¿Es ético que una organización de periodistas, creada para velar por la calidad profesional y ética, acepte financiación de una firma comercial? El problema ético en estos casos comienza cuando esa financiación implica una restricción en la independencia de la organización, o sea, ingerencia de la firma patrocinadora en los asuntos profesionales: confección de la agenda de actividades, determinación de temas de estudio o investigación, adopción de reglas para concursos, talleres, actos académicos, etc. Si el financiador propone o veta, o impone condiciones como reciprocidad a su ayuda, se plantea un dilema ético claro: ser independiente y prescindir de la ayuda, o recibir esa ayuda con el sacrificio de la independencia.
Ningún apoyo financiero puede aceptarse con detrimento de los valores esenciales de la profesión. Es un principio que está detrás de las normas que rigen la recepción de publicidad, por ejemplo. Esta es parte del sostenimiento de los medios, lo mismo que los patrocinios y, sin embargo, debe respetar los valores profesionales. Esto es aplicable también y sobre todo, a la propaganda oficial que puede llegar a convertirse en una de las formas más eficaces de censura por parte de los gobiernos, si los medios le conceden más importancia a su financiación que a su dignidad profesional.
Cuando esto sucede el mayor daño es para la sociedad porque queda condenada a recibir información de baja calidad, mezclada de propaganda y convertida en un instrumento de manipulación.
Mirado el problema desde otro ángulo, hay que admitir que la financiación de los medios y de las agremiaciones por la vía de la publicidad no implica dilemas éticos, salvo que se trate de publicidad engañosa o abiertamente contraria al bien común. Normalmente se trata de una transacción regida por criterios técnicos que tienen en cuenta el impacto del medio y los núcleos de población de su circulación, para hacer llegar un mensaje propagandístico.
Documentación.
En el pasado los periódicos solían ser órganos de difusión del pensamiento del magnate o de los escritores que los creaban. Con ellos y sus ideas nacían y fenecían los periódicos. Ahora el nacimiento y continuidad de un medio informativo exige una organización empresarial complicada, frecuentemente anónima. El organigrama empresarial requiere la presencia activa de los accionistas que invierten su capital para ganar dinero, sector empresarial o de gestión, personal técnico laboral de los procesos de producción y los profesionales del medio informativo correspondiente.
Actualmente no se puede separar la ética informativa de la deontología empresarial, condicionada por el fenómeno de la oferta demanda de trabajo y de dinero. El sector económico actúa como grupo de presión sobre el sector profesional, al que pone en trance de traicionar los ideales éticos informativos sometiendo la verdad al lucro y la libertad de expresión y de conciencia a los intereses de accionistas y empresarios. Este conflicto ético ha dado lugar a la cláusula de conciencia, de la que hablaremos más adelante. Cuando el conflicto se produce con las empresas de publicidad comercial la tentación de claudicar de los ideales propiamente informativos es mayor, ya que la publicidad suele ser el soporte económico más seguro y generoso. También la jurisprudencia ha salido al paso de la inmoralidad publicitaria, pero en la práctica hay siempre fórmulas convencionales para burlar el rigor de estas normas.
La publicidad tiene sus luces y sus sombras. Es la gran esperanza de los que trabajan en las empresas informativas y cumple con una función social nada despreciable. Pero la mentira y el engaño viven dentro de ella como el gusano en una bella manzana. Además del protagonismo del lucro, juegan en ella un papel decisivo la instrumentalización de las personas físicas, la manipulación sicológica, la pornografía y la violencia.-
Niceto Blázquez.
ética y Medios de Comunicación. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 1994. Pp.11, 12.