El papa y el hipo del periodismo

El papa y el hipo del periodismo

Un fenómeno social y cultural como el que representa el papa, amerita rescatar la esencia del oficio periodístico personificado por Chesterton, uno de los escritores preferidos de Francisco y propuesto como beato católico.
El papa Francisco | Fotografía: Long Thiên en Flickr | Usada bajo licencia Creative Commons
Nelson Fredy Padilla*

Siendo periodista de El Espectador, Gabriel García Márquez propuso otra mirada al poder del catolicismo y escribió sobre el hipo que padecía el papa Pío XII a mediados del siglo pasado. Hoy una contracción respiratoria e ideológica afecta a muchos periodistas mientras hablan sobre el papa Francisco en Colombia; emocionados como fervientes católicos se les va el aliento y la imparcialidad.

En el consejo de redacción de El Espectador se planteó el dilema de si puntos de vista críticos sobre la visita histórica iban a recibir igual oportunidad de publicación que los que están a favor. Se acordó que sí, que eso es fundamento del buen periodismo, de la línea editorial de un medio de comunicación que defiende la libertad de cultos y, por tanto, no es procatólico ni anticatólico.

Cito el editorial del 14 de mayo de 2017: “sin discriminar a nadie y bajo el respeto de la diferencia”. Cito el vigente artículo 19 de la Constitución de 1991: “Se garantiza la libertad de cultos. Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva”. Bajo esos criterios informamos, no sólo de la trascendencia de la gira del pontífice, de él como persona y personaje, sino del Estado Vaticano, de la Iglesia católica con fortalezas y defectos; desde sus postulados y más de 1.280 millones de fieles hasta la pederastia religiosa y las mafias infiltradas en sus finanzas. Les dimos voz al papa y a la curia, al cristiano, al ortodoxo, al ateo, al irreverente autor de La puta de Babilonia, el escritor Fernando Vallejo.

Pero hay medios y periodistas que creen en la vigencia del derogado artículo 38 de la antigua Constitución. Ordenaba: “la Religión Católica, Apostólica, Romana, es la de la Nación; los Poderes públicos la protegerán y harán que sea respetada como esencial elemento del orden social”. Y con ese sesgo tradicional pierden la posibilidad de disentir; el papa es Su Santidad, su iglesia es perfecta, los sacerdotes son sabios, los periodistas ovejas del redil y las plataformas de información capitalizadoras de la fe, porque de otra manera se pone en riesgo la audiencia de las mayorías católicas. ¿Autocensura?

Un fenómeno social y cultural como el que representa el papa, amerita rescatar la esencia del oficio periodístico personificado por Chesterton, uno de los escritores preferidos de Francisco y propuesto como beato católico. Enseña la agudeza y sagacidad de su detectivesco padre Brown, para fijarse en la luz y las sombras, en el bien y el mal.

La libertad de pensamiento salvaguardada por El Espectador desde hace 130 años ha motivado reacciones a favor y en contra. Javier Darío Restrepo, exsacerdote y maestro creador de estos debates sobre ética periodística, reseñó lo ocurrido en 1888: “Cuando un columnista manizaleño publicó una nota en la que destacaba el contraste entre la pobreza y humildad de los apóstoles de Cristo y la fastuosidad con que la Iglesia preparaba la celebración de las bodas de oro sacerdotales del Papa León XIII, el Obispo de Medellín, Bernardo Herrera Restrepo, prohibió ‘leer, comunicar, transmitir, conservar o de cualquier manera auxiliar al periódico El Espectador’”. Informar y estar informado era “pecado mortal”.

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* Editor de El Espectador.

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