Apenas comenzaba a hablarse de la posibilidad de una cuarentena nacional en Colombia, cuando tuve una fuerte discusión con mi madre por la cantidad de información falsa que estaba reenviando a todos sus contactos de Whatsapp.
Que el ibuprofeno es ideal para tratar el coronavirus, o que limpiar las superficies de la casa con suavizante de ropa y vinagre era una forma eficaz para evitar el contagio, eran algunos de los temas que ella había compartido con entusiasmo a todos sus familiares y conocidos, pensando que nos hacía a todos un favor.
En aquella ocasión, me acababa de reenviar un video de un sacerdote con apariencia de franciscano, al que se le atribuía haber profetizado en 2013 el coronavirus en pleno centro del Vaticano.
—¿Es falso? —, me preguntaba ella con recelo, esperando obtener de mi parte un visto bueno para reenviarlo a diestra y siniestra.
—No lo sé, mamá. Tendría que investigar el contexto en el que fue grabado. El contexto es importante. Porque no sabes si se trata de parte de una obra de teatro, o de un loco en la calle. Tampoco sabes en qué fecha fue grabado —, le respondí desaconsejándole compartirlo.
Afortunadamente me hizo caso. El video resultó ser bastante reciente, de marzo del 2020, y no fue grabado en el Vaticano, sino en Valencia, España. Jamás imaginé que apenas un par de semanas después, ese mismo consejo volvería a mí como un búmeran.
Una imagen no vale más que mil palabras
Pasaron los días. Se decretó la cuarentena total en Colombia, y comenzamos a ver cómo los presentadores de los noticieros de televisión dejaron de transmitir desde los sets de sus canales, para hacerlo desde la (in)comodidad de sus casas. Una loable iniciativa, para dar ejemplo de cómo todos los colombianos necesitamos respetar la cuarentena para lograr achatar la curva de crecimiento en los contagios de la neumonía de Wuhan.
De manera simultánea, comenzó a circular por Whatsapp una fotografía que muestra a una de las presentadoras de Noticias Caracol, uno de los noticieros más vistos del país, transmitiendo desde su apartamento. Con un detalle: estaba acompañada por tres luminotécnicos y/o camarógrafos. La instantánea había sido originalmente publicada (y luego borrada) por la presentadora en su cuenta de Instagram.
Obviamente, la imagen causó indignación a nivel nacional. ¿Para qué sirve aparentar que estás transmitiendo desde tu casa, cuando en realidad hay un montón de gente ayudándote detrás de cámaras?, se preguntaban molestos los tuiteros.
No le presté mucha atención a la imagen, pero una vez llegado el fin de semana, la compartí en Twitter preguntándole al canal una explicación. De inmediato, varios de mis seguidores respondieron de manera airada exigiendo explicaciones ante este aparente montaje.
Unos minutos después, una de las presentadoras del canal, cuyo nombre me pidió no revelar, me escribió de manera privada para explicarme lo que en realidad había sucedido. Según me explicó ella, de una forma muy amable, la fotografía había sido tomada hacía más de dos semanas, cuando la cuarentena nacional todavía no se había ordenado. En ese entonces, el canal estaba apenas haciendo las primeras pruebas para el inusual reto de hacer que sus presentadores trabajaran de manera remota.
RECTIFICO: tras hablar con una amiga presentadora de @CaracolTV, hago las siguientes aclaraciones:
1. La foto donde sale @CatalinaGomezS es de hace 2 semanas, mucho antes de que se decretara la cuarentena total.
(sigue abajo) pic.twitter.com/YJ7Q2xhV6F
— Hernán Restrepo (@HRestrepo) March 29, 2020
Adicionalmente, la presentadora me compartió una fotografía en la que mostraba la precaria manera en que ahora ella, y sus demás compañeros de set, estaban logrando transmitir desde sus casas utilizando apenas sus teléfonos celulares.
Al conocer el verdadero contexto de la imagen, procedí a rectificar en mi cuenta de Twitter, y a notificarle de mi error por mensaje privado a cada una de las personas que habían interactuado con la foto que publiqué.
El contexto en tiempos de coronavirus
Tras publicar la rectificación, me acordé inmediatamente de la conversación que había tenido con mi madre unas semanas atrás. —El contexto es importante —, le había dicho yo, con la arrogancia propia de nosotros los periodistas. Pero es cierto. Hoy en día, cuando estamos siendo sobreinformados respecto a todos los ires y venires de la primera pandemia de nuestro siglo, es más necesario que nunca el prestar atención al contexto de las noticias que recibimos. Y también, ser pacientes y amables cuando le hacemos caer en cuenta a algún familiar sobre una ‘noticia falsa’ que está compartiendo por ahí.
El problema radica en que la información que nos llega por Whatsapp y otras plataformas de mensajería, suele estar completamente descontextualizada. Se trata apenas de imágenes, memes o videos, en los que resulta difícil identificar su fuente original. ¿Dónde se grabó? ¿Quién tomó la foto? ¿Cuál es el propósito de quien la puso a rodar en redes sociales? ¿Quién es el verdadero autor de ese texto? ¿Por qué logró tal viralidad?, son algunas de las preguntas que deberíamos hacerle a cualquier contenido que nos llegue. #PiensaAntesDeCompartir, se llama la campaña que lidera la Fundación Gabo para que evitemos convertirnos en difusores de desinformación en tiempos del coronavirus. Eso fue lo que me faltó a mí en esta ocasión: ‘googlear’ antes de compartir, para establecer cuándo y dónde había sido tomada la fotografía en cuestión. Dejé que la indignación nublara mi curiosidad periodística. Me habría evitado un oso monumental, si tan solo hubiera prestado un poco más de atención al contexto.
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