Mi jefe de redacción exige "precisión científica" en la presentación de las noticias diarias. La ética periodística impone la verdad, pero no la precisión científica, que suena a pedantería. Queremos su ayuda en esta discusión. Lo de "precisión científica" suena aparatoso, pero no tiene por qué asustar. El periodista que se disgusta porque en su texto se deslizó un error de ortografía, o un apellido mal escrito, o una cifra inexacta, o una coma o punto fuera de lugar, es un periodista que exige y se exige precisión. Y esto es más común de lo que uno se imagina.
Pero, además, es lo que se les debe a los lectores: que las cifras no tengan errores, que los nombres sean correctos, que todos los datos sean comprobados y verdaderos. Una noticia no se lee solo por curiosidad pasajera: los comerciantes tienen en cuenta sus cifras, el policía se fija en sus hechos, los estudiantes los incorporan a sus tareas e investigaciones y la historia se escribirá teniéndolos como base por tanto, todo en las noticias debe ser exacto, como cualquiera de los datos que maneja un científico. No es una exigencia desmedida, es parte del compromiso ético del periodista con la verdad y con sus lectores, oyentes o televidentes.
Documentación.
El lector de prensa podría pensar que los científicos pueden criticar el esfuerza de precisión científica de los periodistas, por considerarlo una pretensión absurda. No hay tal. La primera publicación de Precisión Journalism en 1973, fue posible gracias a una fundación dedicada a apoyar las ciencias sociales. En 1989 el físico Lawrence Cranberg sostenía que "el periodismo en sí mismo es una ciencia y con una cualificación apropiada, el periodista competente es un científico en ejercicio." Tanto los científicos como los periodistas, añadía, avanzan hacia las mismas reglas y sirven a la común necesidad del género humano de conocimiento e interpretación colectivas."
Sólo conque los periodistas admitieran tal responsabilidad compartida � seguía diciendo Cranberg, se allanaría el camino para un mejor adiestramiento en métodos de investigación, una menor tolerancia para la superstición ( la astrología era un asunto muerto hasta que los periódicos la reavivaron tras la Primera Guerra Mundial) y un compromiso con un orden social más racional y apaciguado. Los periodistas están tan embebidos por el ideal de la objetividad y la mentalidad abierta, que cualquier defensa de objetivos sociales nos convierte de inmediato en gente incómoda, incluso cuando tales metas sean tan benéficas como la reducción de la superstición y la construcción de una sociedad más racional. En cualquier caso la súplica a favor de instrumentos más potentes de investigación nos suena
Philip Meyer
En Periodismo de precisión. Bosch Barcelona, 1993.