He observado durante la cobertura del ataque a Estados Unidos una increíble uniformidad en el enfoque de los medios. ¿Cuál es la obligación de los medios, por mucho que pertenezcan a la nación que ha sido objeto de un ataque similar? ¿Hasta qué punto es ético publicar fotografías de las personas que se lanzaron al vacío desde lo alto de las torres? ¿No se contrapone al derecho a la propia imagen? Plantea usted dos interrogantes.
La obligación del periodista y del medio, cuando se debe informar sobre acciones terroristas. Como en toda información, el periodista tiene la opción de utilizar solo sus sentidos y, en consecuencia, limitar su tarea a mostrar lo que ve, oye, toca o huele. Es una información que convierte al perceptor en un testigo pasivo, un "voyeur" de la desgracia ajena que, sin proponérselo, difunde el miedo y la impotencia ante el terrorista. Es la clase de información que más le conviene al terrorista. La otra opción es la de proporcionar al perceptor algo más que estímulo para sus sentidos, esto es datos, inferencias, relaciones que promueven su capacidad crítica, su interpretación y análisis de modo que obtenga no una visión de simple curioseo, sino una aproximación inteligente al hecho. En ese caso no solo ve, además, comprende. El compromiso del periodista con la verdad lo obliga a dar la visión más integral posible, que es lo que la prensa más profesional hizo en estos días, después del atentado del 11 de septiembre.
La ética en la publicación de fotografías. El de la intimidad, el del buen nombre, el de no ser puesto en peligro, el de no ser reconocido ( en el caso de los menores de edad) son algunos de los derechos que el fotógrafo y sus editores se comprometen a defender cuando adoptan un ejercicio ético de la profesión. Pero este compromiso, como sucede con todos los que imponen los valores éticos, no es mecánico y de aplicación literal, como los de las leyes. Tiene que ver con circunstancias concretas y claras. La pregunta sobre el manejo ético de imágenes de personas que caían de las torres, se enmarca en otros interrogantes: ¿se los podía reconocer y se violaba así su intimidad o cualquier otro derecho? ¿Cómo se presentaron esas imágenes: dentro de un contexto amplio o con morbo sensacionalista? ¿Se faltó al respeto debido a las personas, o se presentó dignamente y con consideración a los sentimientos de los parientes de las víctimas?
¿Estamos hablando de un caso legal, reglamentado por las leyes sobre fotografía, o de un caso ético?
Como se ve, no se trata de un caso simple, sino de un hecho complejo cuya definición puede darse tan solo al cabo de numerosas respuestas previas.
Documentación.
Prensa y terrorismo constituyen un binomio de relaciones mutuas muy complejas. La tesis consiste en afirmar que " los periodistas son parte del problema no simples observadores desinteresados."
Paul Johnson lo reconocía en una columna del diario británico The Spectator, al comentar el caso del secuestro de un avión de la TWA en el aeropuerto de Beirut: "Mas importante que las pistolas o las bombas, las armas más poderosas de un terrorista son las cámaras de televisión."
Y añadía: "sin medios de comunicación libres, el terrorismo sería un problema marginal. La publicidad es su salvavidas."
La revista Time habló del caso como "dramático secuestro coproducido por televisión y terroristas."
En su libro Violence as Communication: insurgent terrorism and the Western News Media, Alex Schmid y Janny de Graaf sostienen que el terrorismo no es una violencia sin sentido sino que se trata de "un lenguaje violento." De modo que " sin comunicación no puede haber terrorismo."
Se consagra de este modo lo que el profesor de la Universidad de Harvard, Daniel Bell, considera una de las más sorprendentes contradicciones culturales del capitalismo, que sus propios medios de comunicación se convierten en portavoces de quienes tratan de destruir el sistema que hace posible la existencia de esa prensa anticapitalista.
Percatados de ese poder multitudinario, los grupos terroristas programarán sus acciones con la vista puesta en la prensa. Como consecuencia, " la localización de los corresponsales de la prensa extranjera se ha convertido en uno de los factores determinantes para la localización de los atentados. Mientras las guerras atraen a los periodistas, los periodistas atraen a los terroristas. La lógica es implacable: violencia relativamente escasa contemplada por muchos tiene mayor efecto que grandes violencias contempladas por pocos.
¿Cómo responder entonces a la manipulación informativa del terrorista? ¿Existe una visión moral común, general y participada, sobre lo que debe hacerse y evitarse a la hora de informar sobre terrorismo?
Para unos se impone la tesis del silencio como respuesta radical al desafío terrorista. Eso explica, decían sus defensores, que la Unión Soviética no hubiera tenido terrorismo.
Otros, en cambio, se inclinan por la tesis de la información selectiva, según la cual, no se publican los comunicados del enemigo, aunque informe de sus movimientos.
Por último, la tesis de la información selectiva de calidad, que propugna la necesidad de un análisis profundo de esos fenómenos terroristas, llevándolo a cabo con autonomía redaccional, sin apoyarse, por el contrario, en los elementos propagandísticos puestos en circulación por los grupos terroristas.
Carlos Soria y Juan Antonio Giner
En Periodismo y Etica. Universidad de Navarra. 1986.