Relatoría de la Beca Gabo 2014: 'Mirar cine: un rito en transformación'

12 de Abril de 2014

Relatoría de la Beca Gabo 2014: 'Mirar cine: un rito en transformación'

La segunda edición de la Beca Gabriel García Márquez de Periodismo Cultural giró en torno al cine y la cultura popular. Acontecida de forma simultánea al 54ºFestival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI), las actividades de la beca estuvieron inundadas de películas, directores de cine, premiaciones y reflexiones sobre la cultura audiovisual. Además, los becarios asistieron a Aracataca, ciudad natal de Gabriel García Márquez a convivir con sus habitantes y ver la película Tiempo de morir en su plaza central.

Introducción

El periodismo ha cambiado. Pero no estamos solos en las transformaciones. Los espectadores han encontrado nuevos lugares para ver películas lejos de las butacas. Los creadores audiovisuales han encontrado que las series de televisión son un formato atractivo para cierto tipo de historias. Las empresas productoras apuestan lentamente por nuevos canales y formas de distribución. Netflix, Cuevana, los torrents y el streaming son factores tan importantes como lo fueron en su momento el cinematógrafo, los carretes de película, las salas de cine y las palomitas de maíz. Estas últimas son de las pocas cosas que permanecen.

La segunda edición de la Beca Gabriel García Márquez de Periodismo Cultural giró en torno al cine y la cultura popular. Acontecida de forma simultánea al 54ºFestival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI), las actividades de la beca estuvieron inundadas de películas, directores de cine, premiaciones y reflexiones sobre la cultura audiovisual. Además, los becarios asistieron a Aracataca, ciudad natal de Gabriel García Márquez a convivir con sus habitantes y ver la película Tiempo de morir en su plaza central.

Palabras clave:

Periodismo cultural, Cine, Crítica cinematográfica, Cultura popular, Aracataca, Cartagena, FICCI, Gabriel García Márquez, Era digital, Internet, Periodismo de opinión, Reseñas.

 

Contar la historia

“Cartagena siempre ha estado enamorada del cine”. Lo dice Margarita de la Vega, una de las críticas de cine colombiano con más experiencia y autoridad en el tema. Ella ha visto pasar las 54 ediciones del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI), desde la primera a la más reciente. En 1960, cuando todo comenzó, recuerda que hubo una alfombra roja por el Paseo de los Mártires, frente a la icónica Torre del Reloj. Los estrenos de ese año fueron las películas que ahora consideramos clásicas de la “nueva ola francesa”.

Más de medio siglo después, Margarita y el FICCI concurren a su cita anual en la ciudad amurallada. Truffaut y Godard ya no son promesas del cine, sino grandes consagrados. Muchas otras cosas han cambiado: estilos de hacer cine, efectos especiales, los teatros, la sociedad, el periodismo, la tecnología para producir o consumir películas. Lo que persiste es el ritual de ver historias y luego contarlas.

“Ha habido buenos y malos años para el FICCI –dice De la Vega. A veces es financiado por el estado, otras veces no. El festival cambia completamente a finales de los ochenta y principios de 90. Gabo tenía mucho interés en el tema y se vuelve la conexión con la Escuela Internacional de Cine y Televisión en Cuba. Él trae directores de ahíy de muchos otros lados. Cartagena se vuelve un lugar donde todos pueden venir a ver cine”.

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Quince periodistas de diez países del mundo llegaron a Cartagena a ver cine. Eran los becarios de la Beca Gabriel García Márquez de Periodismo Cultural. Guiados por los maestros Jonathan Levi y Héctor Feliciano, pasaron diez días de trabajo intenso combinando sesiones de reflexión con espacios de reporteo, además de tener charlas especiales con grandes directores. El FICCI y Aracataca fueron sus terrenos de experimentación.

Entre las traducciones simultáneas, el calor del Caribe y el ajetreo de Cartagena; los participantes debieron escribir varias críticas de cine y una crónica o reportaje. Para ello, tanto Levi como Feliciano iniciaron las sesiones del taller reflexionando sobre cómo narrar historias desde un enfoque cultural[1].

“Las audiencias generalmente quieren seguir una historia -dijo Jonathan Levi- pues eso los mantiene interesados en el tema. Aunque escribamos de muchas cosas a la vez, todas deben tener una línea narrativa que las guíe”.

Para ambos maestros el periodismo cultural es mucho más que una reseña de un estreno o una entrevista a un escritor. Al ser la cultura un lenguaje simbólico con el que se entiende una sociedad; el periodismo cultural es en realidad un modo particular de narrar haciendo énfasis en los significados y las emociones sociales.

“Escribir con un enfoque cultural puede ser una ventaja. Algunas veces, cuando se aborda un tema desde el lado político, la gente no se siente cómoda hablando al respecto. Hacerlo con un punto de vista cultural puede ayudarnos a descubrir cosas que otro tipo de periodistas no podrían lograr”, dijo Levi.

Narrar la cultura es un reto para cualquier periodista. No basta con transcribir declaraciones o dar opiniones sobre una obra de arte. Ambos maestros coincidieron en que el periodismo cultural, como todo periodismo, debe fundamentarse en la investigación y la verificación de la información.

“Hay que recordar que uno es el corresponsal del lector -dijo Héctor Feliciano- para ir a un lugar, conseguir la información y llevársela. Siempre hay que vernos como mediadores modestos. Vernos como alguien que sirve como mediador de la información es útil porque nos hace considerar al lector. Es una forma de controlar nuestro ego”.

Un periodista cultural es entonces enviado del lector. Es aquel que se adentra a lo más profundo de la cultura, la desmenuza, la contrasta, la analiza…y luego vuelve para contar esa historia.

 

Un viaje al rito de mirar

A veces se confunde con Macondo, pero es Aracataca. En su plaza central, llamada Remedios la bella, están reunidos propios y extraños. El alcalde, las señoras que toman el fresco, un grupo de escolares acompañados por sus profesoras, los habituales de la plaza y un grupo de periodistas extranjeros. Son los participantes de la Beca Gabriel García Márquez de Periodismo Cultural y en su mayoría son críticos de cine. Bajo la noche cataqueña, una película con guión de Gabo hermana a todos. Críticos, colombianos, extranjeros, jóvenes, niños, veteranos, periodistas o escolares. Todos siguen atentos los enredos de una historia macondiana: Tiempo de morir.

Aracataca no es más un pueblo olvidado. Y tal vez nunca lo ha sido, ese era Macondo. Ahora hay Internet, motocicletas, celulares y museos dedicados a García Márquez. El cine no es más una actividad para una élite. Y tal vez tampoco lo fue nunca. Ahora se ve cine en las calles, las tabletas, las computadoras e incluso en una sala de cine. Si hace décadas el contexto social y Nicanor Parra bajaron a los poetas del Olimpo; pareciera que García Márquez y el contexto actual logran lo mismo con los periodistas.

Los críticos de cine deben bajar del Olimpo. Al menos para ver unas cuantas películas en la plaza central de Aracataca (o de cualquier otro sitio). El cine también son las niñas que se escandalizan cuando ven escenas de sexo, los adolescentes que chiflan ante una actriz desnuda y el alcalde real que se ve reflejado ante un alcalde de ficción. Eso cuando están todos reunidos en la plaza pública. Tal vez serán otras sus reacciones viendo la misma película en una pantalla de televisión o de un teléfono celular. El periodismo cultural debe entender estas dinámicas, comprender mejor la cultura popular, y reconectarse con unos lectores que siempre están cambiando.

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“Uno debe apropiarse de los lugares, volverlos paisajes interiores. Tenerlos dentro hasta que uno se los sepa de memoria”. Es la voz de Alberto Salcedo Ramos, uno de los cronistas colombianos más destacados, autor de la crónica Viaje al Macondo real[2]. Habla desde Aracataca, justamente desde la Casa-Museo de Gabriel García Márquez, reconstrucción museográfica de lo que alguna vez fue la casa natal del Premio Nobel.

Para él, un cronista debe mezclarse con su entorno, dejarse fluir, perderse entre la gente[3]. “Cuando uno cuenta crónicas, uno entra por la puerta de servicio, no por la principal”, dice. Los becarios le preguntan cómo contar una historia sin caer en los clichés. Las palabras Aracataca y Macondo merodean la charla como falsos sinónimos en medio de un museo lleno de mariposas amarillas.

“Tienes que confiar en el instinto –dice Salcedo-, si encuentras algo que te conmueve, es posible que también conmueva al lector”. Tal vez por eso, en su crónica sobre el “Macondo real”, Salcedo lo busca en Aracataca, pero lo encuentra en otra parte:

“He encontrado a Macondo, digo, en esa tristura que a veces tiene la gente aunque muestre una risa. En las conversaciones sobre la guerra, la guerra de siempre que pasa del Macondo real al ficticio y viceversa. En la anciana enlutada que a pesar de su apariencia frágil estremece la casa con su voz de mando. En el caos, en la desmemoria, en la repetición cíclica de nuestras calamidades. En los cuentos que me contaron sobre las disputas políticas eternas y sobre la corrupción sistemática. Macondo es esta Aracataca por donde voy caminando, aunque ya no sea una aldea de 20 casas de barro y cañabrava, como en la novela, sino una villa de 40.000 habitantes”.

“La cultura -explica Salcedo a los becarios- es buscar el vínculo entre los personajes y su entorno. Buscar los porqués a partir del contexto social o cultural. A míme gusta mucho la definición de AndréMalraux. Él decía que ‘Cultura es todo aquello que en la muerte continúa siendo la vida’”.

Un buen periodista cultural no es entonces sólo un buen investigador. También debe ser un buen escritor (o videógrafo, o fotógrafo, o locutor, etc), pues una vez que encontróla historia, debe saber transmitirla. “Uno debe ser capaz de contarse la historia a símismo antes de ponerla por escrito”, en palabras de Salcedo.

“Contar historias –dice a los becarios- no consiste tanto de lo que vas a incluir, sino de lo que vas a excluir. Contar todo es el camino más fácil para aburrir al lector. El criterio a seguir tiene que ver con el valor periodístico de la información. Uno debe hacerse las preguntas que el lector le va a hacer al texto”.

 

Volviendo para mirar

La noche siguiente se repite el rito. Para inaugurar el 54ºFestival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI), la Plaza de la Aduana se transforma en una inmensa sala de cine. Pero los convidados son distintos a los de la noche anterior. Donde había señoras tomando el fresco, ahora hay actrices en vestido de gala. En vez del alcalde cataqueño estála Ministra de Cultura de Colombia. Los periodistas becarios son el único grupo que permanece. Están sentados en las primeras filas, incluso adelante de los actores de la película que inaugura el FICCI: Ciudad Delirio.

La película es la típica comedia romántica donde un extranjero sin ritmo se enamora de una ardiente latina bailarina de salsa. No seráun guion de García Márquez, pero cuando termina la película los reporteros que cubren el festival igual se abalanzan sobre los actores. No les importa empujar para conseguir las mejores fotos, entrevistas y saludos para los espectadores de sus respectivos medios. Mientras esos periodistas parecen encantados con las celebridades, los periodistas becarios -una fila adelante- inmediatamente critican (léase destrozan) la película. Que si se parece a Dirty Dancing pero aún más mala. Que si muestra una Colombia de fantasía donde no hay violencia y todo es baile. Que si lo único rescatable es la banda sonora y eso porque son conocidas piezas de salsa.

Son dos caras del periodismo cultural. Uno que se confunde con la sección de sociales, donde el empujón y los halagos a las celebridades son la norma. Otro donde la disección profunda de una película se realiza en términos a veces alejados del lenguaje coloquial. Habría que preguntarse quépueden aprender uno del otro.

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“El cine es un arte especial porque todo el mundo va al cine. Como es un arte popular, los críticos son vistos como sospechosamente expertos. A veces los lectores desconfían de los términos especializados porque los ven como un truco para legitimarse. Por eso uno debe saber tanto como pueda, encontrar una voz para hablarle directamente a los lectores y apelar a su confianza. Es lo único que nos diferencia”.

Es la voz de A. O. Scott, famoso crítico de cine que escribe para el New York Times. Lo acompaña la mexicana Fernanda Solórzano de Letras libres[4]. Ambos llevan años de experiencia en medios impresos, pero en el fondo siguen hablando con la emoción de dos aficionados al cine. En tiempos donde cualquiera puede publicar críticas de cine (o de cualquier otra cosa), los periodistas requieren de nuevas herramientas para ganarse a los lectores.

“El cine americano comercial –dice Scott- es una máquina comercial que produce muchas versiones de la misma película. Pero los últimos 15 años ha habido muchas cosas extraordinarias: el cine latinoamericano, el de los países exsoviéticos, el cine independiente americano. Parte de mi trabajo es comunicar esa emoción a los lectores”.

“Me gusta la idea de que la gente estárecuperando el gusto por las historias –dice Fernanda Solórzano. Es una ironía porque las series de televisión se parecen a las novelas por entregas del siglo XIX. Para muchas audiencias, el cine se ha reducido solamente a ver escenas de acción por dos horas, en vez de seguir el desarrollo de personajes complejos. Tengo la esperanza de que las nuevas audiencias se están relacionando de una manera más cercana con las historias, redescubriendo cosas que estaban perdidas”.

 

Mirando a Gabo

Aunque García Márquez es más conocido por sus facetas de novelista y periodista, también hay un Gabo cineasta. O tal vez varios. Estáel Gabo guionista que llegóa adaptar El gallo de oro de Juan Rulfo, junto a Carlos Fuentes. Estáel Gabo maestro de cine, fundador de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de Los Baños (EICTV), en Cuba, donde varias veces impartiócursos de guionismo. Estáel Gabo autor que permitióvarias adaptaciones cinematográficas de sus libros. E incluso estáel Gabo actor que llegóa hacer apariciones especiales en películas como la adaptación de su propio cuento En este pueblo no hay ladrones.

Sin embargo muchas veces la crítica ha menospreciado esa faceta, tal vez por lo criticables que han sido algunas adaptaciones como El amor en tiempos del Cólera. Joel del Río, académico de la EICTV invitado como maestro de la beca, es autor del libro El cine según García Márquez. En él se dio a la tarea de repasar el pasado cinematográfico del escritor y ese conocimiento fue el que compartiócon los becarios.

“El libro parte de contradecir a Gabo, que ha dicho que el cine inspirado en su obra no vale la pena. Él ha dicho que tiene un matrimonio malavenido con el cine, pues no pueden vivir el uno sin el otro, pero aún así tienen una relación conflictiva. No se trata de descubrir las contradicciones de García Márquez, sino buscar los testimonios que pudieran enriquecer las películas”, dijo.

En una charla pública organizada en el marco de la Beca, Joel del Río compartiólas principales ideas contenidas en su libro. Para él, el cine basado en García Márquez ha tenido momentos que merecen revalorarse.

“Este libro es un ejercicio de crítica a la autodenigración que impera en nuestros países. En Latinoamérica carecemos de la habilidad de legitimar nuestro cine. Parte de esa tendencia denigradora tiene que ver con cómo las adaptaciones de los libros de García Márquez no han sido valoradas. En Colombia se consideran algunas de sus adaptaciones como algunas de las mejores películas del cine colombiano.Los mexicanos, como tienen una historia fílmica más poderosa, no han reconocido tan bien las películas iniciales como El gallo de oro y María de mi corazón. Esta última merecería ser considerada de las mejores de su época. Estas adaptaciones han quedado como asignaturas pendientes que merecen un estudio profundo que trascienda esa idea de que García Márquez y el cine tienen un matrimonio malavenido”, dijo.

 

Al otro lado del rito

Dicen que los toros se ven diferentes desde la barrera. Al menos en eso el cine se parece al toreo. Durante el FICCI, Cartagena se llenóde cinéfilos, pero también de cineastas. Directores, actores y productores suelen asistir al Festival. Tres de ellos se tomaron un tiempo para platicar con los becarios: Abbas Kiarostami, PawełPawlikowski y Alejandro González Iñárritu.

Los dos primeros expusieron una forma de hacer cine con una mirada lenta y con énfasis en lo visual. Ambos, a su manera, hablaron del cine como una forma de retratar la realidad. Kiarostami justificósus largas tomas fijas paisajísticas como una manera de mostrarle el mundo al lector para que arme su propia historia. Pawlikowski dijo que su pasado de documentalista lo acostumbróa tratar con sus personajes como si fueran reales y sólo los estuviera siguiendo para un trabajo de no ficción. Ninguno de los dos hizo mención a alguna interacción con su público. Para ellos el cine es su creación y lo que interprete el público es otro cantar.

González Iñárritu expresóuna postura distinta. Tal vez influido por su pasado en la mercadotecnia y la radio, para Iñárritu el diálogo con el espectador es algo vital. No en vano llegóa asegurar que “los medios sociales y la tecnología son como una revancha contra el siglo XX donde no hubo individualidad”. Pero fue muy crítico al ser cuestionado sobre el periodismo y su relación con el cine: Para él como cineasta, la velocidad a la que muchos medios se obligan a trabajar es un riesgo para las películas que se salen de la norma.

“Los medios tradicionales -dijo- ahora están comiendo de la velocidad de los medios sociales. En el 2000, los periodistas salían del cine y tenían al menos treinta minutos para asimilar la película antes de mandar su nota. Pero el año pasado la gente en Cannes estaba escribiendo y tuiteando antes de que la película comenzara. Antes de que iniciara la proyección de una película, alguien del público la abucheóy en unos segundos eso ya estaba en Twitter. Los medios reportaron que se había abucheado una película cuando ni siquiera había comenzado la proyección. Todavía nadie sabía si la película era buena o mala, pero decir que había sido abucheada influye en toda la crítica posterior. Eso es lo más terrible que estáocurriendo ahora”.

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La independencia, dijo A.O. Scott, es lo único que tiene un crítico de cine. Por eso tanto él como Fernanda Solórzano coincidieron en que un periodista debe mantener su distancia con los actores y con los directores. Aunque muchos periodistas están acostumbrados a buscar lo contrario.

“Yo prefiero no relacionarme tanto con los directores, porque si se crean nexos afectivos eso puede afectar al momento de hacer reseñas. Si se vuelve tu amigo, es difícil escribir al respecto. Te pueden dejar de hablar, se pueden enojar o por lo menos uno mismo se puede limitar antes de escribir algo”, dijo Solórzano.

“Algo similar pasa con las casas productoras -dijo Scott- porque generalmente esperan que tus coberturas sean positivas, como si fuera publicidad no pagada. Se vuelve difícil la negociación constante de acceso porque muchas veces sólo te dejan acercarte a los directores o actores a cambio de hablar bien de la película. Ese es uno de los motivos por los que escribo pocos perfiles. Al menos en Estados Unidos, el acceso a los cineastas es mucho más limitado y eso limita la independencia periodística”.

 

Comenzar a contar la historia

El inicio tiene una carga especial para un texto. En él se plantea el tono, los temas, la intención y los modos de conectar con un lector. Fernanda Solórzano y Jonathan Levi compartieron con los becarios consejos para trabajar los inicios de un texto, una labor que muchas veces puede ser complicada.

“Algo que es evidente -dijo Levi- pero solemos olvidar, es que todos los textos tienen un inicio, un desarrollo y un final. Si el inicio no es fuerte y el cierre no amarra todos los temas, el desarrollo no va a funcionar. Al contrario, si uno construye un inicio y un final fuerte, el desarrollo es más fácil de elaborar”.

Los comienzos pueden ser a veces lo único que lea un lector. Por lo menos son las ventanas de exposición que un escritor tiene para persuadir de continuar la lectura. Por eso Solórzano recomendómostrar todas las ideas centrales justo al iniciar el texto.

“No hay que retrasar las ideas principales. En vez de comenzar mencionando los nombres oficiales de los festivales o eventos, es mejor iniciar con las ideas y ya después explicar el dato específico en un párrafo más abajo”, dijo.

Uno de los comienzos discutidos fueron aquellos donde se compara un suceso o un personaje de manera metafórica. Fernanda Solórzano aseguróque puede ser una buena herramienta para darle coherencia a todo un texto a través de una alegoría. Sin embargo, reconocióque a veces es complicado sostener la metáfora y no hay que tratar de someter al texto de forma innecesaria.

“A veces uno comienza a trabajar con una metáfora, pero al avanzar en la construcción del texto, nos damos cuenta de que no funciona. A míme funciona pensar que en algún momento voy a usar la metáfora, para no tener la ansiedad de que no la usaré. Aunque a veces ya no la incluya”, dijo.

 

La investigación en el periodismo cultural

En algunas redacciones existe el prejuicio de que el periodismo cultural es fácil de elaborar o que no requiere muchas habilidades. Algunos medios incluso usan las secciones de cultura como un “castigo”para los malos redactores o una “prueba”para los redactores recién ingresados. Nada más lejos de lo que realmente puede llegar a ser el periodismo cultural.

Héctor Feliciano es lo que podríamos llamar un periodista cultural de investigación. Por cerca de diez años, Feliciano le siguióel rastro a cientos de obras de arte robadas[5] por el gobierno nazi durante la ocupación alemana en París, en la Segunda Guerra Mundial. A través del rastreo de inventarios, asícomo entrevistas con familias involucradas, logróreconstruir una historia que permanecía oculta casi un siglo después de acontecida.

“Como periodista investigativo, tienes que estar al nivel o casi al nivel de tus interlocutores. Esa es la única forma en la que te tomarán en serio. Es importante hablar con todas las personas posibles, con todas las fuentes vivas. Pero también conocer todas las fuentes muertas, los registros, los libros, los archivos”, dijo.

Durante su ponencia sobre el proceso de elaboración de su libro, Héctor Feliciano compartióalgunos consejos con los becarios:

“Cuando uno investiga un tema, puede creer que acaba de descubrir el mundo. Uno debe hablar del tema con algunos amigos que nos permitan ver si el tema realmente es interesante”.

“El periodismo investigativo no es tan diferente al reporteo normal. Es un tipo de reporteo que nunca termina, pero uno debe pararlo en algún momento”.

“El sueño de un periodista es volverse casi invisible para que la gente solamente hable. Como si el entrevistado hablara para símismo, pero eso hay que propiciarlo preparando la entrevista y conociendo el tema”.

“Siempre tienes que preguntarte por quéun entrevistado estáhablando contigo. Hay que considerar cuáles son sus motivos para compartir esa información, porque no siempre son buenos”.

 

Un rito en transformación

Más alláde Cannes y San Sebastián, tanto becarios como maestros coincidieron en que uno de los lugares donde se ve más y mejor cine es el Festival de Torrento. Dicho lugar no existe en ningún mapa, ni es patrocinado por ninguna empresa trasnacional. Por el contrario, en muchos lugares es perseguido como actividad al margen de la legalidad.

Se trata de una broma, un eufemismo tal vez, para llamarle asía la descarga de películas por medio de torrents. Dicha tecnología es una manera descentralizada de bajar gratuitamente un archivo. Como alojar archivos protegidos por derechos de autor es algo perseguido en muchos lugares del mundo, un torrent distribuye dicho archivo entre muchos usuarios. En vez de que la descarga se haga desde un sólo lugar, se realiza desde muchos simultáneamente. Así, aunque un fragmento se pierda, los demás siguen permitiendo la descarga. Legal o no, es una actividad que cada vez más personas realizan y nada indica que vaya a dejar de suceder.

Esta es sólo una de las tecnologías que están revolucionando las formas de ver cine. Servicios como Netflix, Cuevana y Popcorn Time también han cambiado las dinámicas. Para ver cine ya no es necesario ir al cine y a veces ni siquiera pagar. Ahora uno puede tener millones de películas de todos los tiempos en la comodidad de su televisión (o de su iPad, o incluso de su iPhone).

“Ya no es tan rentable mostrar películas como antes- dijo Jean François Fogel en una sesión especial vía Skype[6]. La proliferación de la TV y el Internet estácambiando la relación del cine con el consumidor. En el pasado las películas estaban exhibidas y el consumidor las recibía. Los espectadores sólo podían consumir lo nuevo, los lanzamientos. Ahora el consumidor va a buscar lo que le interesa. No necesariamente lo nuevo, sino lo que le interese en ese momento”.

Para Fogel, ese cambio es fundamental para el negocio del cine. Las casas productoras hacían dinero vendiendo las novedades en los teatros, pero cada vez más personas se interesan en tener acceso ubicuo a cosas que no son necesariamente nuevas. Ese es el negocio de servicios como Netflix, que cobra una tarifa plana por dar acceso ilimitado a una biblioteca con películas de todos los tiempos. En vez de cobrar un boleto por cada vez que se ve una película nueva, Netflix cobra una mensualidad por todas las películas que se quiera ver ilimitadamente. El negocio está cambiando.

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Los cambios en la manera de ver cine también están repercutiendo en la forma de hacer periodismo sobre el cine. Fogel es tajante en ese tema: “No hay diferencia entre la gente que hace críticas y la que hace periodismo”. No lo dice a la ligera, ni eso quiere decir que el periodismo profesional sea prescindible. Al contrario. Lo dice porque mantenerse vigente es el gran reto del periodismo en la era digital.

“Lo que se ha perdido es el monopolio. Ahora todos pueden expresarse sobre una película ya sean periodistas o no. Cualquiera puede poner en Facebook que cierta película es buena o mala. Es lo mismo que han hecho los críticos desde siempre, pero ahora lo puede hacer cualquiera. Los críticos están viviendo ahora entre la audiencia, no por encima de ella. Por eso tienen que ser personas todavía más talentosas cuando lidian con las películas. Hay que ser inteligentes al saber cuál fue la reacción de una película entre la audiencia. La película es una herramienta que causa emociones y ahora podemos ver esas emociones. La crítica de cine debe volverse algo más interactivo”.

Sin embargo, Fogel fue muy claro al destacar la vigencia del periodismo. El hecho de que cualquiera pueda publicar una opinión no quiere decir que todos sean periodistas. En ese sentido se manifestó como escéptico al término “periodismo ciudadano”. Para Fogel, “si quieres ser periodista, debes mostrar calidad”.

“Hacer el trabajo de un periodista es algo que debe hacerse con ciertas habilidades. Si todos pueden publicar cosas. ¿Cuál es la diferencia entre el periodismo y otros tipos de comunicaciones como la propaganda, la publicidad, etc?. El propósito. Los que hacen publicidad, quieren hacerte comprar. Los que hacen propaganda, quieren hacerte votar. El periodismo es una actividad independiente. Un periodista es alguien que no tiene intereses y es responsable. Es una voz que debe ser expresada en la sociedad. La única forma de saber si es periodismo, es escuchar a la audiencia. Si la audiencia dice que eres periodista, en ese caso eres un periodista e incluso puedes ser un periodista exitoso si lo haces bien”.

 

Nada dura para siempre

La Beca terminó igual que comenzó: Con los becarios sentados ante una pantalla viendo Casi un gigoló en la clausura del FICCI 54. Ahora fueron Woody Allen, John Turturro y Sofia Vergara los actores a cargo de una comedia romántica donde Woody Allen interpreta el clásico papel que suele interpretar en sus películas.

Sin importar si el entorno era Aracataca, la Plaza de la Aduana o el Teatro Adolfo Mejía; el rito siguió siendo el mismo. Con o sin Internet, el cine sigue siendo gente mirando historias. Como en tiempos de los Lumiere, lo verdaderamente importante del cine no es tanto el cinematógrafo, sino la capacidad del público de salir corriendo ante una locomotora acechante. El periodista de cine no es un ser de otro mundo, sino un ser humano que le cuenta a sus semejantes lo que miró en la pantalla.

Las sesiones de la beca culminaron con Héctor Feliciano citando la letra de una salsa de Héctor Lavoe: “Todo tiene su final, nada dura para siempre,

tenemos que recordar que no existe eternidad”. Tal vez sea un buen consejo, no sólo para despedirse de un taller, sino para comprender los cambios en el cine, el periodismo y la cultura en general.

Nosotros, los periodistas, ya no somos los mismos. Ya no basta con escribir sobre una película, porque ahora cualquiera puede hacerlo. Tampoco importa tanto ser el primero en publicarlo, porque siempre habrá alguien que lo tuiteó antes. Si alguna vez tuvimos una posición de privilegio, esta se perdió cuando todos adquirieron el poder de publicar. Ahora todos podemos contar historias y podemos contar lo que vimos en las historias de otros. Eso sólo puede ser bueno. Lo importante es contarlo mejor.

[1] Para más información consultar: ¿Cómo planear un texto de periodismo cultural? Consejos de Jonathan Levi y Héctor Feliciano en la Beca GGM 2014

[2] Alberto Salcedo Ramos, Viaje al Macondo real, Revista Soho

[3] Para más información, consultar Consejos para cronistas: Alberto Salcedo Ramos en la Beca GGM 2014

[4] Para más información consultar ¿Cómo hacer crítica de cine? La experiencia de Fernanda Solórzano y A. O. Scott

[5] Para más información consultar Periodismo cultural de investigación: Consejos de Héctor Feliciano en la Beca GGM 2014

[6] Para más información consultar el texto 10 cambios del periodismo cultural y el cine

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