Desde el punto de vista ético que se puede pensar de titulares como estos:
“De qué está hablando la gente: a los diputados hay que ahorcarlos en plena 5 de julio”.
“Angel Talavera, marabino, acusa a Mario Isea y a otros parlamentarios de ser los traidores de los zulianos”.
“Estos traidores de Zulia, hay que ahorcarlos, ¡no joda!, por donde más duela”.
Respuesta: En situaciones de crisis el periodista corre el peligro de pasar de periodista a propagandista de una causa particular, de grupo, o de partido. Aún si el periodista ha tomado partido – y es lógico que así sea- su lealtad va más allá de sus preferencias particulares y llega al lector de cualquier partido. Esto implica una información de hechos, una explicación de hechos, una ubicación de esos hechos dentro de procesos. Cuando la información periodística ayuda a los lectores a entender lo que está sucediendo, el periodista cumple su tarea de informar para servicio de todos y de aportar la materia prima de las decisiones libres, que es la información completa, hasta donde es posible proporcionarla al lector. La explosión de sentimientos en un titular o en un texto noticioso no estimula el pensamiento sino los sentimientos de odio, de miedo, de admiración o de incertidumbre, pero no contribuye en forma alguna a disminuir o a resolver la crisis. En ese caso el periodista se convierte en parte del problema y no de la solución. Hay que agregar el cuidado de las formas, que impone un lenguaje digno y noble por cuanto su efecto es morigerador de las pasiones. Ese lenguaje le da nobleza y altura a la discusión pública; el lenguaje pendenciero e innoble da al debate público un nivel sórdido y cercano a la violencia. En efecto, cuando los llamados a la inteligencia son débiles, la alternativa es el uso de la fuerza.
Referencia Bibliográfica
Como periodistas, la tensión entre lo local y lo global nos toca particularmente. Para aquellos que trabajan en el centro del mundo todo lo que allí sucede tiene automáticamente el valor central por sí mismo. Pero para los que trabajamos en la periferia es importante entender que debemos buscar lo universal en cualquier tema, aquello que revela el mundo entero en una gota de agua. Porque una gota de agua contiene al mundo, pero hay que saber encontrar al mundo en una gota de agua. Cada vez que nos proponemos escribir sobre un tema, debemos preguntarnos que tiene de universal: cuál metáfora, símbolo o signo que nos permita pasar de lo pequeño a lo grande. Debemos hacer una reflexión porque solo si encontramos ese vínculo, este pasaje entre lo local y lo universal, nuestro texto tendrá peso y valor. Sólo así el lector descubrirá en nuestro texto, junto a la historia concreta, un mensaje universal, una pista que le ayude a descifrar las leyes del mundo. ¿Por qué algunos textos pueden vivir cien años y otros mueren al día siguiente de su publicación? Por una diferencia capital: los textos que viven cien años son aquellos en los que el autor mostró, a través de un pequeño detalle, la dimensión universal, cuya grandeza dura. Los textos que carecen de ese vínculo, desaparecen. Conviene tener presente este requisito de universalidad también a la hora de recoger el material, mientras investigamos un tema. Es una cuestión de talento, de intuición, pero también de amplitud de conciencia, de sabiduría- Y sobre todo, se trata del secreto para que unos textos perduren y otros se pierdan en el olvido. Ryszard Kapuscinski. Los cinco sentidos del periodista. Fondo de Cultura Económica, México, 2003, pp 65 y 66.