El Carnaval de Barranquilla es descrito y visto en su tierra como una fiesta de “descontrol y resistencia”, una fuente de poder para la sátira social, un “desafío a lo prohibido” y un pilar para la supervivencia de la vida en sociedad: es “el momento en que podemos sacar nuestro disfraz y darle vida a todos aquellos que habitan en nosotros”, se lee en una de las paredes del Museo del Carnaval de Barranquilla.
A propósito de esta celebración, declarada por la Unesco como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad en 2003, compartimos una selección de crónicas producidas durante la Beca Gabo de Periodismo Cultural 2013, que dan cuenta de cómo este encuentro de danzas, músicas, comedias, disfraces y letanías, se transforma en un espacio cultural para evocar y caricaturizar el dolor y reivindicar la libertad.
1.El chocho fluorescente de Li Saumet en el Carnaval de Barranquilla
“…Exijo y ordeno que a partir de ahora: la chucha, el chocho, la concha fluorescente o como quieran llamarle, se libera!! Después de tantos años de punteo, ella sale a mostrar su poder y los invita a que abran sus piernas a la libertad y el vacile, a que salgan rayos de luz de esa cueva oscura, por que ella misma lo ha pedido.” Li está vestida de reina, y en su atuendo resume la esencia de la comparsa...
2. King Kong agarró la corona
—¡Qué viva Galapa…! ¡Qué vivaaaa! ¡Qué viva el Rey Momo…! ¡Qué vivaaaa!- grita el público en el desfile de la Carrera 41, junto a los reyes infantiles, las reinas de reinas y los ex momos. Y ese rey vitoreado es él: José Llanos Ojeda. El más famoso artesano de máscaras de la zona y director, desde 1977, de la comparsa Selva Africana.
3. El poder de la mondá
El origen más lógico de la palabra viene del verbo “mondar”, que significa pelar. Pero los costeños decidieron acoger otra teoría, más colorida: dicen las leyendas locales que la palabra cobró vida como consecuencia del encuentro de dos mundos, cuando las prostitutas francesas llegaban al Caribe para buscar fortuna en los burdeles con los comerciantes y se encontraban con la privilegiada constitución física de los negros.
4. Hágase su reino
Una noche de 1984, Jairo Polo animó a doce amigos a llevar a las calles el carnaval que hasta entonces, para evitar ser reprimida por la policía y confrontada por el resto de la sociedad, la comunidad gay de Barranquilla se acostumbró a celebrar en dos discotecas clandestinas… Se disfrazaron con polleras y salieron a bailar en la zona de El Prado. Contrariamente a lo usual, la gente que los vio les regaló aplausos. Fue el destape. Jairo Polo empezó así a construir un carnaval entero para su comunidad.
5. Congo degradado a gorila
“Es que yo nunca más voy a volver a ser congo”, dice Alberto de la Rosa, sentado en la terraza de su casa en el barrio San Felipe de Barranquilla. ¿Por qué?, pregunto. Me mira con sus ojos claros y comienza un llanto que desconcierta.
6. Mi reino por el Carnaval
Unas ochenta personas toman una calle del barrio todos los viernes, desde que comienza el año. Solo cuando tienen un evento paralelo al carnaval ocupan la rotonda presidida por la estatua de la cumbia también los miércoles. A estas citas complementarias acuden las parejas que Marriaga elige por cuestiones estéticas –“con una cara bonita, buen cuerpo, gordas no queremos”- y nivel de baile.
7. Letanías barranquilleras
Cada vez que se terminaba el concurso en la Plaza de la Paz, Renny se concentraba en el siguiente carnaval. Así ocurrió hasta que su esposa, María Emperatriz Jaraba, invitó a un grupo de católicos de la Renovación Carismática en el Espíritu Santo —los pentecostales de la Iglesia católica— a que oraran a su casa.