¿En Colombia y en Latinoamérica se necesita un debate sobre la ética en la política? Ejemplos: El rol del miedo. El rol del chivo expiatorio. El rol de la mentira. ¿Es parte de un asunto global y más regional?
Respuesta:
Es un debate necesario. La de estos países no es una política subdesarrollada sino divorciada de la utopía ética. Mientras la política y los políticos se apoyan en el discurso como instrumento fundamental, y convierten lo ético en algo nominal y teórico, la naturaleza de lo ético exige los hechos, de modo que los discursos se reflejen en las conductas.
Esto ha dado lugar a las ambigüedades y mentiras de políticos y gobernantes, que una cosa dicen y otra hacen, con lo que se convierten en difusores de la desconfianza y de la pérdida de credibilidad de lo ético. Así el miedo como instrumento para imponer contradice las propuestas de respeto a la dignidad, a la libertad y a la autonomía de las personas. Sucede lo mismo cuando en el arsenal de políticos y gobiernos aparece la falsedad como sustituto de la verdad y se prescinde de los hechos. La era de la posverdad y las políticas fascistas que prescinden de las posibilidades de las personas son fenómenos mundiales.
El uso del miedo por parte de los políticos para inducir un voto, implica una ofensa a la dignidad y a la inteligencia de las personas, y es una práctica cercana a la de los que apelan a las emociones para manipular la participación electoral. Es una mentira en acción que junto con todos trucos del engaño hacen del debate electoral una operación falsamente democrática.
Una política y unos políticos adictos al uso del miedo y de la mentira como herramientas electorales, trabajan eficazmente para la aparición de costumbres políticas deshumanizadas. Los atentados contra la dignidad de las personas suelen convertirse en antecedentes de los regímenes totalitarios.
Es, pues, necesario que se logren ver las consecuencias prácticas de la política que solo espera contar votos, no importa cómo se hayan conseguido y para la que lo ético no cuenta.
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Documentación
Chesterton rememoraba en un breve poema: “Aquellos pueblos y capillas, donde aprendí con poco esfuerzo, a amar al prójimo, y odiar al vecino de enfrente”.
El humanismo abstracto puede convivir tranquilamente con el aborrecimiento por los seres humanos concretos. Para pensar bien de uno mismo, al menos en este siglo, es imprescindible aceptar ciertos principios morales de carácter universal, pero cuando hay que protegerse, puede ser necesario odiar y legitimar el odio con formas muy intensas de una moral particularista. El conflicto entre las distintas morales suele resolverse con el siguiente razonamiento: todos los seres humanos merecen el mismo respeto, pero es que los vecinos, en realidad, no son seres humanos...
... Seríamos más tolerantes con otras identidades si nos quisiéramos un poco menos, porque la ruptura de los estereotipos sobre el prójimo solo es posible cuando estamos en condiciones de prescindir de nuestras fantasías sobre nosotros mismos. Las raíces de la intolerancia se hunden en la tendencia a sobrevalorar la identidad propia, entendiendo por sobrevaloración la creencia de que no tenemos nada en común ni nada que compartir con nadie.
Michael Ignatieff en El honor del guerrero, Santillana, Madrid, 2002. P. 80 y 90.