¿Pueden regularse éticamente los periodistas desde el Estado, o es indispensable la autorregulación?
22 de Septiembre de 2016

¿Pueden regularse éticamente los periodistas desde el Estado, o es indispensable la autorregulación?

Foto: Pixabay.com

¿Pueden regularse éticamente los periodistas desde el Estado, o es indispensable la autorregulación? La ética es por esencia autorregulación. No puede ser impuesta por nadie porque es decisión autónoma y libre de cada persona. Una decisión ética convierte a quien la adopta, en legislador de sí mismo, y adquiere la naturaleza de un acto de libertad.

Más que regulación, un código ético traza el perfil ideal del periodista, o sea el máximo en excelencia personal y profesional que se puede llegar a ser. Al contrario de los códigos de policía o de leyes penales, el código de ética más acertado es el que compendia las posibilidades y los retos que le plantea un periodismo de excelencia, al profesional.

De todo lo anterior se desprende que ni el Estado, ni los gobernantes tienen nada que hacer en esta materia. A lo sumo, instar a las agremiaciones de periodistas a buscar y redactar un código ético.

Además de esta inhabilidad derivada de la naturaleza misma de la ética, el Estado no es competente en esta materia porque todos sus voceros podrían llegar a constituirse en jueces y parte al intentar la redacción e imposición de un código ético a los periodistas. La tarea de fiscalizar al poder público y a los funcionarios, que el periodismo ejerce como servicio a la sociedad, les crea a los gobernantes y legisladores una incompatibilidad para asumir la función de reguladores éticos de los periodistas.

Cuando los periodistas entienden estas dos poderosas razones, encuentran los motivos para adoptar, de modo autónomo, los instrumentos de autorregulación que les son necesarios e indispensables.

Documentación.

Algunos códigos se han utilizado en ocasiones para restringir la libertad de expresión. Por ejemplo en los países de régimen comunista, donde sirvieron la mayoría de las veces como mecanismo de control político e ideológico de los medios. O en algunos países del Tercer Mundo donde fueron redactados y promulgados por organismos políticos para poner de manifiesto la línea editorial oficial a la que el gobierno deseaba que se ajustaran medios y periodistas. Que estos códigos han servido para controlar la libertad de expresión y prensa es indiscutible. Pero sí es discutible, en cambio, que se pueda considerar a estos códigos como auténticos códigos deontológicos.

Una nota clave de la autorregulación es que ha de nacer del compromiso libre y voluntario de los propios implicados. Nunca puede tratarse de una imposición externa � de políticos, de empresarios etc.- destinada a conseguir fines contrarios a los bienes internos del periodismo.

No cabe duda de que siempre es preferible que la iniciativa de crear un código nazca de los propios implicados sin necesidad de presión externa alguna�La condición para que un código de autorregulación lo sea de verdad es que su redacción y, por supuesto, su aprobación sean fruto de la decisión libre de quienes lo promueven.

Hugo Aznar.
Comunicación Responsable. Ariel, Barcelona 2005. pp. 58, 59.

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