Consultorio Ético de la Fundación Gabo
22 de Septiembre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

Cualquier seminario sobre ética y el papel que juega el periodismo, debe incluir el matiz que permea toda nuestra industria y es que el periodismo es una empresa y en el futuro no muy lejano, será abiertamente un medio de comercialización. Es una empresa pero no como las demás empresas. Tiene características propias que le determinan una filosofía y unas prácticas empresariales distintas.
El dueño de un periódico, por ejemplo es un empresario que no es libre para hacer lo que quiera con su materia prima, como sí ocurre en las demás empresas. En un periódico la materia prima es la historia diaria que hace la sociedad, y de esa historia nadie es dueño, lo es la sociedad entera por tanto, quien maneja esa historia como materia prima de su empresa periodística, es un concesionario, es decir, alguien a quien se le concede un privilegio del que debe dar escrupulosa cuenta. Esto determina un modo de ser de la empresa periodística, que no es el de las otras empresas.
No es una empresa oficial, pero tampoco es enteramente privada. Es una empresa con responsabilidades hacia la sociedad.
Como toda empresa el periódico está diseñado para obtener ganancias, pero al contrario de otras empresas, su ganancia tiene un límite que es el que le señala la necesidad de mantenerse independiente, porque sin independencia no puede cumplir su compromiso fundamental con la sociedad.
Como está obligado para con la sociedad -no con los poderes- sus prioridades están fijadas por el principio de que en todo momento el interés privado está subordinado al interés público, por eso el lector, expresión de ese interés público, es el principio y el fin de todo el proceso económico del periódico como empresa.
El periódico publica propagandas y obtiene dinero de esa relación con los publicistas para poder servir mejor al lector y en él, a toda la sociedad.
Toda la lógica empresarial, cuando se la aplica a un periódico, sufre una transformación total. El drama del periódico y del periodista comienza cuando, olvidados de esa diferencia, gerentes y directores manejan su empresa como cualquier otra empresa. En esas condiciones es probable que se obtenga ganancia de corto plazo. A largo plazo la sociedad, así defraudada, pasa la dura cuenta de cobro de mirar al periódico como otra mercancía, como un medio de comercialización, pero no como su expresión autorizada y genuina.

Documentación.

Otis Chandler, presidente del comité ejecutivo de la Times Mirror Company de Los Angeles, cree que "los periódicos de éxito no tienen que permitir que los negocios invadan la arena editorial. Ellos se pueden dar el lujo de dejar al departamento del comité editorial completamente libre para cubrir las noticias tal como las vea."
Otro que cree que un periódico tiene que triunfar como negocio si quiere ofrecer periodismo de calidad es Donald Graham, editor del Washington Post. El ve en el Post un testimonio claro de esto. "A comienzos de los años cincuenta, recuerda, el Post aspiraba a convertirse en un periódico de primera categoría el ánimo estaba en el punto preciso, pero no teníamos nada de dinero. Se cuenta un viejo chiste sobre el Post: que en esos días podía cubrir cualquier evento internacional, siempre y cuando estuviera al alcance de un viaje en taxi. Recalcando con orgullo que aunque el Post no tenía corresponsales extranjeros antes de 1960, hoy cuenta con oficinas alrededor del mundo. Graham concluye: "las ganancias no son incompatibles con el buen periodismo."
Debido a que los medios de información son negocios -y bien grandes- sufren las influencias de las mismas fuerzas que soportan todas las empresas. No hay nada intrínsecamente ilegítimo o ilegal en el hecho de que los medios dancen al mismo ritmo económico que motiva a la Mobil, United Tchnologies, o IBM, pero el negocio de las noticias difiere de otros en un sentido muy importante. El público interpreta la libertad constitucionalmente garantizada de los medios en el sentido de que los convierte en un servicio semipúblico, siendo al mismo tiempo empresas privadas que buscan utilidades. Tal como dice James C. Thompson Jr., ex-director de la Fundación Nielman, las organizaciones de noticias tienen que operar "tanto para hacer dinero (o al menos para no perderlo) como para hacer el bien. Debi
"dos culturas, o al menos dos perspectivas que a menudo están reñidas de una parte, reporteros y editores, quienes tradicionalmente ven su función como reveladores y divulgadores de la verdad y de otra parte los propietarios, los editores o sea la dirirgencia que busca mantenerse en el negocio y obtener ganacias limpias."

Eugene Goodwin
En Por un Periodismo Independiente. Tercer Mundo. Bogotá, 1994.

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