¿De qué manera la Ley de Garantías puede ser un instrumento periodístico que asegure la igualdad en las próximas elecciones? Con ley de garantías o sin ella el trabajo del periodista en Colombia durante el período preelectoral será el mismo, puesto que se rige por unas normas éticas, más exigentes que esta o cualquiera otra ley.
Tanto los códigos éticos como los manuales de estilo contienen principios que recuerdan la prioridad del bien común sobre los intereses particulares. Según esto el periodista informa para servir a todos los electores y no solo a una parte de ellos. Esta universalidad descarta cualquier propósito de servir a un grupo, partido o candidato y vuelve imperativo buscar y presentar la información que les permita a los electores llegar a una decisión inteligente, inspirada en los más altos intereses de la sociedad, y no a una votación emocional, sectaria y egoísta.
Consecuentes con esto, los medios informativos miran a todos los candidatos como ciudadanos en busca de un empleo, que deben ser elegidos para el cargo por el ciudadano elector quien, como patrono o dueño, debe contar con la más completa información sobre cada solicitante, antes de elegir.
Esto invierte los términos habituales de la agenda periodística, que antes dependía del programa y de las declaraciones de los candidatos, ahora la prioridad es para los electores: sus expectativas, sus necesidades, sus programas, proyectos y reacciones. A partir del elector se verá e interrogará a los candidatos y la información, en estos términos, será conocimiento y no propaganda.
Todo esto supone en el periodista diligencia y habilidad para obtener información, capacidad crítica para analizar, ofrecer a los lectores algo más que datos crudos, mantener el pensamiento puesto en los electores y una sólida independencia para resistir las presiones de toda clase y mantenerse al servicio del único amo posible para un periodista: el receptor de sus informaciones. Como se ve, esto desborda las exigencias de la ley que apenas si traza las líneas de contención de posibles desbordamientos.
Documentación.
Germán Gamonal, escuchado comentarista radial chileno, dice que las relaciones entre los periodistas y los políticos deben ser como las que recomendaría un hombre de campo ladino: "ni muy fuera que te hieles, ni muy adentro que te quemes".
Para él la relación debe ser normal, en ocasiones sin embargo será algo más distante y en otras mucho más cercana. Siempre fluida, somos seres humanos y vivimos en una comunidad. Del contacto periódico, tal como en un curso de colegio, un club social, una parroquia, es natural que nazcan amistades, que se formen grupos afines.
Gamonal aborda el caso del periodista que ha hecho amistad con un político: "aquí hay que saber balancearse bien, ya que en ocasiones no se puede omitir algo para no desagradar al amigo diputado, senador o ministro. A veces, en las entrevistas, frente a los amigos políticos me toca ser mucho más enérgico en las preguntas que ante el resto de los políticos". Incluso esa amistad tiene bemoles. Y mencionaba el caso que le ocurría con el senador radical González Márquez, que también era periodista. El iba a La Moneda, el Palacio de Gobierno, periódicamente por ser presidente de su partido, el Radical, y podría contarle muchas cosas, sin embargo, por esa condición de amistad se sentía inhibido de arrancarle datos reservados.
¿Puede el periodista ser el amigo de un político?
Gamonal ha marcado la cancha: ni muy lejos, ni muy cerca.
Creo que es cuestión de personalidades y criterios. Lo más importante es que no se trate de "relaciones perversas", como bien las definió el ministro del Interior Chileno, Carlos Figueroa, hombre cercano a los medios de comunicación porque durante la dictadura hizo posible que Radio Cooperativa, disidente, se mantuviera en el aire. Y él se refería a cuando uno busca aprovecharse del otro para su conveniencia".
Hernán Millás.
Relaciones entre medios y políticos. En Contribuciones, 2 1996. Página 37.