La Fundación Gabo, la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia - FLIP y Consejo de Redacción presentan en la Feria Internacional del Libro de Bogotá una experiencia infográfica sobre la inteligencia artificial y su relación con la desinformación, creada en conjunto con la consultora española especializada en innovación y transformación digital, Prodigioso Volcán.
Hablamos con Mario Tascón, director de la consultora y maestro de la Fundación Gabo, sobre este tema de actualidad como un abrebocas para continuar la conversación en la Casa del Periodismo, nuestro stand de la FILBo ubicado en el pabellón Gran Salón 18 - stand 101, hasta el próximo martes 2 de mayo. En este, los visitantes podrán adquirir, además, con un 50% de descuento, la boleta para el Festival Gabo, que se realizará del 30 de junio al 2 de julio en Bogotá. Esto nos dijo el maestro:
Pregunta (P.) La inteligencia artificial desde hace muchos años viene siendo utilizada para el reconocimiento de imágenes, en asistentes de Google e incluso en el periodismo, pero ¿en qué momento se puede decir que se dio el gran salto hacia la masificación?
Mario Tascón (M.T.) Hay un momento que, cuando se escriba la historia de estos últimos años, quedará reflejado: el año 2022. Por dos motivos: primero, hacia la primavera aparecen las primeras inteligencias artificiales generativas que empiezan a sorprendernos con imágenes que no acabábamos de entender cómo se hacían, pero que empezaban a parecer hechas por un ser humano, con alto nivel artístico y técnico.
Segundo, en el mes de noviembre, aparece Chat-GPT, una aplicación que alcanzó varios millones de usuarios en muy poco tiempo. Es una de las aplicaciones que ha crecido más rápido en los últimos años, incluso más que TikTok o, en su momento, Twitter o Facebook. No solo fue el hecho de aparecer, sino también que estuviera abierta, porque todo el mundo la puede probar. Esto es nuevo. Las inteligencias artificiales antes estaban asociadas a determinados softwares y no teníamos un acceso directo; teníamos el acceso a los resultados, pero no a poder manejarlas nosotros. Esto es un cambio fundamental.
P. ¿Qué riesgos o peligros para los usuarios trae el auge de la inteligencia artificial?
M.T. Creo que el principal peligro para la humanidad es la propia humanidad. Yo tendría más miedo a eso que a algunas máquinas, como cuestión general. Pero, es cierto que, al estar abiertas, el principal peligro que surge es la desinformación. Por una parte, estos sistemas todavía albergan algunos sesgos; es decir, pueden ser más proclives a proporcionar cierta información por sobre otra y por ende influir en quien la lee. Hay que estar muy atentos porque es difícil distinguir la verdad de la mentira, incluso para los profesionales de la información.
P. ¿Qué puede hacer la ciudadanía y el periodismo para frenar la desinformación?
M.T. Yo seguiría insistiendo en la necesidad de la alfabetización mediática de la población. En esta carrera a la digitalización, el acceso a las herramientas no ha estado acompañado de una formación sobre su uso, en todos los sentidos. Una ciudadanía con formación mediática y bien informada es una democracia sólida, y es un combate en sí mismo contra la desinformación. Con los periodistas partiría de lo mismo, solo que con una exigencia mayor porque deberán ser el principal colectivo en velar por denunciar a los propagadores de desinformación.
La simulación cada vez es más perfecta, la mentira cada vez tiene más aspecto de verdad. Lograr una construcción textual correcta que pasara por verdad antes suponía un esfuerzo muy grande, incluso para el que quería desinformar. Hoy día eso lo puede hacer prácticamente cualquier niño, con lo cual las herramientas de los periodistas, de los verificadores, en este sentido tienen que sofisticarse notablemente porque, si no, estarán en clara desventaja en este mundo.
P. ¿Hasta qué punto la creciente automatización de las labores periodísticas gracias a la inteligencia artificial podría reemplazar a los periodistas en el futuro?
M.T. Como tantos otros avances tecnológicos, va a modificar una parte de los roles que existen en el periodismo. Esto ya se suponía antes de ver estas herramientas en acción. Lo que va a hacer es automatizar procesos que eran muy básicos y servir de asistente en procesos más complejos. Quizás sí pueda sustituir determinados trabajos muy mecánicos, como por ejemplo, en las redacciones multimedia, determinadas locuciones de voz, que se podrán hacer de maneras más rápidas y eficientes con las inteligencias artificiales y con la síntesis de voz que con voces humanas.
Luego hay algunas cosas del periodismo que parece difícil que, por lo menos en el corto plazo, se sustituyan, como ser testigo de un hecho. La complejidad que tendría que tener una máquina para no solamente tener las capacidades lingüísticas que tienen las actuales, sino también la de moverse para procesar información en audio, vídeo, y sobre eso reconstruir o dar conocimiento sobre algo que está sucediendo, parece todavía lejana. Todavía hay muchos trabajos periodísticos que quedan a salvo de este miedo, que tenemos los profesionales de la información, a que estas máquinas nos sustituyan.
P. ¿Qué consideraciones éticas debe tener el periodista que se vale de la IA para su trabajo?
M.T. En principio las mismas que cuando utiliza fuentes o cuando produce un contenido. Pero hay que tener una vigilancia adicional porque es una herramienta nueva que nos puede confundir y esa confusión la podemos trasladar a nuestro público. También si estamos en el entorno de la programación o al momento de alimentar datos debemos intentar no introducirlos de una manera que produzca un sesgo en el trabajo que hacen las máquinas, que pueden tener que ver con el género, raza o religión. No podemos dar por cierto todo lo que salga de una inteligencia artificial como si eso fuera palabra de Dios. Todavía tienen sesgos y mienten.
P. ¿Cómo puede fiscalizar el periodismo lo que sucede con la inteligencia artificial?
M.T. Me voy a centrar en las generadoras de lenguaje, como ChatGPT. Son máquinas que en realidad trabajan sobre lo que los seres humanos ya han hecho: lo que hemos escrito, lo que hemos recogido; por tanto, son máquinas probabilísticas, estadísticas. Esta es la base que tienen que entender los ciudadanos y los periodistas: son máquinas que construyen las frases basadas en qué palabra es más probable que siga a la anterior. Esto no es una construcción “inteligente”, aunque lo parece.
Entender básicamente cómo funcionan estas herramientas nos permite estar más atentos a aquello que estas máquinas nos están dando, y por tanto, nos abriría unas posibilidades de usarlo como asistente, para ir más deprisa en algunas construcciones de texto, para ayudarnos a estructurar algo y luego acabarlo nosotros.
La dificultad que tienen estas inteligencias artificiales es su alta capacidad de simular la verdad. La capacidad de generar mentiras que parecen verdades se ha multiplicado exponencialmente; por tanto, el riesgo existe, porque vamos hacia unos tiempos en los que distinguir lo verdadero de lo falso –no solo en la inteligencia artificial, sino directamente en el de las fake news– es un problema que se va a agravar.
Aquí volverán a adquirir un papel que ya tenían –aunque se había deteriorado un poco– las marcas y los periodistas. Que algo no aparezca en determinados medios –o que sí aparezca para avisar que es falso– será una señal de alerta. Es un mecanismo antiguo, pero no por eso menos suficiente.
Hay posibilidades de hacer esas verificaciones y de que los medios –y los nuevos actores del ecosistema mediático que son equivalentes, como bloggers e incluso influenciadores con determinadas capacidades– tengan ese papel de vigilancia de aquello que se simula, que se inventa y sobre aquello que se miente.
P. ¿Qué podrán encontrar quienes se acerquen al stand de la Casa del Periodismo en la Feria del Libro de Bogotá?
M.T. Allí podrán encontrarse con una síntesis bastante adecuada y profunda, pero a la vez entretenida, sobre conocimientos básicos para entender cómo funcionan las fake news y la desinformación, especialmente aquella generada con inteligencias artificiales. Le animo a la gente que vaya, ya que de manera llamativa y muy visual pueden satisfacer un poco su curiosidad, que seguro la tendrán.