¿El cubrimiento de desastres como inundaciones, incendios o atentados terroristas debe seguir parámetros éticos? De ser así ¿cuáles son?
Respuesta:
Hay indicaciones generales, más cercanas a lo teórico que a lo concreto. Estas recuerdan que el mayor servicio es el de la información veraz y responsable. También indican que el mejor enfoque es el que se detiene en las víctimas y que la actitud deseable es la de la solidaridad con las víctimas, que le imprime a la información la dirección correcta.
De las experiencias vividas por los periodistas en el cubrimiento de catástrofes resultan estas indicaciones:
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Controle sus emociones. Logre el equilibrio entre la frialdad de quien solo razona y la hiperemotividad que convierte la información en un llanto o pánico constante.
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El periodista no debe ser el eje del relato informativo. Ni héroe, ni víctima de las dificultades para informar. El ideal es que no aparezca.
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Está bien que su historia conmueva, un primer paso hacia la solidaridad; está mal, muy mal que aterrorice y sumerja a la audiencia en una pasividad de terror.
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Mantenga la sangre fría suficiente para contar con claridad lo que sucedió y hacer que su audiencia lo entienda.
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Manténgase sano y disponible: las audiencias necesitan su información pero esta no les llegará si por imprudencia usted se accidenta o se enferma, dos posibilidades que aumentan en casos de catástrofe.
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Usted puede informar: a.- para curiosos; b.- para interesados en conocer y ayudar; c.- para quienes pueden hacer que algo cambie y para que al tragedia no se repita. Prefiera informarles a los dos últimos grupos.
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Infórmese para informar: ¿qué había antes?, ¿qué hay ahora?, ¿por qué sucedió lo que sucedió?, ¿qué hacer para que no se repita?, ¿qué suerte corren y correrán las víctimas?
Documentación
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El periodista tendrá que entrevistar a personas que sufren. Tanto los afectados por la catástrofe como quienes trabajan en su ayuda son gente conmocionada, desesperada, angustiada, desbordada, alterada, en estado de pánico y en todos los casos, hipersensibilizada. Esto presenta aspectos a tener en cuenta:
¿Cómo preguntar para que las personas hablen de su tragedia y al mismo tiempo no lastimarlas? ¿Cuál es el tono justo de las preguntas? ¿Qué términos elegir?
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A veces es posible identificarse desde el primer momento como periodista. El lenguaje directo es más factible cuando ya han pasado varios días de la catástrofe o de su inicio. En este caso el abordaje directo suele resultar más difícil para el periodista que para las víctimas.
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En otros casos el sufrimiento levanta barreras que solo es posible franquear ganándose la confianza de las víctimas. Es inevitable que la presencia de los medios sea vivida como una invasión a la intimidad. Es preferible, entonces, esperar. Permanecer en el lugar sin hacerse notar, consignar mentalmente lo que se va registrando y buscar cómo se puede iniciar un diálogo.
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En todos los casos el periodista debe tratar de ser lo más natural y espontáneo que las circunstancias le permitan.
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Las preguntas generales: ¿Qué sintió? ¿Qué le pasó a su hijo? Dan lugar a respuestas ambiguas u obvias.
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Siempre es de utilidad ponerse en el lugar de las víctimas, imaginar cómo han cambiado sus vidas, qué es lo que no tendrán más, o no podrán hacer, y qué esperan que suceda en el futuro. Esto ayudará a formular preguntas que sirven para reconstruir sus temores, necesidades y anhelos.
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Cuando ha ocurrido una catástrofe suelen arreciar los rumores de carácter negativo. Será preciso tener presente desde dónde se expresan las denuncias, las quejas, las acusaciones. Y si se plantean dudas, chequearlas.
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Los estados de ánimo de los entrevistados – e incluso de los que se rehúsan a responder- son datos de la realidad que el periodista debe consignar en su cobertura.
Sibila Camps en Periodismo sobre catástrofes. Paulinas, Buenos Aires, 1999. P. 189, 190 191