El Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo, de la Universidad de Oxford en Inglaterra, ha publicado la edición 2020 de su Digital News Report, y por primera vez en nueve ediciones ha compartido simultáneamente un resumen ejecutivo en español de este importante informe sobre medios de comunicación.
La Fundación Gabo se une a la difusión en Iberoamérica del reporte, construido a partir de más de 80.000 encuestas en 40 países, que da cuenta de un entorno de medios cada vez más dominado por plataformas digitales y un aumento en las personas que pagan por noticias en línea, tendencias que se han visto impulsadas por el coronavirus. Este estudio también revela una preocupación por las noticias falsas y un incremento en la desconfianza hacia los medios de comunicación.
Entrevistamos a Eduardo Suárez, jefe de comunicaciones del Instituto Reuters, para hablar sobre la finalidad este reporte y analizar algunos de los principales hallazgos.
Suárez será moderador de un panel con los periodistas Javier Moreno Barber, María Teresa Ronderos y Natalia Viana, que la Fundación Gabo y el Instituto Reuters realizarán virtualmente, el próximo 25 de junio, para presentar el informe en Latinoamérica.
¿Cuál es la importancia de presentar un reporte como este anualmente?
Hay un valor en hacerlo una vez al año y es ir viendo cuál es la evolución de los medios de comunicación y las noticias digitales durante estos años. Si tomas el primer informe que hicimos, por ejemplo, la mayoría de la gente accedía a las noticias en línea a través de su ordenador, y ese porcentaje ha ido bajando poco a poco a medida que subía el porcentaje de gente que accedía a las noticias a través del celular.
Ahora tenemos una serie de nueve informes con cada vez más países, y eso nos permite ver la evolución de tendencias en lo que se refiere a la confianza en las noticias, a la información y al porcentaje de gente en cada país que paga por noticias online.
Creo que es una buena manera de evaluar al menos una vez al año el estado de algo que es muy valioso para las sociedades: la información; cómo se informan los ciudadanos, qué les preocupa a la hora de informarse, cómo confían en las noticias y en los medios. No hay ningún instrumento tan completo para eso como el Digital News Report.
¿Cómo es el proceso detrás de una meta tan ambiciosa de realizar 80.000 encuestas? ¿Cómo el coronavirus incidió en esta ocasión?
Es un proceso evidentemente muy complejo, porque están envueltos 40 países este año, dos más que el año pasado. Empieza en otoño con el equipo de investigadores del Reuters Institute evaluando qué preguntas hacer. Cada año hay preguntas que son las mismas pero hay otras que cambian. Este año, por ejemplo, tenemos una sección sobre cómo quieren los ciudadanos que se cubra el cambio climático.
Los investigadores redactan un cuestionario, lo piensan mucho, consultan también con nuestros aliados en cada país para saber si lo que preguntan se entiende en ese mercado. Tienen que ser preguntas comprensibles de manera global, que se entiendan igual en Argentina que en Corea del Sur.
Ahí entra en juego YouGov, que es la firma de encuestas con la que trabajamos. Ellos hacen las encuestas entre los últimos días de enero y los primeros de febrero cada año.
Pero este año nos hemos encontrado con el desafío del coronavirus, lo que nos hizo decidirnos a realizar unas encuestas adicionales en seis países: Estados Unidos, Reino Unido, Argentina, España, Corea del Sur y Alemania, para testar, en una lista de países lo suficientemente diversa, cómo había cambiado la pandemia algunas de las tendencias que habíamos detectado en el enero.
¿Cuál fue el principal cambio entre lo recogido en enero y lo recogido en abril?
Yo diría que que esa fotografía cambió de dos formas: la primera es que el uso de medios informativos se disparó durante el pico de la pandemia en Europa, que fue en marzo y abril. No sólo el consumo de la televisión sino también de los medios online. Eso es algo común a todos los países que estudiamos, porque evidentemente la gente quería informarse sobre este fenómeno tan nocivo y del que nadie sabía nada.
Lo segundo es que, en general, la confianza en los medios durante esos días fue más alta que la que detectamos en la encuesta de enero y de febrero. Eso no significa que esa esa subida de la confianza sea permanente, y tampoco que haya ocurrido en todos los países. En Reino Unido, donde encuestamos hasta junio, estamos viendo que esa confianza está regresando a los niveles habituales.
Ahora estamos volviendo en muchos países a la dinámica política habitual: un partido está en el gobierno, el que está en la oposición le critica la forma de manejar el virus, los medios más críticos lo critican, etcétera. Eso se puso un poco en suspenso durante los días más difíciles de la pandemia, donde lo esencial era que los medios te dijeran lo que tenías que hacer para protegerte, cuáles eran las cifras de fallecidos, qué mensaje estaba dando el gobierno. Ha sido una situación evidentemente excepcional.
¿Qué cambios creen que vinieron para quedarse?
Hemos detectado un uso creciente de plataformas como Zoom o Meet. Mucha gente que nunca las había usado, especialmente mayores, de repente las está usando. Claro, no sabemos hasta qué punto eso seguirá cuando tengamos un tratamiento y volvamos a la vida habitual.
Lo que sí vemos que puede ser un poco más duradero es que mucha gente se ha unido a grupos de Whatsapp o de Telegram donde se habla del coronavirus. Pero es cierto que en los países hispanohablantes es algo muy común. De hecho en la encuesta sale que prácticamente la mitad de los argentinos y los españoles han hablado del coronavirus con sus familiares o con sus amigos en grupos de Whatsapp. Es un porcentaje muy alto.
Otra de las cosas que hemos visto es cómo ha subido el uso informativo de redes sociales muy visuales, sobre todo Instagram. Pero esa es una tendencia que hemos tenido en los últimos años del informe y es definitivamente una tendencia de la cual los medios deberían ser muy conscientes.
En el informe ustedes indican que el modelo de negocios ha pasado aceleradamente de depender de la publicidad a enfocarse en afinar modelos de suscripción. ¿Cómo le está yendo a los medios de nuestra región en esto?
Detectamos es que el porcentaje de personas que dicen que pagan por noticias en línea está subiendo. No es un porcentaje que suba a una velocidad enorme, pero cada año sube un poco. Está más alto en Noruega, donde el 42% de la gente dice que paga por noticias online; es un porcentaje altísimo. Está subiendo en Estados Unidos, en España y Alemania. Y está subiendo un poquito en Latinoamérica.
Evidentemente, nunca se va a conseguir que el 100% de la población pague por la información, porque siempre va a haber un porcentaje alto de la población al que le baste con las alternativas gratuitas que tiene. En nuestros países las hay de mucha calidad. En España, que es el país que yo conozco, tenemos Televisión Española que es pública y de calidad, con una plantilla de corresponsales muy buena y muy amplia, que cubre el mundo casi como ningún medio en España.
¿Significa eso que medios como El País o El Mundo en España, o medios como La Nación o el Clarín en Argentina no van a conseguir convencer a la gente de que pague? No creo que se trate de eso. Siempre va a haber un porcentaje alto de gente que a la que nada le va a convencer de pagar: en Estados Unidos, por ejemplo, es el 40% y en Reino Unido la mitad de la gente. Pero los medios deberían enfocarse, sobre todo, en su audiencia más fiel.
Todos los medios grandes de todos los países tienen una audiencia, un tráfico y unos usuarios únicos online muy grandes, que casi siempre se cuentan en millones. Y luego tienen una audiencia fiel más pequeña, no de millones, pero que sigue siendo bastante grande. Ese es el público en que deben centrarse los medios al atraer sus suscriptores.
En Latinoamérica tenemos los casos de éxito como La Nación y el Clarín, en Argentina, y Globo, en Brasil. Y no solo en los medios grandes. Lo estamos viendo en medios pequeños con modelos un poco distintos. En España tenemos el caso de eldiario.es, un medio puramente digital. Ellos tienen un modelo de membresía similar al de The Guardian, donde todo el mundo puede leer todos los contenidos, pero aún así atraen el pago, digamos, altruista de más de 50.000 socios. Es un ejemplo muy bueno de cómo atraer socios. Han logrado casi 20.000 nuevos socios durante la pandemia.
Es un periodo muy difícil para cualquier medio, pero les va a ir mucho mejor a los medios que tengan un producto digital potente, que hayan invertido en ese producto digital durante los últimos años y que tengan una conexión grande con esa audiencia fiel, que al final es de la que dependen para mantener un modelo de suscripción.
¿Cómo analizan ustedes el inmenso el poder que tienen las plataformas digitales sobre los medios de comunicación?
Vivimos en un mundo en el que la mayoría de la gente prefiere informarse a través del teléfono móvil y que en gran medida está dominado por esas plataformas. Hay un porcentaje grande de la población que no se informa yendo directamente a los medios, sino leyendo la información a través de Facebook, Twitter, Youtube o a través del buscador. Estamos viendo que es difícil que esa tendencia se revierta.
Dicho esto, los medios están intentando construir canales de relación con la audiencia que no dependan de esas plataformas, y yo creo que esa es un poco la razón por la que estamos viendo el auge de los boletines de correo electrónico, de fenómenos como el podcast o la creación de canales en aplicaciones de mensajería. Buscan una relación directa con sus lectores más fieles para no depender exclusivamente de un algoritmo de Facebook o Google.
Es sano construir esos puentes, en la medida que los medios sean conscientes de que están en ese entorno dominado por las plataformas, que muchos jóvenes los van a leer por allí y que es importante atraerlos para seguir pescando nuevos lectores.
El otro problema con las plataformas es la desinformación. Eso es algo que aparece cada año en el informe, pero que es muy preocupante. Cuando le preguntamos a la gente por las plataformas y por información falsa que ve allí, habla sobre todo de Facebook. En algunos países como Brasil, México y Chile, hablan de Whatsapp, que es un sitio todavía más peligroso porque la información está encriptada y es imposible para la plataforma saber lo que está circulando ahí.
Esto debería ser una llamada de atención para las plataformas y también para los políticos que están ahora pensando cómo regularlas, pero es muy complicado. Y es todavía más complicado cuando hay políticos en esos países, como Jair Bolsonaro en Brasil, que están utilizando esas plataformas para difundir desinformación sobre el virus.
¿Cuáles son las principales tendencias sobre Latinoamérica que observaron en su estudio?
La importancia de las aplicaciones de mensajería y la preocupación por la desinformación son dos tendencias. Según el estudio, en Brasil hay un 84% de la población que está preocupada las noticias falsas en internet. Es el porcentaje más alto de todo el informe. Hay porcentajes altos también en Chile, con 65%, Argentina con 60%. Pero podemos ver el vaso medio lleno: es gente que quizá está alerta a la hora de informarse y al menos tienen esa dosis sana de escepticismo.
Por otro lado, los políticos y lo que dicen son percibidos como el principal problema de desinformación, más incluso que las que las mismas plataformas.
La otra tendencia que creo que es importante destacar la es la caída enorme de la confianza en las noticias, especialmente en Chile donde ha caído 15 puntos porcentuales, la más grande que hemos detectado en el informe, justo después de Hong Kong, con 16,
¿Por qué continúa bajando la confianza en los medios informativos?
No ha bajado de la misma manera en todos los países. Hay países donde la confianza sigue siendo alta como en Finlandia o Noruega, pero en la mayoría de los países ha ido hacia abajo. Pero no sabemos a ciencia cierta cuáles son todas las razones y es algo que vamos a estudiar mucho más a fondo a partir del año que viene.
Las hipótesis de la academia casi siempre plantea que la caída en la confianza en los medios suele ir de la mano de la confianza en la política y en los políticos. La verdad es un poco injusto para los periodistas saber que si haces bien tu trabajo y haces control a los políticos, al gobierno y al poder, la confianza en esos políticos puede caer, y a la vez la confianza que generas tú como periodista o medio puede caer al mismo tiempo. Es una paradoja.
En el Instituto Reuters no creemos que los medios deban seguir el camino contrario: que deban adular a los políticos o a los poderosos, o no criticar para no crear crispación o polarización. Creemos que los medios tienen que cumplir esa función de fiscalizadores del poder.
Pero es así y es una tendencia que quizás se está acelerando por el tipo de esfera pública en la que vivimos en línea, en las redes sociales y porque hay más gente en desacuerdo con lo que publican los medios; pero son hipótesis que nos gustaría comprobar.
¿Cuál es la finalidad de la alianza entre el Instituto Reuters y la Fundación Gabo?
Al margen de todos nuestros patrocinadores, que suelen presentar el informe en cada uno de sus países, este año quisimos realizar lanzamientos virtuales por continente, en vista de que la gente no puede viajar. En Asia lo estamos haciendo con Splice, en Estados Unidos con la Agencia Reuters, y en Latinoamérica con quién hacerlo mejor que con la Fundación Gabo, porque es el gran lugar de encuentro para el periodismo no solo en esta región, sino también en España y Portugal.
Para nosotros la Fundación es el socio perfecto por su tradición grande de hacer eventos y talleres con periodistas, no solo para formar sino para mantener viva la llama de la discusión sobre las cosas que nos importan a los periodistas en nuestro idioma y el portugués. También porque tiene una audiencia notable, de muchos países latinoamericanos que a veces es difícil conseguir. Nuestros países están tan fragmentados que es difícil encontrar a un socio que englobe países tan distintos.
Publicamos una versión online en español del resumen ejecutivo del informe. Lo llamamos resumen, pero son unas 14.000 palabras. Es la primera vez que lo hacemos y yo estoy especialmente contento. Creo que es importante que la gente tenga la facilidad de leerlo. Muchos podemos leerlo en inglés, pero está mejor tenerlo en español porque estoy seguro de que lo podrá leer mucha más gente.