Los hispanos que viven en Estados Unidos tienen el doble de posibilidades de contagiarse de COVID-19, de acuerdo al análisis del Centro de Control de Enfermedades. Sumado a esto, los hispanos tienen tasas de vacunación más bajas y, de acuerdo a un estudio llevado a cabo por First Draft News, una mayor probabilidad de terminar creyendo las desinformaciones sobre el virus y la vacunación que circulan en las redes sociales y plataformas de mensajería.
El programa de televisión Efecto Naím se atrevió a buscar explicaciones para este fenómeno, atribuyéndole al idioma español un gran porcentaje de la culpabilidad. Y tiene sentido que sea así, pues las medidas que han tomado las plataformas tecnológicas como Facebook, Google y Twitter para detectar automáticamente las piezas de desinformación y eliminarlas funcionan mejor en inglés.
Este no es un fenómeno exclusivo de los hispanos radicados en EE. UU. Uno de los más recientes episodios del pódcast El Hilo aborda la manera en que la desinformación está haciendo de las suyas en el Perú, y revela los intereses económicos de quienes la promueven: venta de curaciones alternativas, cobros para acceder a eventos y también movilización política.
Entonces sí, el idioma de Cervantes, el segundo con más hablantes en el mundo, tiene mucho que ver. Pero no lo explica todo. ¿Qué otros factores hacen que los latinoamericanos creamos con más facilidad en la desinformación? El estudio realizado por First Draft News arroja algunas ideas:
• Falta de alfabetización mediática. El análisis de First Draft demuestra que la incapacidad para diferenciar una noticia satírica de una real es un problema innegable entre los hispanos.Una complicación especial surge cuando muchas de estas publicaciones satíricas contienen la misma desinformación y teorías de conspiración de las que se burlan.
• El papel de los líderes religiosos. No se puede negar que los líderes religiosos, en especial católicos y evangélicos, han tenido un papel crucial en la difusión de desinformación sobre el coronavirus. Adicionalmente, gozan de una gran credibilidad entre sus feligreses. De acuerdo a First Draft News, estas figuras religiosas estuvieron al frente de las narrativas que impulsaron “tratamientos alternativos” y afirmaciones falsas como que las vacunas contra el covid-19 contienen microchips, cambian el ADN de los receptores, contienen fetos abortados y son obra del Anticristo.
• Extensivo uso de plataformas de mensajería como Whatsapp. A diferencia de las redes sociales, donde la información circula abiertamente y es fácil rastrear sus orígenes o contener su circulación, en aplicaciones de mensajería instantánea como Whatsapp, esto es prácticamente imposible. A esto se suma que Whatsapp es usada por el 64% de los latinoamericano, según la encuesta Latinobarómetro. Estos espacios, conocidos también como dark social, son notorios por su falta de moderación y son excepcionalmente difíciles de monitorear e investigar.
¿Qué hacer entonces para que los latinoamericanos dejen de ser vistos como un grupo especialmente susceptible a creer en falsedades? El reporte de First Draft ofrece 10 recomendaciones, aunque aclara que todavía hacen falta más estudios para comprender el fenómeno y formular soluciones. “La desinformación se deriva de una moderación desigual e ineficaz, algoritmos de aprendizaje automático que incentivan la difusión de contenido emotivo, la falta de una infraestructura de medios de comunicación confiable y nuestros límites para comprender el papel que desempeña la desinformación en la toma de decisiones. Las soluciones a estos problemas deben ser tan matizadas y múltiples como las cuestiones que pretenden resolver”, concluye el estudio realizado por Jaime Longoria, Daniel Acosta, Shaydanay Urbani y Rory Smith.