casas periodísticas, de los medios más influyentes. Los medios de comunicación de provincia están padeciendo las limitaciones, los obstáculos, la manipulación, el manoseo, la censura de quienes detentan la información, particularmente de entidades del orden nacional.
Cada medio de comunicación reina en su jurisdicción territorial, pero entre el periodista de Ecos de la Sierra, de Sincelejo; y El Tiempo, de Bogotá, para citar dos nombres que se me ocurren en este momento, probablemente el acceso a la fuente lo tendrá el periodista de El Tiempo.
Yo sé que la tarjeta profesional tenía un gran problema, y era que no se le negaba a nadie. La Corte Constitucional hizo una interpretación muy respetuosa sobre el artículo 20 de la Constitución, y dijo que si todos los colombianos teníamos la libertad de recibir y de dar información, el portar la tarjeta profesional implicaba una exclusión para el resto de ciudadanos de Colombia, es decir, que la tarjeta profesional era inconstitucional; pero creo que a esa lectura le faltó un capítulo, me parece que el mismo artículo 20 de la Constitución, dice que la información tiene que ser veraz e imparcial, eso, al fin y al cabo, cualificó el derecho tanto de dar como de recibir información, y si lo leemos con la letra menuda que hay que leer las reformas constitucionales, encontraríamos que la intención del constituyente de 1991 era profesionalizar el manejo de la información, o sea, cualquiera puede dar información evidentemente, pero no cualquiera puede dar información veraz e imparcialmente. Allí hay una cualificación que creo, les atribuye a las escuelas de formación la facultad de formar periodistas y acabar con este debate desgastado que hay en el país sobre si el periodismo es profesión o si es oficio.
Si no es esta la alternativa para intentar mejorar la calidad del periodismo y de los periodistas, ¿qué opción nos queda por explorar?
Qué tenemos hoy: consultores empresariales, economistas, sacerdotes, abogados; que tienen su actividad empresarial o personal claramente delimitada, ejerciendo –a manera de hobby–, el periodismo, que debería ser, como lo establece la misma Constitución, una profesión y no un oficio de divertimento, como aparentemente uno ve cuando escucha, por ejemplo, las mesas de trabajo de las cadenas nacionales en las horas de la mañana. Entonces esos señores van, hacen comentarios sobre la realidad nacional, a las diez de la mañana van a sus oficinas fastuosas a ejercer su profesión, y ahí nos queda como el gran interrogante: ¿son periodistas o no son periodistas?, ¿qué hacen los periodistas?
En Alemania, por ejemplo, las acreditaciones, porque sí son acreditaciones, las otorgan las asociaciones profesionales, y la condición principal para otorgar una acreditación es que periodista que funja como tal, garantice, mediante elementos probatorios y objetivos, que el 70% de sus ingresos se deriva de la actividad periodística. Si nosotros hiciéramos ese ejercicio en Colombia, más de uno tendría que dejar las mesas de trabajo o las mesas de redacción, porque evidentemente están ejerciendo el periodismo como hobby o como divertimento, y esto es una profesión que debería tener un mejor tratamiento por parte de los medios de comunicación y de quienes llaman a ejercerlo.
¿Esta búsqueda de reglamentación serviría, por ejemplo, para erradicar el fenómeno de las noticias falsas del periodismo en Colombia?
Este no es un fenómeno exclusivo de Colombia, aunque aquí sí se han escrito capítulos particulares. ¿Por qué se da el fenómeno de las noticias falsas? Se da por esa facultad que la sociedad ha coadyuvado de contar historias periodísticas, sin tener los elementos propios de formación para hacerlo. Yo, ciudadano, que no tengo formación en periodismo, digo lo que se me ocurre, me invento lo que se me ocurre, tergiverso lo que es afín a mi conveniencia y a mis intereses, y creo laboratorios de información falsa para crear confusión. ¿Qué obtengo? que una idea se catapulte o que otra se oculte. En la medida en que esta profesión de periodista siga siendo tan libérrima, en el sentido no de la libertad profesional de contar las historias, sino de la reglamentación, pues vamos a seguir insistiendo en ese fenómeno.
Tenemos un tema de redes sociales, evidentemente, en donde ya los escenarios de comunicación interpersonal se volvieron escenarios de comunicación masiva, y los escenarios de comunicación masiva se volvieron personales. Aquí hay una confusión enorme de un mundo que está en re-acomodo digital particularmente, que está gobernado por la tecnología, pero, además, tenemos actores en esas redes sociales creando medios de comunicación, que creen ellos que son ortodoxos, pero no para informar sino para desinformar. Me parece que la presencia del fenómeno de noticias falsas en el mundo, hace un llamado angustioso sobre la necesidad de profesionalizar lo que en este momento se está asumiendo con algo de folclor y de alegría extrema.
Creo que no hay mejor coyuntura para volver sobre el debate que este. Si la profesión estuviera en manos de profesionales, que pueden contar con los atributos de la información veraz e imparcial, seguramente hoy no nos estaríamos lamentando por un fenómeno tan masivo y tan nefasto para la realidad, como es evidentemente el tema de las noticias falsas.
Yo no sé si el tema es volver a la tarjeta profesional, yo no sé si el tema es una colegiatura profesional, yo no sé si al final es una certificación tipo Alemania para quienes ejercen el periodismo, pero algo debe haber alrededor de la profesión para que, primero, se asuma que profesional en periodismo es todo aquel que es formado en una escuela y no el que llega en paracaídas a una sala de redacción, y segundo, establecer un cuerpo colegiado, puede ser, de profesionales, de facultades, de medios, de ciudadanos para vigilar, reglamentar una profesión que tiene mucho de libertinaje hoy, hay que admitirlo, pero por estas maneras toleradas de la sociedad de permitir que cualquiera ejerza lo que tiene que ejercer un profesional.
***
El profesor Martínez fue uno de los participantes en nuestro reciente tuitdebate "Estudiar periodismo como carrera: argumentos a favor y en contra".