¿Hasta que punto es posible la objetividad en periodismo?
La objetividad entendida como versión periodística que coincide exactamente con la realidad, nunca es posible porque siempre habrá diferencias entre lo que el ser humano puede conocer y la realidad.
Los filósofos siempre han visto con claridad que sólo conocemos las apariencias de la realidad y el periodista ha de saber, por tanto, que todas sus verdades son incompletas y provisionales.
Cabe esperar el periodista, en cambio, que sea honesto, es decir, que comunique la totalidad de lo que conoce, que no oculte los hechos o parte de ellos por interés, miedo o negligencia, que no desfigure los hechos magnificándolos, reduciéndolos o trivializándolos y que siempre ponga al servicio de ese conocimiento lo mejor de sí mismo y de los instrumentos que la profesión le ofrece para investigar y comunicar lo investigado.
En la práctica, el periodista no se preocupa tanto por la objetividad, como por el control de su subjetividad y por conocer los hechos de la manera más completa a pesar de sus limitaciones. Esto supone un intenso empeño profesional para abarcar tanto el hecho como el proceso dentro del que se da, y la humildad para reconocer que la del periodista no es una última y definitiva palabra sobre los hechos.
Documentación.
El fin no es ser objetivo más aún ser objetivo podría convertirse en un obstáculo. Kapuscinski reflexionaba sobre el asunto en diálogo con el reportero mexicano Gilberto Meza en 1987: "no creo en el periodismo que se llama a sí mismo impasible, tampoco en la objetividad, en su sentido formal. El periodista no puede ser un testigo impasible, debe tener eso que en sicología se llama empatía. Algunos no se sienten vinculados o comprometidos, o les parece que la del periodismo es una vida muy peligrosa. Por eso el llamado periodismo objetivo, desapasionado, no puede existir en situaciones de conflicto. Lo que quiero decir es que por tratar de ser objetivo, en realidad se desinforma." Es el momento de revisar, pues, la idea que durante mucho tiempo tuvimos de la objetividad como un ancla, que nos agarraba a la realidad a pesar de las aguas tormentosas de la subjetividad.
A Kapuscinski le preocupa más la desinformación en nombre de la objetividad que la pérdida de objetividad al fin y al cabo uno es objetivo, no por ser objetivo, sino para informar. "Anterior a cualquier discusión sobre objetividad y subjetividad, está el hecho de la información exacta. El endemoniado ritmo de cadena industrial de producción que se le impone a la redacción, agrega Kapuscinski recordando sus propias experiencias, "deja a los periodistas muy poco tiempo para juntar la información resolver las cosas en poco tiempo conduce a la superficialidad y la falsedad."
De un recuerdo de Ruanda extrae otra observación: "durante la matanza de 1994 noté que muchos periodistas de tan conectados con la redacción por teléfono y correo electrónico, no veían lo que pasaba en el lugar." Y de una conversación con un equipo de televisión de alguna cadena de Estados Unidos, recordó la desconcertante respuesta: "¿Qué pueden exigir de mí, si en una sola semana he filmado en cinco países de tres continentes?". En efecto, en dos días, el reportero de noticias industrializadas cree tener elementos suficientes para informar sobre un país, o sobre sus más graves problemas. Este es el contexto en que Kapuscinski destaca una forma de aproximación a la verdad en la que se debe dar el equilibrio entre lo subjetivo y lo objetivo y que permite hacer frente a las presiones empresariales que pretenden convertir la noticia en mercancía y al periodista en cómplice activo de esa degradación y engaño.
Javier Darío Restrepo: La objetividad según Kapuscinski.
La Niebla y la Brújula. Random House, Mondadori, 2008 pp. 102-103.