¿Qué significan autolimitación y autocensura en el periodismo? Son dos conductas diferentes. La autolimitación, o autorregulación comprende el conjunto de actitudes de disciplina profesional que la persona se impone para hacer un trabajo de calidad. Abarca actitudes muy variadas, desde la norma de publicar solo lo que se ha comprobado con varias fuentes, hasta los horarios que el periodista adopta para optimizar el uso de su tiempo. Siempre son elementos de disciplina que indican lo que se debe hacer y lo que no, para lograr un alto desempeño profesional.
Otra cosa es la autocensura que impone silencios por algún interés personal o por miedo. Hay autocensura cuando se omiten temas o noticias que deberían ser publicados cuando se recortan informaciones, no por limitaciones de espacio o de tiempo, sino en acatamiento de alguna presión. La autocensura viola el derecho de los receptores a conocer toda información que les concierne es la aceptación pasiva de una presión externa, que se toma el control del periodista o del medio de comunicación y es la renuncia a la independencia y autonomía del medio y del periodista.
Las ocasiones en que se silencian informaciones porque existe la certeza de que harán daño, no constituyen actos de autocensura sino de una responsable autorregulación.
Documentación.
Todo periódico tiene su línea ideológica y sus consignas por más que algunos quieran disimularlo. El peligro de la manipulación aumenta cuando llega el momento crítico de seleccionar la información. Indefectiblemente unos serán los elegidos y otros los excluidos. Hay que reconocer que los silencios de un periódico son frecuentemente más graves que sus escritos. Pero en materia de información la desgracia de unos constituye la felicidad de otros, los elegidos.
A veces los mimos periódicos gratifican económicamente a quienes se prestan a este tipo de corruptelas. Los grupos políticos que cuentan ya con sus periódicos favoritos sólo se preocupan de servir a sus propios intereses capitalizando las entrevistas y las discusiones públicas a costa de decir u omitir cuanto sea necesario contra los demás. A veces ocurre que los políticos y las empresas informativas se enfrentan acusándose mutuamente. Con motivo del Watergate, muchos políticos americanos abominaron el trabajo de los periodistas de investigación.
Las presiones económicas e ideológicas, tanto en contra como a favor de los medios informativos, terminan convirtiéndose en auténticas amenazas contra la imparcialidad informativa, creándose el ambiente más propicio para el recurso impune de la manipulación. Las intimidaciones más indignantes tienen lugar cuando se practica la desinformación desde instancias políticas autoritarias, pero como demuestra el estudio de Barman y Acouves, también tienen lugar en el contexto de regímenes democráticos. La única diferencia es que en estos últimos cabe la denuncia pública y de defenderse mejor que en los regímenes totalitarios de cualquier signo que sean.
Niceto Blázquez.
ética y Medios de Comunicación. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 1994. P. 53