Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca…
Hay que medir, pensar, equilibrar…
y poner todo en marcha.
Gabriel Celaya
Las cámaras se encendían con moderación. Las voces y los argumentos fluían como el agua en el río. A las 7:00 de la mañana, de todos los miércoles y viernes de este raro semestre pandémico, compartir fue el verbo y las acciones: enseñar y aprender más periodismo.
La ideas que revoloteaban en las cabezas de 32 chicos las escuché en esa realidad virtual que a veces se me antojaba imaginaria. Sus argumentos sobre una espina dorsal imperfecta, la ética del oficio periodístico, se deslizaron con la honestidad del que aprende, con la curiosidad del que escucha, con el ímpetu del que aporta, con el deseo del que ama.
–Ginna, arriesgándome a ser criticado por algunos compañeros, se están desdibujando las fronteras entre periodismo, activismo y militancia.
–Profe, creo que deberíamos construir un periodismo feminista.
–Ginna, me encuentro frente a la disyuntiva de si esto es lo mío, si sigo o renuncio.
–Profe, las redes sociales son un antro necesario.
Esas fueron algunas de las tantas frases que quedaron flotando en la clase de ética 2020 de la Javeriana.
Cada día no traía afanes, traía argumentaciones profundas, bien pensadas, provocadas por lecturas como La constelación de la ética, de Javier Darío Restrepo; Ética para máquinas, de José Ignacio Latorre; En el filo de la navaja, de Yolanda Ruiz; El enemigo conoce el sistema, de Marta Peirano, quien entró a la clase por el gusto de escuchar a los chicos.
El espacio cultivado en esa pantalla de computador, que me obligó a hacer un segundo cambio de lentes en este confinamiento académico, fue la plataforma para recibir a una decena de colegas que se dejaron entrevistar por los muchachos, hasta deshojar con ellos la cebolla de sus trabajos y de sus dilemas éticos. Pronto estos chicos que me hicieron sonreír, sonrojar y hasta decir una que otra mala palabra en el mundo virtual, compartirán en la plataforma directobogota.com la segunda temporada del podcast Ética para Muckrakers, entrevistas con los periodistas.
Y de todo lo leído y escuchado, de lo compartido y construido, la clase de ética 2020 me dio luces para una nueva lista de los siete pecados capitales del antiperiodismo:
1. Lujuria: deseo de sumarse a las promiscuas tendencias.
2. Ira: indignación con el editor porque ‘cantó la tabla’.
3. Soberbia: apetito desordenado por hablar y no escuchar.
4. Envidia: deseo desmedido de la credibilidad que no se cultiva.
5. Avaricia: afán de poseer o montar un medio por el placer del poder.
6. Pereza: retuitear sin pensar.
7. Gula: excesos de like para someter a la masa.
El tiempo imperfecto se me fue volando, por eso, quizá para detenerlo, para atesorarlo, pedí permiso a la Red Ética para reflexionar sobre lo que ha sido discutir sobre ética en tiempos en que profetas del apocalipsis periodístico dicen que todo se escurre como agua entre las manos. Aunque en algunas cosas hay algo de razón, por las mías corrieron agitadas mareas de ideas que la nueva generación formula con innovación y acelere. Están ‘tragados’ del periodismo, como yo lo sigo estando, y a su manera y mejor –por supuesto– son irreverentes con criterio. Aman al tiempo que cuestionan un oficio que a lo largo de los años nos ha permitido andar con los otros para encontrarnos y contar.
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