¡Dejen de publicar mentiras!

¡Dejen de publicar mentiras!

El periodista chileno Andrés Azocar reflexiona sobre el llamado de Dan Gillmor para que los medios dejen de reproducir tal cual las declaraciones de líderes políticos como Donald Trump.
Fotografía: Tiburi en Pixabay | Usada bajo licencia Creative Commons
Andrés Azocar

Recientemente, Dan Gillmor publicó una columna que desató una larga discusión entre periodistas y académicos. En su texto, el analista de medios y famoso por su libro We the Media, advertía a los medios y a sus profesionales que dejaran de darle espacio a las mentiras. Que dejaran de publicar todo, sin filtro. Que evitaran replicar al Presidente Trump cada vez que éste disparara una de sus falsedades. “Por favor, deja de dar tiempo a los mentirosos. Dejen de publicar sus mentiras”, era su grito desesperado.

Gillmor apunta a la política estadounidense y su actual relación con los medios. A la disputa -guerra, es una expresión más realista- entre la administración de Donald Trump y la mayor parte de la prensa de ese país. Prensa que ha cosechado beneficios de esta batalla sin cuartel, pero que, según Dan Gillmor, a un costo muy alto: ayudar a expandir las mentiras, que en las redes sociales pronto se convierten en hechos. “Por favor, examina lo que estás haciendo. Estás dejando que los mentirosos usen sus normas tradicionales, lo cual tiene sentido en diferentes momentos y situaciones, para convertirlo en amplificadores de engaño”, dice el columnista en Medium

Un nuevo estudio del Observatorio de Medios Sociales de la Universidad de Indiana, hace evidente la queja de Gillmor. “No es de extrañar que haya tanta desinformación publicada: el spam y el fraude en línea son lucrativos para los delincuentes y desinformadores. La propaganda gubernamental y política obtiene beneficios tanto partidarios como financieros de la distribución masiva de noticias falsas”, dice parte del estudio, que además explica las razones del porqué la gente se ve tan tentada a reproducir información de mala calidad.

Gillmor recibió críticas. Los argumentos en contra se centraron en por qué los medios deberían dejar de mostrar cómo miente el gobierno de EE.UU. y cómo lo hacen su presidente y sus agentes. Por qué dejar de presentar “la sucia” campaña en contra de sus enemigos. La prensa tiene la responsabilidad de fiscalizar al gobierno y, en un mundo de alternativa, decirle cuál es la verdad.

Más mentiras que certezas

La disyuntiva hoy no es sólo para los medios norteamericanos. La polarización y el efecto multiplicador de las noticias falsas a través de las redes sociales, es un fenómeno global. Las mentiras, según muchos estudios, logran mayor cobertura que las certezas. Y los medios han sido, de muchas maneras, responsables de la propagación del virus: búsqueda del click fácil, la producción industrial de noticias, el uso de fuentes discutibles y, como dice Gillmor, el protagonismo de declaraciones abiertamente falsas.

¿Por qué tiene razón Gillmor? Porque los medios hoy no controlan los flujos de las noticias, por lo tanto no controlan la forma en que será recogida y distribuida una declaración falsa de una autoridad. La intención puede ser mostrar cómo miente un ministro, por ejemplo, pero en las redes sociales, el contexto habrá desaparecido. Según el estudio de la Universidad de Indiana “la fuerte competencia por la atención limitada de los usuarios significa que algunas ideas se vuelven virales a pesar de su baja calidad, incluso cuando las personas prefieren compartir contenido de alta calidad”.

Otro punto importante es que, en este nuevo escenario, los medios deben regular sus filtros. La sensación de espacio infinito que da la web, no significa que se publique todo lo que llega a la redacción. Declaraciones tendenciosas o abiertamente falsas, deben ser filtradas o generar un contexto (fack checker) que haga inexpugnable la noticia. El periodismo debe redefinir su rol en este nuevo contexto. La responsabilidad también está en evitar la incitación a la polarización. Si las audiencias cambias, los medios deben extender nuevos cuidados y responsabilidades. Esto no tiene nada que ver con la censura, es modificar la línea editorial. El tono partisano puede ser empático con la audiencia, pero dañino para la democracia.

Este fenómeno no es inocuo. “En un nivel existencial plantea la pregunta paradójica: ¿cómo pueden las democracias sobrevivir y prosperar en un entorno de libre expresión sin restricciones? Las democracias tienen éxito por su capacidad para lograr el consenso entre diferentes puntos de vista. ¿Cómo prosperan las democracias en un entorno que requiere cerrar brechas entre realidades alternativas?”, dice Richard Gingras.

El llamado de Gillmor puede sonar algo conservador, pero más bien es un llamado a poner paños fríos y racionalidad en cómo se enfrenta un nuevo escenario noticioso. “En otras palabras, haga lo que sugieren los expertos en desinformación: no repita la mentira”, sentencia Gillmor.

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