¿Por qué cuando se tiene la certeza de haber cometido un error a los periodistas les cuesta rectificar? ¿ En estos casos no se debiera castigar fuertemente a periodistas y medios? ¿La legislación es permisiva en cuanto a este aspecto de la profesión? Una mal entendida idea de la credibilidad de un medio de comunicación o del periodista, parece favorecer esa reticencia para admitir un error y para publicar la consiguiente rectificación. Los periódicos y periodistas más conocedores del oficio saben que las verdades de la prensa son verdades provisionales, esto es, hallazgos incompletos que deben perfeccionarse, aclararse, corregirse o rectificarse a lo largo de varias publicaciones. El periódico no puede tener la pretensión de imponerse como un compendio de verdades definitivas sobre los hechos diarios su imagen debe ser la de un permanente investigador de la verdad de los hechos. La historia diaria tiene la misma dinámica cambiante de las aguas de un río, siempre distintas, y esa realidad cambiante, es la que el periodismo refleja.
Por otra parte para medios y periodistas suele ser mala consejera la concepción autoritaria que muestra a los medios como depositarios de la verdad y a los lectores como simples receptores de esa verdad. La evolución de los medios está demostrando que no se da ni lo uno ni lo otro. Los medios se mantienen en búsqueda y los receptores de la información contribuyen a esa búsqueda, de modo que es normal que el medio avance en esa indagación entre errores que corrige, aclara o rectifica, según el caso.
Los mecanismos de rectificación deben obedecer, en primer lugar, a la conciencia ética de periodistas y de medios. Cuando esa conciencia es débil, el derecho de los lectores a una información veraz e imparcial debe ser protegido por la justicia. Es lo que ha sucedido en Colombia con el recurso a las acciones de tutela. (Recurso de Amparo, en otros países) que ha obligado a la rectificación por vía judicial, cuando los medios se han negado.
Documentación.
Al incoarse la tutela en relación con el derecho a la información, ha recalcado lo reticentes que son los medios y los periodistas a reconocer sus equivocaciones. Se han hecho rectificaciones a las cinco y media de la mañana, mientras que la ofensa se había producido en hora de alto rating. O se aplica la vieja estrategia que heredamos de la época colonial en relación con las órdenes que provenían de la metrópoli: obedecer pero no cumplir. Es decir, se rectifica sin el mismo despliegue de la mentira, en forma subrepticia, contraviniendo la equidad solicitada por el juez de tutela.
En estos y en otros casos, valdría la pena que medios y periodistas aceptaran que la rectificación admite al menos dos enfoques. El primero, desde el punto de vista de la persona informada, que obtiene así el restablecimiento de la verdad de lo que se le informa. El segundo, desde el punto de vista del informador es, paradójicamente, una manera de ganar credibilidad. Porque si tengo la honestidad de reconocer que me equivoqué, dejo al público la convicción de mi buena fe respecto del resto. Pero la receta, además de curar en salud a los medios y a sus periodistas, debería aplicarse a muchas otras actividades. Porque quizás lo que más hace falta en nuestro país y en otros es que los funcionarios, deportistas y en general personajes públicos también admitan sus errores. ¿Se imaginan toda la verborrea que ahorraríamos en esa torre de Babel de las justificaciones, con una simple frase: " es cierto, lo reconozco, cometí un error." ?
María Teresa Herrán
Tutela, Periodismo y Medios de Comunicación.Tercer Mundo, Bogotá, 1993