El periodismo en los tiempos de los virales, los influencers y los reporteros sin calle

El periodismo en los tiempos de los virales, los influencers y los reporteros sin calle

La creadora de Clases de Periodismo conoce los hallazgos de una serie de encuestas para responder a lo que viven hoy, en la era digital, las redacciones de la región.
Fotografía: Free-Photos en Pixabay | Usada bajo licencia Creative Commons
Esther Vargas

El principal activo de una redacción no es el edificio que ocupa, la tecnología de sus espacios, y menos el tráfico, la audiencia, o los diarios vendidos. El activo es su gente, sus hombres y mujeres periodistas que día a día se debaten entre mantenerse a flote con las cifras en el cuello y el origen mismo del periodismo: ser útiles. Y lo que ello implica: ser relevantes, necesarios, urgentes, comprometidos, servir.

Lo que menos necesita el periodismo hoy es a estos falsos mediáticos que con el traje de periodista transgreden formas, buenas prácticas y hacen de la noticia un espectáculo chirriante que se acerca más al ‘talk show’ que al periodismo responsable.

Este periodismo de egos inflamados llega a las aulas universitarias como modelo del éxito. Cuidado.

El periodismo no debe ser aburrido, las historias tienen que contarse con cariño, pasión y rigor, sin embargo, estas nuevas generaciones viven una situación que a futuro nos pasará factura. Los jefes -me incluyo- a veces pedimos notas como salchichas, como ‘popcorn’, como combo de comida rápida. Exigencias de las métricas. ¿Y el periodismo dónde diablos se quedó?

La situación actual del periodismo

Como parte de una investigación interna para Clases de Periodismo realicé una serie de encuestas en busca de respuestas a lo que viven hoy, en la era digital, las redacciones de la región, y en especial de mi país.

• Los redactores o reporteros están más sentados en sus -no siempre-cómodas sillas que caminando la calle, hablando con la gente cara a cara, mirando a los ojos de las víctimas, afrontando coberturas que te hacen ver uno de los rostros del oficio.

• No es culpa de los jóvenes periodistas este encierro (aunque algunos se acostumbran). Las redacciones tienen cada vez menos personal y recursos. Es más económico ver la tele, googlear y hacer la llamadita aquí y allá. Estamos siguiendo la pista (y el ruido) de un tuit, y no a los protagonistas de la noticia.

• Las redacciones plantean grandes objetivos en busca de eficiencia y más dinero. Hay que seguir vendiendo, hay que monetizar y no perder. Estos objetivos bien dichos son parte de cualquier organización moderna. Lo preocupante es que la palabra calidad no siempre es parte del discurso. Se piden abundancia y virales, y no nos convocan a hacer un periodismo que merezca el respeto de la gente. ¿Por qué no hablamos de calidad al mismo tiempo que nos enfocamos en el maldito tráfico que nos da de comer?

• Se queman etapas en tiempos récord. El talento se aprecia y se aplaude. Pero me cuesta creer que un editor que no ha reporteado tiene la capacidad suficiente para dirigir a un equipo joven que necesita de líderes de verdad.

• Los que promueven la rentabilidad te enseñan a construir virales, pero hace tiempo que dejaron de llamarnos para edificar historias que nos hagan sentir orgullosos de este oficio.

• La meritocracia se diluye en el oportunismo y el amiguismo. Este lastre que se arrastra en instituciones estatales, empresas y negocios diversos no está ausente de las organizaciones de noticias. Pero esto no es culpa de Internet y menos de los bajas inversiones en la televisión. Siempre ha funcionado así. ¿Qué hacemos para cambiarlo?  

• Hoy nos preguntamos cuántos retuits recibimos, cuántos usuarios están en la nota, cuántos han compartido la noticia en Facebook. ¿Y cuánto bien le estamos haciendo a la sociedad que pertenecemos? ¿Qué estamos construyendo? ¿Qué vidas cambiamos? ¿Qué manos estamos extendiendo?  

• El periodismo de chillones en Twitter nos está llevando a formar periodistas que primero opinan y luego piensan. Tenemos periodistas peleando por ser ‘influencers’ y no buenos reporteros.

• ¿Cómo se hacen los virales? La pregunta me la hizo un estudiante de periodismo. Lo primero que le dije fue: ¿Y cómo se hacen las noticias? Lo triste fue recibir una respuesta: “He conseguido prácticas. Me piden que haga virales, y no sé si estoy preparado”. ‘Ese supuesto periodismo te hará perder la fe en el oficio’, pensé ensayando un titular de esos. Pero también tenemos una opción: ‘Este periodismo te hará creer más en el oficio’. Me temo que el primero tiene más posibilidades de viralizarse que el segundo.

Intento preguntar a mis alumnos, cada cierto tiempo, qué están leyendo. “Leo en Internet”, me responden. Y me alegra que al menos lean, sin embargo, ojalá tuvieran de verdad una buena lectura en la tableta o en la mochila. Cuando me preguntan cuál es la mejor manera de aprender a escribir mi respuesta es ya un cliché: hay que leer y escribir, escribir mucho hasta que la mano te duela. No hay otra manera. He enseñado redacción de crónicas, redacción 1, 2 y algunos números más, y periodismo digital. Y me queda claro que sin saber escribir (no, no hablo de estilo) tenemos el 80% de la profesión arruinada, salvo que un padrino mágico te permita escalar posiciones con una prosa pobre, de ‘dijo’, ‘señaló’, ‘indicó’, ‘manifestó’ y una ruma de frases hechas.

Que el periodismo de investigación se fortalezca en algunas partes de nuestra región y que el periodismo independiente marque cada vez más la agenda informativa son dos señales, dos características para darle vuelta a este panorama gris. Pero, ¿cuántos de verdad quieren realmente cambiar el chip del viral por el chip del periodismo?

Perdonen tanto pesimismo.

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