¿Por qué tienen que ser tan conflictivas las relaciones de los periodistas con las instituciones pública y privadas? No necesariamente. Esas relaciones pueden ser fluidas si se plantean en términos de servicio y no de poder.
Se conocen como relaciones en términos de servicio las que miran y desarrollan el potencial de servicio que tienen esas instituciones y el periodismo mismo. En las instituciones es posible encontrar funcionarios dispuestos a cumplir los objetivos de servicio que tienen esas instituciones por constitución. Un periodismo que estimula esas políticas, que convoca a sus lectores, oyentes o televidentes a trabajar en esa dirección con las instituciones, es un periodismo constructivo. No quiero decir con esto que se deba prescindir de la fiscalización y de la crítica, sino que estas actividades deben hacer parte de aquella promoción y convocatoria.
En cambio las relaciones en términos de poder son aquellas que se establecen entre partes a las que preocupa, prioritariamente, hacer sentir y prevalecer su poder sobre los otros. La institución que se propone dominar para lucrarse, o el periódico o periodista que se ha tomado a la letra el falso lugar común de la prensa como cuarto poder, necesariamente caen en un ejercicio de poder conflictivo y estéril.
Puede darse un tercer escenario: el de las instituciones interesadas solamente en el ejercicio del poder y el del medio de comunicación empeñado en servir. Este empeño, a la larga, logra mayores resultados porque pone en evidencia la necesidad de que la institución se ajuste a su naturaleza original y la mentira de una acción que sólo sirve a los intereses de los representantes de esa institución.
En resumen: no necesariamente tienen que ser conflictivas esas relaciones para que no lo sean, debe mirarse la actitud de la gente de prensa, que si es de servicio, eliminará desde su lado toda posibilidad de conflicto. Y para todo conflicto se necesitan dos.
Documentación.
La intención es importante para decidir qué es informar.
Analizar la información significa preguntarse qué se proponen los medios, cuáles son sus intereses, qué se pretenden, por qué dicen tal cosa en primer término y no tal otra. ¿Querrán convencernos de algo? ¿A quién pretenden irritar? ¿A qué poderes sirven? ¿Quién está detrás de esa información? ¿Se limitan a cumplir su obligación? En toda información hay un cierto compromiso, la voluntad de llamar la atención sobre algo que debe ser importante. En realidad, no se informa sobre lo que hay sino sobre lo que debe haber, sobre lo que debe ser materia de opinión. No hay información sin presupuestos, sin juicios previos.
Todo lo cual parece implicar que la información como reflejo de la realidad es puro mito. Se trata, en verdad, de dar a conocer lo que ocurre, pero también se trata de dar forma a eso que ocurre. También la información tiene una función " emotiva" , potenciada por el contexto en que se enmarca: editoriales, comentarios, opiniones, titulares. La función de suscitar sentimientos, inquietudes, curiosidades, adhesiones. La información es una estrategia productora de moral o, por lo menos, de ciertos valores. La información selecciona, da relieve a aquello que según el informante, merece tenerlo.
Informar ¿para qué? informar ¿desde dónde?, informar ¿cómo? Si las tres preguntas son pertinentes hay que concluir que informar no es distinto de opinar o, por lo menos, de interpretar. Decidir cuál ha de ser el objeto de la información es dar una opinión. Decidir la forma -la extensión, la imagen- que debe tener la información, es manipular la realidad.
Victoria Camps.
En El malestar de la vida pública. Grijalbo. Barcelona, 1996.