¿Cuál es la responsabilidad social de los periodistas de televisión? La Asociación Interamericana de Prensa define la responsabilidad como "tener conciencia del poder del instrumento de que el periodista dispone", y el poder de la televisión es grande.
Baste saber que en el continente se da por sabido que el 80 por ciento de la información que le llega a la población, procede de la televisión. Esto significa que la visión del mundo, de las personas y de los hechos que tienen los latinoamericanos, en un 80 por ciento la está haciendo la televisión. Por tanto, es su responsabilidad para con la sociedad ofrecer una información que junto con el conocimiento, le dé elementos para participar, para decidir políticamente, para fiscalizar, promover o proponerle al poder. Al mismo, dado el poder que le dan el sonido y la imagen que maneja como lenguaje, la televisión está en capacidad de estimular el desarrollo personal y social, de incluir en la agenda de la sociedad valores que la dignifiquen y fortalezcan, especialmente los de la solidaridad y la tolerancia.
Como se ve, estos valores, que son los de la democracia, pueden ser promovidos o debilitados por la televisión, por consiguiente este medio ha de mirarse como aliado o como un riesgo de la democracia, pero no como un tercero indiferente.
En una segunda parte de su definición la Asociación Interamericana de Prensa señala que ser responsable es "recordar que el daño causado nunca se repara totalmente". De donde resulta que es responsabilidad de la televisión prevenir los daños que se pueden seguir de sus emisiones.
Documentación.
Una visión simplista de la televisión podría llevarnos a pensar que esta tiene como misión especial la de divertir y distraer. Cada vez más es vista como el medio informativo por excelencia, de suerte que todo lo demás cumpliría una función complementaria. En los países con regímenes autoritarios la televisión suele ser utilizada como el medio más eficaz para imponer ideas y modelos de conducta desde las instancias del poder constituido. Todos los regímenes políticos tienen la tentación de abusar de alguna manera de la televisión. Para colmo de males, en los países de tradiciones democráticas la televisión tiende a convertirse en un emporio económico en el que la rentabilidad económica y las leyes del libre mercado de programación marcan el criterio determinante de la cantidad y calidad de la programación.
(...) La televisión es polifacética y no se puede hablar en rigor de una programación ideal o que pudiera ser considerada como específica o exclusiva suya. Para bien o para mal, en la televisión caben todos los programas imaginables, aunque, eso sí, con algunas características propias del lenguaje televisado, el cual es imagen antes que palabra, llega más directamente a la intimidad de las personas y de los hogares que otras imágenes, tienen una audiencia prácticamente ilimitada y presenta todo, incluso las cosas más simples y racionales, en forma emocional y espectacular.
A pesar de todo eso sigue siendo válido el criterio de UNESCO cuando reduce las funciones fundamentales de la televisión a informar, educar y entretener, funciones que se han de interpretar en sentido bastante amplio.
Niceto Blázquez.
ética y Medios de Comunicación. Bibliote de Autores Cristianos. Madrid 1994. Página 538.