¿Es posible pensar en mecanismos de autorregulación que, con respeto a la libertad de expresión, contribuyan a una mayor calidad en la información?
Respuesta: Por principio, la autorregulación cumple esas funciones: Respeta la libertad del periodista porque autorregularse es su decisión. Contribuye a una mayor calidad, porque parte de la idea de que la calidad está vinculada a la disciplina profesional. Autorregularse es imponerse una disciplina para evitar errores y aprovechar las posibilidades personales y profesionales del periodista. La autorregulación no puede confundirse con la autocensura. Mientras la autorregulación es un acto libre, la autocensura no lo es. Quien se autocensura obedece a presiones externas o internas que le impiden decidir en libertad. Esas presiones son, generalmente, el miedo o algún interés. Miedos inducidos desde afuera, como las amenazas, o miedos autoinducidos, a ser agredido, o despedido del trabajo, o a poner en riesgo la vida de los suyos. En cambio, la autorregulación es un mecanismo interior movido por el sentido de responsabilidad y por la convicción de que al público se le debe servir con lo mejor de uno mismo; objetivo que supone una actividad constante para detectar las debilidades, para superarlas con disciplina y para crecer en calidad. Los medios, como los periodistas, adoptan por las mismas razones, medidas de autorregulación a través de instituciones como estas: los códigos internos, los manuales de estilo, los estatutos de redacción, el defensor del lector, los consejos de prensa y como guía de todos ellos, el código deontológico.
Documentación
Esta es la tarea de la autorregulación: tratar de cubrir la distancia entre el mínimo regulador del derecho y el ideal ético exigible en una esfera de actividad social, propiciando que cada uno asuma su parte de responsabilidad en esta tarea. Se habla de autorregulación precisamente porque la iniciativa no proviene del Estado sino de los propios agentes sociales, de todos y cada uno de los implicados, en este caso, en la actividad social de la comunicación. La autorregulación coincide básicamente con la deontología profesional, si bien ambas cosas no son lo mismo. La deontología se encarga de reflexionar sobre la dimensión moral de una determinada actividad y de precisar las normas éticas que deben guiarla. Pero la deontología como tal no tiene más efectividad que la derivada de la persuasión y el compromiso que pueda suscitar en las conciencias. Es la autorregulación la encargada de dar efectividad a la deontología. La autorregulación consiste en un conjunto de diferentes iniciativas, acuerdos, organismos, instituciones etc que poseen dos rasgos comunes: el objetivo de hacer efectiva la deontología de una determinada actividad, y que quienes los crean o les dan continuidad son los mismos agentes que llevan a cabo dicha actividad. Suele escucharse en ocasiones que la autorregulación no sirve para nada o apenas para poco. Pero los hechos hasta el momento no justifican en absoluto una afirmación como esta. Esto no significa que la autorregulación pueda en absoluto presentarse para resolver todos los problemas de comunicación. Es suficiente con que la autorregulación pueda contribuir, aunque sea en algo, a mejorar el mundo de la comunicación. No hace falta más para que ya sea un deber de todos ponerla en marcha. Hugo Aznar. Comunicación Responsable, Ariel, Barcelona, 1999. Pp. 10, 11.