Al mate, al termo, al paquete de yerba y a la computadora portátil, Martín Caparrós sumó un quinto objeto en su mesa durante la última jornada del Taller de libros periodísticos en Madrid. Un ejemplar de Postales, un libro que recopila algunas de sus fotografías junto a un breve texto dedicado a cada imagen. No sabemos cómo hará para sortearlo o si generará algún tipo de concurso. Sólo hay un ejemplar, el libro es una belleza y merece la pena jugar.
Mientras empezábamos a pensar en cómo resolveríamos esto, Caparrós contó que su primer trabajo fue como fotógrafo. Su padre tenía un estudio de revelado en su casa y desde niño a Caparrós le fascinó ese mundo tan misterioso, sus olores, la oscuridad, esa maravilla de cómo nacía una fotografía. Lo contrataron en un estudio para hacer retratos, pero duró muy poco, solo una semana. Tenía 16 años y muchas otras cosas que le interesaban más, aunque seguía gustándole la fotografía e intentó trabajar en el diario Noticias. Y consiguió entrar, sí, pero como cadete o ‘che pibe’, es decir, como el chico que hacía los mandados, el que iba al bar a buscar los cafés para los redactores, al banco a hacer los trámites.
Era diciembre de 1974, verano argentino y con mucho personal de vacaciones en el diario. Y en uno de esos días, hubo que llenar dos páginas y faltaban manos, así que le encargaron una noticia sobre un pie encontrado en los Andes que pertenecía a un tipo que estaba desaparecido desde hacía diez años. Después le pidieron una pequeña investigación y siguieron pidiéndole cosas, poco a poco. Y así empezó a trabajar de periodista en un medio muy vinculado con la izquierda peronista de los años setenta y donde Juan Gelman era el jefe de redacción y con compañeros como Rodolfo Walsh y Paco Urondo.
Noticias duró muy poco. Tras la muerte de Perón, quedó muy desprotegido ante el avance de la derecha peronista, los militares y la policía federal, cuyo jefe en persona cerró el diario, prometiendo que tenía un cajón reservado para varios periodistas que trabajaban ahí. “Paradójicamente, al año siguiente este sujeto voló por los aires por una bomba de la guerrilla y no necesitó de ningún cajón”, recordó Caparrós. Argentina entraba en una escalada de represión policial que haría eclosión con el golpe de Estado de 1976 y su plan sistemático de desaparición de personas. Unos años antes, se publicaba La noche de Tlatelolco, un libro sobre otra masacre en el extremo casi opuesto del continente y que se convertiría en la obra cumbre de su autora: Elena Poniatowska.
Té para tres
El título con la canción de Soda Stereo no es gratuito. Y no tiene que ver con que durante las tardes en las que Gustavo Borges compartió tantas tazas de té con Elena Poniatowska escucharan la voz de Gustavo Cerati. Habla sobre la existencia de un tercer elemento fundamental en esos encuentros: la obra de la escritora y periodista mexicana. De esta manera, su figura y sus textos pasaron muchas horas de charla con este periodista mexicano de origen cubano que trabaja en la Agencia EFE.
El proyecto de libro de Borges ya tiene un primer borrador, con una estructura de capítulos cortos y datos milimétricamente distribuidos sobre lo que leyó de y sobre Poniatowska y lo que le contó ella sobre sí misma. El té funciona como un símbolo de encuentro, reflexión, pausa y, necesariamente, lectura. Incluso la brevedad de cada capítulo intenta trazar una analogía para que sean concebidos como pequeños sorbos de té.
“Este libro es una especie de homenaje a México porque Poniatowska es un retrato del país”, dijo Borges en una semana muy especial para él, ya que se cumplen 25 años de su llegada al país. El título de su libro es Tardes de té con Elena y su autor se plantea incorporar lo que él llama “coro elénico”, conformado por quince o veinte personalidades, algunas que le han contado cosas de Elena y otras que han muerto pero que han escrito sobre ella. También adelantó que hay una editorial bastante interesada en publicar el libro, pero tampoco quiso insistir demasiado en eso: “Yo siempre digo: primero tiene que nacer el bebé y después vemos a qué guardería lo llevamos”.
La discusión del grupo sobre este proyecto se centró en cómo presentar al personaje en todas sus dimensiones sin caer en una apología, algo que el autor no pretende hacer pero que, reconoció, puede haber incurrido en algunos pasajes. Hay datos muy duros y tristes en la vida de Poniatowska, otros polémicos, pero la mayoría adorables y fascinantes. Y el reto que se propone Borges es retratar al personaje en toda su complejidad.
Martín Caparrós mencionó un error en un dato del libro: la nacionalidad de la fadista Amália Rodrigues, que aparece como española y era portuguesa. A raíz de eso, recomendó tomarse el tiempo de chequear todos los datos y afirmaciones ante un primer borrador de un libro, reservar uno o dos días para hacer un trabajo que es fundamental. Algo así como un fact-checking propio.
Y en torno a un libro de entrevistas, resultó inevitable abordar algún aspecto del género. Caparrós dijo que le molesta bastante cuando muchos periodistas que lo entrevistan, para demostrar que saben mucho, lo interrumpen antes de que termine de hablar: “Falta escucha y empatía muchas veces. Y el periodista que hace eso es un tonto porque atenta contra su propio trabajo: se pierde una parte importante de la declaración”. También dio algo que podría acercarse a una definición pero siempre con esa capacidad tan caparrosiana de conseguir que pensemos algunas cosas que teníamos naturalizadas desde un lugar nuevo. Un desnaturalizador infalible:
“La entrevista es una puesta en escena muy extraña en la que cada una de las partes gana algo. Es una cosa de beneficio mutuo. Ambas partes simulan una cercanía que, en realidad, no tienen o que se va a deshacer media hora más tarde”. Y habló del goce que experimentó en calidad de entrevistador: “Que haya gente que tenga ganas de contarte su vida me parece un privilegio extraordinario”.
Maratón grupal hidratada
Las últimas horas de esta edición del taller fueron dedicadas a un balance grupal, con una ronda en la que cada asistente expuso una síntesis de las cosas más importantes que se lleva de aquí. A continuación y no necesariamente en el orden en el que las expusieron, una frase con la conclusión de cada uno:
Lisseth Boon: “Fue muy interesante discutir sobre algunas dudas y retos para mi proyecto: el manejo de la primera persona o la protección de las fuentes, por ejemplo”.
César Batiz: “Me voy con el morral con menos peso y con menos angustias, con más ilusión de terminar mi libro. Veo que mi cancha está más acotada y más marcada. Antes tenía esa angustia típica del periodismo de investigación de que tengo que ir a tantos lugares y entrevistar a tanta gente. Y ahora ya no la tengo”.
Emiliano Zecca: “Lo que me llevo ahora con la conversación con Martín y con mis compañeros del taller es un par de esquemas nuevos, algunas miradas sobre los puntos valiosos de este tema y algunas críticas que me aportan mucho”.
Daniel Pardo: “Sin dudas va a ser más fácil escribir el libro después de esta conversación. Aquí he encontrado maneras de despojarme del lenguaje de la BBC, que es innecesario para este libro. Tengo muchas ganas de sentarme a escribir”.
Julieta Morón: “Tengo mucho que hacer a la hora de llevar el lenguaje del pódcast al del libro. Y el reto de que no desaparezcan el dato y la investigación porque no quiero contar solo mi experiencia, pero tampoco quiero que se vuelva duro”.
Barbara Celis: “Me habéis ayudado mucho a ver cosas que yo no era tan consciente. Necesito mostrar más y decir menos. Me quedan muchos deberes por hacer”.
José Guarnizo: “Me hizo ver el proyecto con distancia y acercarme a él sin angustia y sin miedo. Y en este momento estoy nuevamente entusiasmado y con ganas de seguir trabajando en él”.
Gustavo Borges: “Esta ha sido una de mis mejores experiencias profesionales en los últimos 40 años. Yo he corrido muchas maratones y se parece mucho a escribir un libro. A veces tienes momentos de crisis, estás agotado o estás en una euforia total. Y, al final, tienes una gran soledad. Escribir un libro es algo muy solitario, y el taller me ha permitido correr la maratón en grupo y constantemente hidratado”.
¿Qué pasó con Postales? Se lo ganó Daniel Pardo, en un juego de preguntas y respuestas sobre datos que aparecen en las crónicas del libro. ¿Cómo se cerró el taller? Con abrazos, besos y copas, y supongamos que con esta frase de Martín Caparrós que sí la dijo y la dijo hoy pero no justamente al final. Solo que, en pos del siempre arbitrario orden narrativo, este relator ha decidido colocar aquí, esperemos que con la pericia necesaria como para que no sea considerado un final tan “chan-chan” sino uno de esos que le gustan a su autor: los que hacen replantearte todo lo que has venido leyendo. Algo así: “Uno de los grandes objetivos de la crónica es cambiar el foco de lo que nos enseñaron a considerar que es noticia. Contar la vida es mucho más difícil que contar que fulano de tal dejó a mengana de cual”.
Y esa es la idea: que los ocho integrantes de la octava edición del Taller de libros periodísticos regresen a casa con el desafío de apartarse de la sencilla inmediatez para abrazar la complejidad de tantas vidas.
Sobre Martín Caparrós
Maestro y miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Periodista, novelista y ensayista (Buenos Aires, 1957). Utiliza herramientas de la historia, de la literatura y de la reportería para escribir sus textos. Ha practicado periodismo cultural, político, policial, deportivo, gastronómico y taurino en prensa, radio y televisión. Comenzó en 1973 en el diario Noticias de Argentina. Vivió en París, donde se licenció en Historia, y más tarde en Madrid donde colaboró con el diario El País y distintos medios franceses. De regreso a su país dirigió los mensuarios El Porteño, Babel, Página/30 y Cuisine & Vins. Ha publicado más de treinta libros traducidos a más de treinta idiomas. Sus tomos de crónicas se estudian en las universidades del continente. Como novelista ganó el premio Planeta Latinoamérica 2004 por Valfierno, el premio Herralde 2011 por Los Living. Su libro El Hambre ha tenido repercusión mundial y le ha valido diversos premios; últimamente recibió el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes (España) y el Premio María Moors Cabot, de la Universidad de Columbia (Estados Unidos).
Ahora vive en Madrid y publica sus trabajos en El País. Es maestro de la Fundación Gabo desde 2001 y miembro de su Consejo Rector desde 2013.
Sobre el taller
El taller de libros periodísticos busca reunir a ocho periodistas y escritores iberoamericanos que estén trabajando en la escritura de un libro para discutir sus proyectos durante una semana bajo la guía de Martín Caparrós.
El libro es el refugio del mejor periodismo narrativo de nuestros países. Ante la reticencia de muchos medios a publicar artículos largos o su desinterés por determinados temas, los periodistas más comprometidos eligen esa forma de trabajo paciente, esforzada e intensa que consiste en sacarle tiempo al tiempo para escribir su libro: el espacio donde pueden hacer lo que quieren sin restricciones, sin órdenes, sin más límites que su capacidad.