En varios medios mexicanos acostumbran poner énfasis en la nacionalidad de los supuestos delincuentes de la nota, si estos son extranjeros. Por ejemplo: “Detienen a un venezolano y a un colombiano por intento de robo en casa de la exesposa de EPN”. Esto me parece innecesario e incluso que fomenta la xenofobia, pero me interesa su opinión. ¿Usted cree que es necesario hacer hincapié en el origen de los supuestos agresores?
Respuesta de Gumersindo Lafuente
Muy pocas veces la nacionalidad de los autores de delitos es relevante en las informaciones. En España también en algunos medios hay una tendencia a culpar a los inmigrantes de todas las calamidades. Es pura xenofobia. Hay que evitarla y combatirla.
Respuesta de Mónica González
No solo en México se recurre a esos énfasis al momento de informar de asaltos, tráfico de drogas, robos, asesinatos o reyertas, con lo cual se asocia a los inmigrantes con los autores de hechos delictuales, fomentando la xenofobia. Incentivando su discriminación y justificando la violencia que se ejerce muchas veces contra ellos. Hacer hincapié en la nacionalidad de una o más personas, la raza o el color de su piel solo se justifica cuando es un dato que le agrega contexto informativo importante a una noticia, lo que no corresponde a los casos aquí mencionados. Evitar a como dé lugar hacerse cómplice del incentivo a la xenofobia se ha convertido en el actual contexto internacional en un imperativo ético.
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Respuesta de Javier Darío Restrepo
Incluir ese dato, además de producir daño, es periodísticamente inútil. Cuando se incluye para darle interés a la información se hace sensacionalismo porque se estimulan la curiosidad y la sensación consiguiente. Este objetivo y el daño que resulta de la información contradicen el ideal ético de la profesión.
Según este ideal, el periodista no hace daño y es claro que identificar a todo un grupo humano con una conducta delictiva es criminal. Ni todos los venezolanos son delincuentes, ni todos los colombianos trafican con coca, ni todos los estadounidenses son drogadictos. Sin embargo, tal es el estereotipo que comienza a producirse cuando se informa sobre un delito y se agrega, como parte del hecho, que el sospechoso o el delincuente es de tal nacionalidad. La culpa de uno comienza a atribuirse a todo un grupo social.
Esta injusta atribución, además, desconoce el compromiso fundamental del periodista con la verdad. Es un compromiso que exige un rigor estricto en el uso de las palabras y de sus connotaciones. La vinculación de una nacionalidad con un delito fortalece un estereotipo y avala la significación contraria a la realidad de que por ser migrantes los venezolanos son delincuentes. Y el periodista, además de ser comprometido con la verdad, debe responder por las consecuencias de sus informaciones. Y los efectos de ese estereotipo difundido en informaciones como esta lo siente el migrante a quien se le niega cualquier clase de ayuda porque alrededor de él se ha creado un ambiente de sospecha. Esto le sucede cuando tienen hambre y piden ayuda, cuando piden trabajo y se les niega por miedo; cuando se les clasifica como peligrosos, sean niños o ancianos o personas que solo son víctimas de una situación política y social adversa.
El poder de la prensa, y del periodista aumentado por la tecnología digital, hace más intensa la posibilidad de hacer bien o mal, por tanto, a más poder, mayor responsabilidad. La información de calidad, justa y solidaria, pone en manos de la prensa la posibilidad de hacer mucho bien o mucho mal a los migrantes. Todo depende del buen o mal uso de adjetivos como las nacionalidades que pueden crear estereotipos negativos, o actitudes de acogida.
En conclusión: si se descarta una intencionalidad sensacionalista, si se miden las consecuencias de una información, si se obedece a una voluntad de crear solidaridad, el dato de la nacionalidad en las actuales circunstancias resulta, por injusto, superfluo y propio de un periodismo de mala calidad.