¿Hasta que punto se debe informar la violencia?
22 de Septiembre de 2016

¿Hasta que punto se debe informar la violencia?

Foto: Pixabay.com

En la ola de violencia sin precedentes que se da en México, los carteles envían mensajes en escritos que clavan en los cuerpos de las personas que han sido torturadas y muertas. Son mensajes, los dedos o las lenguas cortadas. ¿Es noticioso dar a conocer estos detalles? ¿Hasta dónde se debe informar sobre esto?
Las informaciones sobre estos hechos plantean el tema de las lealtades del periodista, porque son distintas las maneras de informar si el periodista trabaja para la circulación o sintonía de su medio, o para hacerles el juego a los criminales, o para servir a los lectores y, con ellos a la sociedad entera.

Cuando se trabaja para estimular la venta de periódicos y para aumentar la pauta publicitaria del medio, es necesario multiplicar los detalles que exige el morbo del público. No hay razón para omitir detalle alguno, y sí la hay para destacar lo más sensacional en titulares, fotografías y recuadros de escándalo porque no se trata de dar una información inteligente sino de excitar la avidez del público por lo macabro y truculento.

Este, desde luego, no es un periodismo respetable es un obsceno tráfico de sensaciones que irrespeta y le hace daño a la sociedad. De paso, es la versión que favorece a los criminales porque los hace ver como una organización poderosa y temible es el mensaje que ellos quieren hacer llegar a la sociedad y lo ven eficazmente reproducido en las publicaciones sensacionalistas que nada omiten. Lo autores de esas versiones no lo aceptarían, pero es un hecho que se ponen al lado de los criminales y no de las víctimas.

El periodismo serio y respetable es el que mira estos hechos desde la perspectiva de las víctimas por eso es respetuoso frente al dolor ajeno y mantiene el tono y las maneras que dicta la solidaridad con quien ha sido afectado directa o indirectamente por el crimen. Desde esta actitud es posible ver con claridad lo que debe informarse y lo que debe callarse, porque no se trata de contarlo todo porque sí, sino de informar con una intencionalidad de servicio a la sociedad, que debe conocer los hechos, y de solidaridad con las víctimas, que no han de recibir un nuevo daño desde los medios de comunicación.

Documentación.

El derecho a la información rechaza en principio cualquier limitación que no venga dada por la colisión con otros derechos. El profesor Carlos Soria define así el dilema entre la información y los otros derechos: "estas son verdaderamente las opciones fundamentales: la tesis del silencio o la tesis de la información, la tesis que hace de la información el máximo derecho y el máximo deber, o la tesis que considera el derecho a la vida y el derecho a la paz como derechos prioritarios sobre la información la tesis de la información vista desde los criminales o la tesis de la información vista desde las víctimas y el público".

El derecho a la libertad de expresión tiene las limitaciones que imponen otros derechos, como el proteger la intimidad. Corresponde a cada medio establecer prioridades en aquellos casos en los que pueda surgir una colisión entre el derecho a la información y el derecho a la vida o a la integridad física. La Asamblea del Consejo de Europa establece que "los medios cuando dan cuenta de acciones terroristas, deben aceptar un cierto autocontrol para establecer un justo equilibrio entre el derecho del público a la información y el deber de evitar ayudar a los terroristas".

Conclusión: en el sistema de libertades democráticas plenas, las actividades de los terroristas deben ser objeto de un tratamiento informativo riguroso y ajeno a cualquier tipo de concesiones o de especulación. Corresponde a los medios, a sus responsables y a los profesionales establecer el adecuado autocontrol de la información, particularmente en caso de colisión entre las libertades y los derechos de los ciudadanos a ser informados y al respeto a las actuaciones judiciales y policiales que el ordenamiento jurídico exige.

Hugo Aznar.
ética de la comunicación y nuevos retos sociales. Paidos, Barcelona, 2005. P. 210, 211.

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