Sé que mi director de información y un compañero reportero, reciben dinero del crimen organizado. ¿Conocer esa relación y no hacer nada me convierten en cómplice? ¿Qué debo hacer? ¿Callar, revelarlo al dueño del periódico, salirme de la empresa?
Respuesta: Cuando los códigos de ética y los autores abordan el tema de la responsabilidad del periodista, abarcan dos formas de la responsabilidad: la que generan las acciones profesionales, y la que se deriva de las omisiones. Uno puede ser responsable por acción o por omisión. Omitir una información, o una parte de ella, puede provocar daños a las personas o a la sociedad, y de esos daños el periodista resulta corresponsable. Es deber del periodista proporcionar una información veraz y respetuosa de los derechos de las personas, pero además debe dar toda la información. El caso propuesto entra en esta categoría de la responsabilidad por las omisiones, tanto más urgente porque es evidente la relación entre esta omisión - la de callar la complicidad de los colegas con grupos de criminales- y el daño que se sigue de ese silencio. Puede preverse, en efecto, que las autoridades y la sociedad no tendrán información sobre esas actividades que, por cierto, afectan a todos. Es claro, además, que el periódico mantendrá a sus lectores a ciegas, o mal informados al menos, sobre un grupo y unas actividades criminales que los afectan.. El silencio sobre esta situación es una forma de protección que se le otorga al criminal y tiene un indudable carácter de complicidad. Pero, ¿cómo hacerlo sin ponerse en peligro? Así como esa pregunta llegó al consultorio, sin riesgo alguno para su autor, existen medios de hacerle llegar al director una información documentada sobre el hecho. Subrayo la palabra "documentada" porque debe dársele al director la seguridad de que no se trata de simples rumores, o de chismes inducidos por una mala voluntad hacia los acusados. El debe tener la certeza de que se trata de algo serio, que demanda todo su sentido de responsabilidad.
Documentación
Desde hace mucho tiempo está comprobado que el gran poder de la prensa no está solo en lo que los periódicos publican sino también en lo que quieren publicar. Es célebre la frase de lord Northcliff uno de los más conocidos nombres en la historia de la empresa periodística británica, al declarar: el poder de la prensa están en suprimir. Realmente, la personalidad, el movimiento, el suceso, el fenómeno que no encuentra su reflejo o su eco en los medios de comunicación no tiene ningún relieve en la opinión pública. Cuántas veces se viola el derecho del hombre a la información, empleando métodos de ocultación provocados por la censura, por el autocontrol extraético, por conveniencias políticas o por puro oportunismo- Considerada así, la ocultación es ilícita y totalmente injustificada. Desde el punto de vista ético la omisión de algo esencial es siempre materia de consideración. Es como decir que la pereza, la distracción, la ligereza, no pueden justificar la omisión de algo esencial en la labor informativa. Ni siquiera el cansancio justifica este tipo de omisión, aunque puede ser el motivo subjetivo para dejar de hacer algo. Y es así, no porque se espera del periodista una actitud extraordinaria o porque se considere al informador como un superhombre, sino porque la pereza, la ligereza en el cumplimiento del deber o la distracción, en ningún caso es motivo justificable en el ejercicio de la profesión periodística. Y eso por dos razones importantes: porque es contrario a la conciencia profesional y porque sus efectos dañan o mutilan la información. Luka Brajnovic. Deontología Periodística. Ediciones Universidad de Navarra. Zaragoza 1978. Pp 154- 156