En este blog crearemos un espacio para reflexionar acerca de los retos y dilemas éticos que las conversaciones del gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, representan para los periodistas que cubren este proceso. La idea es crear un punto de encuentro que nos sirva para lograr una cobertura útil y responsable de una coyuntura que resulta clave para el país.
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Desde hace unas semanas el mensaje que llega de La Habana es que las conversaciones del gobierno con las Farc aunque avanzan lento, van por buen camino. El presidente Juan Manuel Santos ha dejado la cautela y ha puesto el proceso de negociación como el eje de su último año de gobierno y, por supuesto, de su posible reelección. Esos dos hechos han exacerbado la polarización política.
Se ha ido configurando un bloque en contra del proceso de paz que encabeza el expresidente Álvaro Uribe, quien desde twitter, pero también desde los medios masivos, ha pasado de la crítica al boicot. Esta semana por ejemplo, Uribe publicó un correo interno de las Fuerzas Armadas con las coordenadas para la suspensión de operaciones en una zona de los Llanos del Yarí en la que se produciría una operación del CICR para sacar a uno de los delegados del grupo insurgente.
Los periodistas solemos hacerle eco a todos los episodios que polarizan porque sin duda son noticiosos y porque el debate de opiniones alrededor de un tema tan sensible es de interés nacional. Es normal que si Pastrana llama “camarero de Pablo Escobar” a un ministro, o “mula” a un exministro, eso genere reacciones en todo el mundo político. Que Uribe y Santos se descalifiquen mutuamente puede llenar los titulares de los medios durante una semana o un mes entero, si es que así lo queremos.
La pregunta es si ese tipo de información, que a veces tiene más de espectáculo que de controversia ideológica, es la que necesitan los colombianos sobre el proceso. La polarización se alimenta de informaciones a medias, de hechos fuera de contexto, de amnesias selectivas, de tergiversaciones, de fragmentar la realidad. Por eso la fórmula para que no quedemos atrapados en medio de declaraciones que van y vienen, de insultos, de descalificaciones, es ir a los hechos.
Tratar de explicar por qué Pastrana ha cambiado de repente su discurso; por qué Uribe se opone de manera tan vehemente al proceso de paz; y por qué a medida que se avanza en La Habana, se caldean más los ánimos en Colombia. Pues estas tendencias a polarizar, más que respuestas emocionales o instintivas responden a una racionalidad política de quienes están envueltos en ellas. Hay intereses y apuestas de futuro, electorales o de otro tipo, que mueven a unos y a otros.
En medio de la polarización se han dicho cosas que no tienen asidero en la realidad:
- Primero, que habrá impunidad. Hasta ahora no se ha tocado el tema de la justicia en La Habana, y lo que hay sobre la mesa es un Marco Jurídico aprobado por el Congreso, que se inscribe en la justicia transicional, que está pensada para facilitar la transición de sociedades en conflicto.
- Segundo, que las Farc están divididas. Tanto el cese de hostilidades unilateral de dos meses que hicieron en navidad, como la llegada de otros comandantes del sur del país a la mesa, demuestran lo contrario.
- Tercero, que las Fuerzas Militares saldrán sacrificadas por el proceso y terminarán en las cárceles. Basta con observar tanto el Marco Jurídico para la paz, como los puntos de la agenda de La Habana para entender que no hay asidero en esa premonición.
De otro lado no hay que ocultar las críticas. Sería muy sano que a pesar de las esperanzas que ha despertado el proceso de paz, y de la confidencialidad que lo rodea, se puedan visualizar los posibles errores o timos que ocurran. Pero eso requiere información y no solo opiniones. Hasta ahora los críticos han aportado pocos datos al respecto.
Mención especial merece el expresidente Álvaro Uribe, cuya estrategia política es claramente polarizar al país en contra del proceso de La Habana. Uribe todos los días lanza tuits sobre acciones de las Farc en los diferentes territorios. La prensa debería verificar estos episodios y ponerlos en contexto.
Es el caso de los explosivos encontrados en los alrededores de la vivienda del gobernador de La Guajira, que Uribe señala iban dirigidos a un atentado contra dicho mandatario. Santos, por su parte, asegura que no es así. Esto es por tanto un punto muerto donde cada quien defiende una posición. Solo ir a los hechos puede romper ese círculo vicioso de la guerra verbal. Y es el aporte que los periodistas podemos hacer para hacer menos polarizado el clima actual de la opinión.
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