En estos días he tenido una discusión profesional con la editora del periódico en el que trabajo desde hace más de 20 años por la utilización de lenguaje inclusivo en mis artículos firmados. Básicamente, el propietario de la empresa solicitó que no utilice, por ejemplo, la expresión "las y los alumnos". Yo no utilizo la "x" para decir, por ejemplo "alumnxs", ni "les alumnes". Entiendo que el lenguaje es dinámico, cambiante, está vivo y evoluciona. Ahora bien, esos cambios sociales escalan con el tiempo y alcanzan, por ejemplo, al habla escrita de organismos públicos, como ocurrió en estos días con la decisión del Ministerio de Salud argentino de utilizar lenguaje no sexista en sus documentos.
Mi consulta es, entonces, ¿qué postura se está tomando en general en la prensa escrita del continente al respecto? Y, ¿cómo puedo defender mi postura ante el medio en el que trabajo? Nicolás Normando Loyarte / Argentina.
Responde Yolanda Ruiz
Como se plantea en la pregunta, el lenguaje es dinámico, cambiante, está vivo. Por esa misma razón no hay todavía unanimidad en la prensa sobre unas líneas comunes en materia de lenguaje incluyente, salvo la urgencia de encontrar caminos para evitar la discriminación con las palabras. Consultados varios colegas para esta respuesta se evidencia algo positivo y es que el tema está sobre la mesa y existen discusiones internas para avanzar en una manera más incluyente de narrar realidades de personas y poblaciones que históricamente han sido excluidas o revictimizadas en los medios. En el debate, además de la importancia de corregir esos problemas, entran también otros elementos: el argumento de la sencillez o economía en el lenguaje que es una recomendación en el periodismo, así como lo que aportan académicos de la lengua y las voces de escritores y expertos en el idioma que plantean inquietudes. A eso se suman las múltiples opciones que ya se van generando en el uso y que impulsan distintos sectores.
En algunos medios han optado por sugerir el uso de palabras neutras que nos puedan incluir a todos, como el término “personas'' por ejemplo. También se ha dado el debate en torno a la manera como se informan los hechos relacionados con feminicidios o violencia contra la comunidad LGBTI que va más allá del lenguaje incluyente y que tiene que ver con los adjetivos, el estilo de narración y el enfoque. Es muy sano que los debates se estén dando en las salas de redacción y ahí se van encontrando caminos para trazar líneas editoriales encaminadas a hacer del lenguaje una herramienta más incluyente. El norte debe ser siempre evitar la discriminación y hacer los mayores esfuerzos por la inclusión en este debate que todavía está en construcción.
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