¿Por qué se da la autocensura? ¿Un periodista puede prevenir y abstenerse de actos de autocensura?
Respuesta:
El miedo y los intereses son las fuentes más frecuentes de la autocensura. Una jugosa pauta comercial, una amenaza o el temor a recibir amenazas, aparecen como mordazas que se imponen a sí mismos los periodistas y los medios de comunicación.
También logran ese efecto la pereza o la débil conciencia profesional.
El resultado es una involuntaria complicidad con corruptos y violentos, y una negación del derecho que la sociedad tiene a una información oportuna y de calidad.
La autocensura tiene, como instrumento más común, el silencio, sea en el escrito o en la información sonora de la radio y la televisión, y hasta en las imágenes.
La combinación de informaciones que se comunican y de datos que se callan es una de las formas más conocidas de la autocensura, que no solo calla sino que sugiere o explicita falsedades, las cuales operan más eficazmente la voluntad de encubrir.
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La autocensura pone en evidencia la falta de independencia de periodistas y de medios. Allí se manifiesta un orden de prioridades equivocado. En vez de la prioridad del servicio al receptor de la información, se privilegia al anunciante, al jefe político, al gobernante, al sujeto que intimida con armas o con amenazas. Esta inversión de las prioridades les arrebata su dignidad a los periodistas y medios y deja indefensa a la sociedad y, lo que es más grave, fortalece el poder de corruptos y violentos.
Al rigor de la independencia, como solución, se debe sumar la intensificación de las prácticas del trabajo en equipo, que hacen desaparecer la figura del reportero solitario y vulnerable, y hace emerger la saludable práctica del trabajo compartido, que da mayor seguridad y fortaleza al ejercicio periodístico.
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Documentación
El silencio impuesto por razones ideológicas o religiosas no ha desaparecido a lo largo de la historia. Es conocido el caso de Sócrates, condenado a morir en 399 antes de Cristo mediante la ingestión de cicuta, bajo la acusación de pervertir con sus discursos a los jóvenes.
A los motivos de rivalidad hacia un agente externo sucedieron los basados en intereses más espurios, tales como el mantenimiento de sistemas tiránicos.
Los nazis destacaron por sus refinadas técnicas de censura y manipulación. Aquel régimen de la Alemania de Hitler simboliza las perversidades posibles de un Estado totalitario; pero todo régimen social, sea descaradamente despótico u oficialmente democrático, desarrolla sus propias técnicas para administrar la palabra, imponer el silencio y regular las relaciones entre significantes y significados.
Quienes escriben o hablan en los medios de comunicación durante los regímenes dictatoriales conocen las consecuencias legales de sus actos y, por ello, se aplican el efecto de la tijera ellos mismos antes de que lo haga la autoridad con peores consecuencias. Por lo tanto, la autocensura no se limita a los regímenes totalitarios: puede ejercerse por razones de intereses empresariales, comerciales o económicos en general, entre otros.
La autocensura a menudo consiste en decir sin decir. El mero conocimiento de que alguna vez ha habido censura causa efectos. El periodista va desarrollando un lenguaje lleno de claves -lleno de silencios- que suponen auténticas implicaciones para un público con el que mantiene una cierta complicidad.
Podemos plantearnos entonces que la técnica del mensaje concebido para leerse entre líneas constituye un antecedente de los actuales usos de la insinuación y el sobreentendido en la prensa.
Es probable que toda época de censura haya provocado acciones de autocensura y, dentro de ellas, resquicios para escapar por el procedimiento de decir sin decir. De esta forma, las técnicas de emitir mensajes mediante el silencio quizás tengan un entronque claro con la ausencia de libertad de expresión y de información, que atraviesan la historia de la humanidad.
Alex Grijelmo. La información del silencio.
Taurus. Madrid. 2012. P. 56, 60, 61.