Una importante revista se propone como tema la cultura Barranquilla con una visión acomodaticia y turística del hecho y deja por fuera el análisis, la crítica y la investigación de los problemas del sector. ¿Éticamente es correcta esta forma de abordaje? R.- Es frecuente la confusión entre información y publicidad y de esa confusión resulta daño para el periodismo pero, sobre todo, para los receptores de información.
La confusión se intensifica cuando los publicistas insisten en que su actividad es informativa porque pone a disposición del público los datos sobre productos y servicios. Por otra parte, en los medios periodísticos es común la práctica del publi-reportaje, esa aparente información de intención comercial. A partir de esta modalidad espuria se han hecho comunes las piezas periodísticas que no informan sino que inducen a la aceptación o el consumo de productos comerciales.
Al mismo tiempo se ha convertido en práctica usual que un producto comercial se anuncie bajo la apariencia de una noticia o de página informativa de periódico.
Sin embargo, son diferentes la información y la publicidad, o su pariente, la propaganda.
Hay información cuando se comunica un conocimiento mediante la ordenación de unos datos, vg, la noticia sobre una reforma tributaria. El periodista obtiene todos los elementos: la expresión legal de la reforma, sus objetivos, cómo afecta a los distintos sectores, sus antecedentes, las razones por las que apreció conveniente, los resultados previsibles de la medida, las reacciones que produce en los distintos sectores. El periodista ordena esos datos, elige un modo de presentación con intencionalidad pedagógica, es decir: ordena y comunica.
El publicista, en cambio, se propone convencer sobre las bondades de un producto, de un servicio, de una persona o de una institución. Se dirige a la voluntad para moverla a favor de su propuesta; hay de por medio un interés del publicista o del medio.
La información ha sido la base del desarrollo económico y político de la sociedad, pero no vende productos ni ideas. Una cosa es informar sobre la cultura de Barranquilla y otra, promover el turismo, la venta de productos y servicios, las ideas de un partido o las realizaciones de un gobierno, que son objetivos de la publicidad.
Lo primero es información, que es lo propio y dignificador de la profesión periodística, lo segundo es publicidad, con finalidad comercial. La publicidad busca conmover, la información se propone aportar un conocimiento. Son actividades distintas que suponen profesionales distintos y, desde luego, actitudes distintas.
Documentación
La propaganda es una actividad sospechosa, deliberadamente persuasoria. Su objetivo principal no es informar verazmente sobre hechos o conocimientos científicos, sino la de orientar juicios y formas de conducta en beneficio de unas personas con perjuicio de otras. Sobre todo en materia de doctrinas, o ideas, teorías, convicciones y opiniones.
La propaganda es, más que nada, ideológica, mientras que la publicidad es comercial. En la práctica suelen implicarse. La propaganda es una técnica persuasiva o intencionada. Se sirve, como la publicidad, de los medios de comunicación social, y acude a la sugestión, a las debilidades emocionales y a los seudoargumentos para seducir a sus destinatarios.
Los expertos cuando estudian el fenómeno de la propaganda terminan llevándonos al terreno de la propaganda política y de la desinformación.
Si la propaganda respetara las normas éticas y de una correcta información, no encontraría dificultad especial en aceptarla.
En la práctica, los propagandistas modernos están más cerca de los demagogos y desinformadores profesionales que de los auténticos informadores o publicistas responsables.
Niceto Blázquez: Ética y Medios de Comunicación. Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1994. Página 613.
Consultorio Ético de la Fundación Gabo
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