Quiero consultarle sobre el financiamiento de proyectos periodísticos. ¿Es aceptable que un partido político financie uno de esos proyectos? Si ese partido se compromete a no hacer imposiciones y se limitara a apoyar económicamente, aunque en secreto para no generar escándalo, ¿es eso aceptable? ¿Importa el origen de los dineros cuando hay compromiso de no intervenir editorialmente? Yo siento que no está bien, pero no sé por qué.
Respuesta: La independencia de un medio de comunicación dedicado a la información periodística es la condición previa para su libertad y ser independiente es haber roto con todas las dependencias y moverse autónomamente y por el propio impulso. Entre esas dependencias la del dinero crea las más frecuentes limitaciones para medios y periodistas. Por esa razón, las fuentes de financiación de un medio tienen que ser examinadas escrupulosamente para impedir cualquier clase de intromisión en el terreno inviolable de la libertad de expresión y de información. Pero no basta haber roto esas dependencias y ser independiente, además hay que parecerlo. Es la razón por la que es aconsejable mantener con los lectores una relación de transparencia que haga de conocimiento público el dato de las fuentes de financiación del periódico. Los lectores, que examinan su periódico con atención minuciosa, no aceptan misterios sobre este punto; ante un periódico transparente, que muestra sin reservas cuáles son sus fuentes de financiación y sus finanzas, responde con absoluta confianza y le otorga una amplia credibilidad; en cambio, los vidrios polarizados de las gerencias y los secretos en esta materia, provocan desconfianza y pérdida de credibilidad. El peligro se agrava para el periódico si son políticos o gobernantes los que pretenden aportar dinero para los periódicos.
Documentación
La historia del periodismo ha sido la historia de su recorrido desde la fidelidad a los partidos políticos a la fidelidad al interés cívico. Periodísticamente el siglo XX puede definirse como la lucha por la democracia y en contra de la propaganda, una lucha inevitable librada por una prensa independiente y objetiva. Básicamente la prensa cambió la lealtad hacia una facción por un nuevo compromiso: que el periodismo no respondería a ningún interés oculto. Los artículos editoriales y de opinión, que antes se publicaban mezclados con las noticias, empezaron a publicarse en páginas separadas o bien identificadas para que no se diera lugar a dudas. A partir de decisiones tan sencillas como estas se conformó la mayor parte de la ética periodística actual, especialmente aquellos principios que se refieren al posicionamiento político de los informadores. La independencia de toda facción sugiere que existe un modo de ser periodista que puede, al tiempo, aceptar la influencia de la experiencia personal sin ser su rehén. La clave es que uno se mantenga fiel a los principios periodísticos fundamentales que defienden la verdad y la información al ciudadano. Como debería ocurrir con la ideología política, el problema no reside en la neutralidad sino en los objetivos. Esa apelación periodística a la independencia respecto de cualquier facción debería situarse en la cima de la historia personal y cultural que todo periodista aporta a su trabajo. Sea cual fuere el adjetivo que se agrega a la palabra “periodista”, ese adjetivo ha de ser puramente descriptivo y no suponer limitación alguna. Los periódicos son también budistas, musulmanes, cristianos, raciales pero no en primer lugar, y luego periodistas. Los rasgos ideológicos, étnicos, raciales, religiosos o de clase de un periodista, pueden influir en su trabajo, pero no dictarlo. Kovach y Rosenstiel en Los Elementos del Periodismo. Ediciones El País,, Bogotá, 2003. P 137 y 148.