¿Qué es lo ético y lo antiético en los casos de Snowden y Assange? ¿Hasta dónde es lícito difundir mensajes secretos de los gobiernos? ¿Dónde comienza lo ilícito en esas prácticas? R.- Los directores de periódicos que recibieron los primeros voluminosos paquetes de cables obtenidos por Assange para Wikileaks, fueron cuidadosos: les aplicaron a esos cables las mismas normas que cualquier periodista debe observar en su manejo de las fuentes: por tanto los sometieron al rigor de la comprobación.
También hicieron lo que en las redacciones es un proceso normal: separar, en las informaciones que llegan, lo pertinente de lo no pertinente, bajo el criterio de que solo es publicable lo que es de interés público; y finalmente deliberaron sobre los efectos posibles de una publicación, para descartar o matizar lo que podría hacer daño y darle relevancia a lo que podía servir al bien público.
Al actuar así quedaba claro que hay secretos publicables y secretos que deben seguir siéndolo, y que la máxima prioridad es para los secretos que deben conocerse por interés del bien público. Por ejemplo, los asesinatos cometidos por militares de Estados Unidos en Afganistán. Hay otros secretos, en cambio, que no deben ser publicados y así permanecieron silenciados: los que ponían en peligro la seguridad pública.
Entre esos extremos se pudieron ubicar los secretos inútiles y mantenidos por los funcionarios por la sensación de poder que les originaba; en cambio debían respetarse los secretos guardados dentro del legítimo derecho de las personas a su intimidad.
En conclusión: deja de ser ético todo lo que viola los derechos de las personas o de la sociedad, en esta relación del periodista con los secretos. Es ético, en cambio lo que preserva esos derechos de los abusos de quienes ejercen el poder.
Documentación
Hay un tipo de periodista que, aparentemente se declara adepto a la verdad, pero está dispuesto a desviarse de su camino siempre que sea posible o cuando las circunstancias lo imponen. Estos son los periodistas teleológicos, los que creen que adherirse a una regla o axioma absoluto, como hacen los deontólogos, es irracional. Lo que ellos aprecian es la moralidad del acto. Estos periodistas que piensan en las consecuencias, son los antikantianos, los relativistas, los periodistas que opinan que esta desviación del camino de la verdad en ciertos casos, es un acto ético. Dado que estos periodistas se preocupan por las consecuencias, ellos se dedican, naturalmente, a aquellos actos que van a tener como resultado las consecuencias que ellos desean.
Analicemos un ejemplo común. Un periodista que sabe el nombre de la víctima de una violación, pero que decide dejarlo fuera del relato, se ha deslizado desde el estilo estrictamente periodístico al estilo neutral. Todo tipo de razones puede usarse para justificar una acción como esta, la posible venganza de la víctima o de su familia, incluso otro peligro para ella, en el futuro, pero estas son justificaciones subjetivas basadas en la opinión personal y que tienen que ver algo con las posibles consecuencias, pero nada que ver con un trabajo de plena divulgación. ¿El periodista tendría que usar en su trabajo el nombre de una muchacha de catorce años que ha sido golpeada, violada y sodomizada? Sería difícil revelar el nombre, creemos, incluso para el periodista orientado hacia la verdad pero algunos periodistas orientados hacia la verdad pueden pensar que tendrían que hacerlo.
Aquí tenemos otro ejemplo: ¿qué pasa con un relato sobre la existencia de una operación secreta de la policía, relato que podría destruir la investigación, e incluso poner en peligro la vida de un agente secreto? Aquí también sería fácil justificar el callar de esta historia en vista de las posibles consecuencias. La revelación o la eliminación de la información, basados en las consecuencias que se toman en cuenta, puede ser justificada, sin duda, en un sentido ético, pero los periodistas que hacen esto pueden dudar de su dedicación como informadores. Estos periodistas no tendrían que darse mucha prisa cuando se trata de condenar a los representantes del gobierno que pueden adoptar una actitud semejante basándose en las mismas razones.
John C.Merrill en La ética del periodismo. Universidad técnica particular de Loja. Loja 2007. PP 242, 243.
Consultorio Ético de la Fundación Gabo
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