Consultorio Ético de la Fundación Gabo
22 de Julio de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

En pleno proceso electoral, tras un debate entre candidatos 5 de los seis periódicos locales, en dos ocasiones consecutivas, publicaron la fotografía del candidato del partido en el poder, en sus portadas. ¿Es ético que los medios vendan sus portadas a candidatos en pleni proceso? R.- Si se piensa que un candidato, cualquier candidato, es un ciudadano que pide un puesto –sea de alcalde, gobernador, congresista o presidente– y que el elector es quien decide con su voto, la actitud del periodista que cubre ese proceso será coherente si trata a estas dos partes con la jerarquía y prestándoles el servicio que les corresponde.
Cuando se le da a un candidato una categoría distinta a la suya el proceso cambia y deja de ser una justa democrática en la que el ciudadano elector selecciona el candidato a partir de una información exacta, y en vez de eso el acto electoral se vuelve una puja de poderes en que el poder, el dinero o la fuerza son los que eligen apoyados en la propaganda.
Una publicación periodística que se transforma en un boletín de propaganda a favor de un candidato, deja de hacer periodismo para asumir la función subalterna de propagandista.
El orden natural de las cosas da a los electores la máxima importancia: de ellos depende quién tomará el control para servir el bien de todos; por tanto, necesitan información de calidad para decidir correctamente. Esa información no se encuentra en los mensajes publicitarios, ni en el discurso interesado del propio candidato, sino en los datos verificados del periodista que informa para servicio de la gente de todos los partidos. Es una información que, para ser creíble, ni se compra ni se vende y, como todas las informaciones de los medios, se ofrece gratuitamente.
Documentación
El ciudadano rara vez aparece en su calidad de tal. Normalmente se lo presenta disminuido y victimizado y es solo fuente del lado anecdótico e insustancial de la información; es parte del decorado y reconstrucción del escenario que requiere la espectacularización de la noticia.
Y ¿pór qué ocurre esto? Las razones son muchas y de fondo. Nos contentaremos con mencionar dos de los problemas: uno de ellos es reconocer la fragilidad y debilidad de la sociedad civil, sobre todo en muchos de los países de nuestro continente para actuar en lo público y lo político y de allí, para ser fuente de información y poner tema en agenda; y su contraparte, que es la reforzada capacidad de ciertos sectores en el ejercicio del poder que detentan, en consecuencia, todo el protagonismo.
Por otra parte, si miramos este asunto desde el punto de vista de los públicos, notamos que las motivaciones que alientan la participación son diversas. La consabida crisis de la institucionalidad política hace de los medios la plaza, el escenario privilegiado y casi único del debate político. No hay lugares, ni canales de expresión ciudadana en lo social para pronunciarse acerca del curso y destino que se le imprime al país, por citar un ejemplo, en el caso peruano la mayoría de las reformas que ha sufrido el Estado no pasaron por el debate público, en ningún tipo de institución, por tanto se busca y se le exige a los medios que cumplan su función. Y en esa necesidad de expresión cabe decir de todo: desde la queja llorosa y resignada, hasta el insulto, la burla y la rabia.
Helena Pïnilla García en Contribuciones, Fundación Konrad Adenauer, 2-1996. Páginas 52-53.

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