¿Hasta qué punto es ético que los medios de comunicación tomen partido en algún momento de una campaña electoral? ¿Sobre todo si después resulta que la fórmula política del periódico resulta ser más de lo mismo? En política siempre debe quedar abierta la posibilidad de equivocarse y de rectificar. Puesto que la política no es una ciencia exacta, la elección de un candidato equivocado es una posibilidad real lo que no debe ocurrir es que esa equivocación sea el resultado de la mala fe.
En un periódico el problema es aún más complejo porque cualquier decisión en este sentido tiene un potencial multiplicador y porque � acertada o equivocada- su militancia política lesiona su credibilidad.
En la práctica se encuentran variados modos de obrar:El periódico que no deja conocer su preferencia política, ni en sus páginas editoriales ni en su información política. Directores y periodistas hacen de su preferencia política un asunto privado.
El periódico que expone su preferencia en la página editorial, porque considera un deber de honestidad para con sus lectores informarles su preferencia y las razones de bien común para adoptarla. Las páginas de información política, en cambio, aparecen cuidadosamente descontaminadas de cualquier partidismo.
El periódico que toma partido en las páginas editoriales y en las de información por interés personal de sus directores que suelen ser, a la vez, políticos activos.De estos tres modos, es evidente que el tercero contradice abiertamente la naturaleza de un periódico y de la información pública. No es de la naturaleza de un periódico ser una herramienta particular, al servicio de intereses particulares. Los periódicos, aunque sean sostenidos con capital privado, son entidades públicas en cuanto manejan información pública, que es un bien social.
La información, además, no puede convertirse en propaganda, que es información a medias, puesto que es interesada, La naturaleza de la información le exige ser desinteresada.
Habría que agregar que la información política no puede tener el carácter dogmático que tienden a darle los militantes de partido. Para el periodista lo político siempre es relativo y como a tal lo trata.
Documentación.
Los medios masivos de comunicación están llamados, idealmente, a trasladar la política desde el ámbito excluyente de los gobernantes hacia el estado llano de los gobernados, cuya expresión necesita configurarse, crecientemente en la esfera de la opinión pública.
Condición ineludible de lo anterior es que la comunicación represente apropiadamente el pluralismo de la sociedad y que los flujos de información corran en todos los sentidos y direcciones y no solo de arriba hacia abajo, desde el gobierno hacia la ciudadanía.
El tema del pluralismo es crucial en este punto. En las circunstancias actuales su expresión no puede limitarse sólo, ni siquiera principalmente, a la diversidad ideológica y de partidos. El pluralismo político, siendo esencial, es solo una manifestación limitada de la diversidad y complejidad de las sociedades contemporáneas.
La comunicación democrática tiene un ámbito de representación, en cambio, que va más allá de los grupos que compiten electoralmente por el gobierno. De hacerse cargo de los nuevos pluralismos orientados por la función y la diferenciación y no por el poder o las ideologías. Los medios de comunicación no cumplirían adecuadamente su rol si no incluyeran en su labor informativa los grupos y personas que se constituyen de mil maneras en torno a funciones tales como la creación de la riqueza, la educación, la salud, el manejo del medio ambiente y el desarrollo regional y local, o si dejan de lado a grupos o actores surgidos de la afirmación cultural de sus diferencias de sexo, región, etnia, edad, creencias y estilos de vida.
De hecho la opinión pública tiende a estructurarse cada día más en relación con esos ámbitos especializados de funciones y diferenciación social. Si esto es así, el papel de los medios de comunicación se vuelve, también complejo e intrincado, pues deben reflejar ahora, también, la emergencia de esos nuevos grupos que constituyen la base del pluralismo en la modernidad.